Si no puedes imprimir dólares, invéntalos: hoy hace su debut el Cedin, con «olor» a una «neo convertibilidad progre»
Ante la caída de reservas y las preocupaciones crecientes en varias ramas de actividad, el Gobierno apuesta a que estos certificados circulen como una moneda más. En el fondo, es producto de la pérdida de confianza en la moneda nacional. ¿Por qué tendrá dos cotizaciones?
En su fuero íntimo, Domingo Cavallo debe sentirse reivindicado. Es que el Cedin que hoy debuta en el mercado supone un tácito deseo de reimplantar un régimen de convertibilidad.
Pasaron exactamente 22 años y tres meses desde la puesta en práctica del invento dilecto del ex ministro: el famoso «uno a uno», su mayor motivo de orgullo y también el que lo llevó al desastre.
Y por más esfuerzo que hagan los funcionarios y propagandistas K por vestir con retórica «progresista» a este nuevo plan, lo que cada vez queda más en claro es que el Cedin de Guillermo Moreno y Axel Kicillof es, finalmente, un intento de «neo convertibilidad».
Más pobre, más limitado, con menor respaldo financiero, con una arquitectura legal más endeble, pero una convertibilidad al fin. Ya que se propone el mismo objetivo que el que buscaba aquel plan del auge «neoliberal»: contrarrestar la pérdida de confianza en la moneda nacional, mediante la garantía estatal de que por cada papel que se utilizara para hacer transacciones existiera el respaldo de un dólar emitido por la Reserva Federal de Estados Unidos.
Esta es la visión que ha ganado fuerza en las últimas semanas, conforme se ha conocido la intención del Gobierno de que el Cedin no se limite a cumplir el trámite express de servir de moneda en una operación inmobiliaria para luego volver al Banco Central.
Al contrario, el deseo de los funcionarios es que el nuevo título se transforme en una verdadera segunda moneda con la que se pueda ir al supermercado, comprar electrodomésticos, pagarle a los proveedores, cancelar impuestos y varias operaciones comerciales.
«Quedan más que claras las motivaciones estrictamente financieras detrás del plan de blanqueo de divisas. En ese sentido, la cuestión del impulso al mercado inmobiliario, en particular, y la economía real, en general, se revelan nuevamente como una gran excusa», señala Gabriel Caamaño Gómez, economista jefe de la Consultora Ledesma.
Sobre todo, lo que los analistas perciben es una aceptación tácita de que la confianza en el peso ha entrado en una zona de riesgo.
«Que un Gobierno que ha denostado enfáticamente la convertibilidad apele a este tipo de herramienta demuestra que utilizar el respaldo de una moneda extranjera más que una opción es una necesidad derivada de la inflación alta y persistente», sostiene Jorge Colina, economista jefe de la fundación Idesa.
Y señala que, aunque la inflación actual no llegue a los niveles de gravedad que caracterizó a los años ’80, hay algo en común con el momento previo a la instauración de la convertibilidad: «El Gobierno se ve forzado a buscar alternativas porque el peso argentino ha dejado de servir como instrumento de ahorro y tiene muchas limitaciones para ser usado como instrumento de transacción».
Nuevo test para la creatividad K
Claro que una cosa es querer implantar un nuevo régimen bimonetario y otra muy distinta es que este intento realmente funcione en la práctica.
No son pocos los que expresan sus dudas al respecto. Como el economista Luis Palma Cané, quien califica a los Cedines como un «Patacón en moneda extranjera», en alusión a la emisión de cuasimonedas sin respaldo a la que recurrieron los gobiernos provinciales en la crisis financiera de 2001.
Su visión es que, tal como estaba diseñado originalmente, el Cedin únicamente iba a cumplir su declarada función de atraer capitales fugados y ayudar a descongelar la operatoria inmobiliaria. Sin embargo, esto no hubiese servido para que el Banco Central mejorase su situación, dado que una vez que el propietario de un inmueble vende y recibe Cedines, no tiene ningún incentivo para quedárselos.
«Entonces ahora han inventado esto, cuyo objetivo parece ser que los dólares queden en el Banco Central», señala el analista, en alusión a todas las modificaciones agregadas por Moreno para que haya «lluvia de Cedines». Es decir:
El hecho de que el certificado circule entre particulares y comercios le permite al BCRA quedarse con los dólares blanqueados y «dibujar» más reservas.
En cambio, si sólo se usasen para comprar viviendas, el que recibe estos títulos instantáneamente estaría pidiendo el canje por billetes verdes, lo que daría efecto cero en las alicaídas arcas del BCRA.
Aun así, Palma Cané duda de que estén dadas las condiciones para que este certificado pueda circular como medio de pago.
¿Por qué? El analista advierte que esto será así porque que a medida que el Cedin cambia de manos en la cadena irá perdiendo valor.
En el mismo sentido opina el consultor financiero Salvador Di Stefano, quien cree que el Gobierno está dispuesto a «empapelar» el mercado de Cedines, y que éstos están destinados a perder paulatinamente su paridad frente al dólar. «Por las dudas, pasalo rápido», es la frase que cree que se instalará en la sociedad.
¿Para ganar hay que perder?
Pero, en definitiva, ¿de qué depende que el Gobierno tenga éxito en su nuevo plan?
Puede sonar paradójico, pero lo que necesita es que el objetivo «oficial» para el cual nació el Cedin -que sirva como moneda para la transacción inmobiliaria- no se cumpla.
Ocurre que, una vez que el Cedin se utilizó para adquirir una vivienda pasa a tener el sello de «Aplicado». Sólo de este modo queda habilitado para ser cambiado «uno a uno» por dólares contantes y sonantes.
Es raro que alguien que tenga Cedin en esas condiciones quiera atesorarlo en vez de llevarlo al Banco Central, salvo, claro, que haya un intento de evasión tributaria, una alternativa que no debe descartarse.
Podría ser, por ejemplo, el caso de una operación escriturada por un valor menor al real. En esta situación, es posible que quien reciba los Cedines prefiera cambiar sólo la cantidad equivalente a la del valor registrado por la venta, de manera de figurar ante las autoridades con un patrimonio inferior al real.
Pero, aun con esta salvedad, resulta claro que si todos los Cedines son inmediatamente canalizados a la actividad inmobiliaria, su ciclo de vida será muy corto y no cumplirán con la función que el Gobierno quiere que tengan, que es la de que sigan circulando por el mercado.
«Las autoridades apuestan a que pasen de mano en mano, que se usen para la compra de cualquier tipo de bien o servicio y que se fomente un gran mercado secundario», observa Caamaño.
Así las cosas, todo indica que habrá dos mercados: el de los Cedines «Aplicados» -y pasibles de ser canjeados por dólares- y el de los que todavía no fueron utilizados en una operación inmobiliaria.
¿Qué pasará con este último, que es el que está destinado a «rotar»?
«Mi impresión es que unos centavitos menos va a valer», afirma Lucas Llach, docente de la Universidad Di Tella.
Para este analista también habrá dos precios: el del Cedin «Aplicado», que cotizará prácticamente a la par con el dólar y «el otro» -el que circulará de mano en mano- que podría valer lo mismo o algo menos que el blue.
Por lo pronto, otra gran apuesta del Gobierno es que el nuevo título le reste presión al mercado paralelo, porque habría una alternativa para alimentar una demanda hoy insatisfecha a causa del «cepo».
Algunos analistas, como Di Stefano, se muestran pesismistas respecto de que los argentinos acepten un sucedáneo del dólar. «El blue es el blue», es su irrefutable argumento.
Confianza, un bien escaso
La confianza jugará un rol fundamental en el éxito del plan. Además, que haya inversores que perciban una buena oportunidad de negocio en este nuevo título.
Por lo pronto, aparecen algunos nuevos jugadores en la city financiera dispuestos a lubricar el sistema. Como el flamante sitio web «Cedin Trading», destinado a facilitar la operatoria del mercado secundario.
El gran interrogante es si habrá interesados en este nuevo mercado. No todos son optimistas al respecto.
«No entiendo el entusiasmo con el Cedin. Me estaré poniendo viejo», ironiza Eduardo Levy Yeyati, director de la consultora Elypsis.
Otro tema crítico es la factibilidad de que los comercios puedan usar esos Cedines para sus transacciones cotidianas. Resulta difícil imaginar que haya comerciantes que recurran a este título para cancelar impuestos, por ejemplo, dado que el Central los obligaría a canjearlos al tipo de cambio oficial.
En cambio, cuando el Cedin tenga el sello de «Aplicado» la cosa cambia, ya que podría ser atractivo para pagar cupo de importaciones para las cadenas de electrodomésticos.
Entre el maquillaje y la tentación
Otro punto que ya se está rumoreando -y que genera mucha suspicacia- es si el Gobierno realmente se ajustará a emitir la misma cantidad de títulos que los dólares que hayan entrado al blanqueo o si se «tentará» y hará funcionar a full la «maquinita de Cedines».
«Nadie puede asegurar que eso no suceda. Si el público percibiese que ello está ocurriendo, el valor de los certificados se derrumbaría y su aceptación bajaría», argumenta Nicolás Litvinoff, autor del libro «Es tu dinero».
Por cierto, otro «detalle» fundamental para determinar el éxito de los Cedines es la magnitud de los capitales que el Gobierno efectivamente logre atraer con su blanqueo.
El Gobierno aspira a alcanzar unos u$s4.000 millones, pero los economistas independientes son bastante más escépticos y creen que el número «real» podría ser menos de la cuarta parte.
Ciertamente, ahí hay una diferencia con la convertibilidad «al modo Cavallo»: en el mejor de los casos, los Cedines equivaldrían a la décima parte de las reservas mientras que, en su versión original, se podía emitir por el total.
De todas formas, todo apunta a que estos nuevos certificados sirvan para «maquillar» un poco la contabilidad de la entidad, que ve con desesperación cómo sus reservas se están «desdibujando» a un ritmo de u$s8.000 millones por año.
Por más que haya quienes afirman que el plan resultará neutro, porque todos los dólares del blanqueo finalmente deben ser encajados (es decir, el Banco Central no puede disponer libremente de ellos) también es cierto que mientras los Cedines circulen, esos dólares blanqueados estarán allí para «embellecer» el balance de la entidad presidida por Mercedes Marcó del Pont.
«Cuanto más pasen de mano en mano, mayor será el beneficio para el Banco Central», sostiene Caamaño.
En este contexto, muchos analistas han señalado las similitudes con el régimen bimonetario que existe en Cuba.
Claro que hay también diferencias. La principal, marcan desde la consultora Ledesma, es que los Cedines no serán «de curso legal». Es decir, que no es obligatorio aceptarlos como pago.
Pero ese es un tema en el que Moreno también está trabajando. Es decir que, aunque no sea en la versión Cavallo sino en la «cubana», se viene la neo convertibilidad con sello «progre».
Fuente: www.iprofesional.com