Leyendo a Bastiat
Frederic Bastiat vivió entre 1801 y 1850. A partir de los 20 años leyó vorazmente sobre filosofía, historia, política, religión, literatura y economía. A los 25 heredó las tierras de su abuelo. Contrató un administrador para el negocio y siguió con sus lecturas..
En economía, estudió en profundidad a Smith, Say, Quesnay, Destutt de Tracy, Charles Comte, Turgot, Molinari y algunos otros. Le encantaba debatir con sus amigos, sobre todo individualmente.
En 1844 publicó en el Journal des Economistes su artículo “La influencia de los aranceles franceses e ingleses en el porvenir de ambos pueblos”. Luego publicó cuatro libros principales: Sofismas Económicos, Armonías Económicas, La Ley y Ensayos Selectos sobre Economía Política.
Respecto a la importancia de Bastiat como economista hay división de opiniones. Para Schumpeter fue el más brillante periodista económico de todos los tiempos, pero no un economista. Marx lo calificó como “economista pigmeo”.
En el lado contrario, según Francisco Cabrillo anticipó la moderna teoría de la elección pública y la búsqueda de rentas, así como el análisis institucional de la economía. Y Thomas DiLorenzo le atribuye contribuciones meritorias en temas como el proceso competitivo del mercado, la evolución del dinero, la teoría subjetiva del valor, y la futilidad de los controles de precios.
Yo comencé a leer a Bastiat unos 10 años atrás. Me gusta por su claridad, sencillez, precisión, elegancia e ironía. A continuación presento tres de los escritos que me parecen recomendables para quienes deseen iniciarse en el conocimiento de nuestro autor.
Primero: Lo que se ve y lo que no se ve. Este es un ensayo de unas 35 páginas. Bastiat comenta que, en la esfera económica, los actos y leyes producen una serie de efectos; unos se manifiestan simultáneamente con la causa, se ven; otros aparecen posteriormente, no se ven. La diferencia entre el mal economista y el bueno es que el primero se limita al efecto visible, mientras que el segundo toma en cuenta los efectos que no se ven inmediatamente.
Esta diferencia es enorme. Casi siempre, cuando la consecuencia inmediata es favorable, las ulteriores son funestas yviceversa. Hay dos maestros que enseñan al ser humano esta lección, la experiencia y la previsión. La primera enseña de manera eficaz pero haciendo sufrir. Bastiat propone sustituir a este rudo doctor por otro más agradable que es la previsión. Para ello, aplica sus principios a 11 fenómenos económicos, desde una ventana rota a los intermediarios y las obras públicas. Por mi parte propongo al amable lector una tarea: identificar dos o tres consecuencias que no se ven en el programa gubernamental de “Cien a los setenta”.
Segundo: Petición de los fabricantes de velas a los señores diputados. Breve artículo de cuatro páginas en el que Bastiat se manifiesta como un maestro de la reducción al absurdo. Los fabricantes de velas de Francia piden protección frente a la competencia desleal de un rival extranjero que trabaja bajo condiciones más favorables en la producción de luz y que está inundando el mercado doméstico a un precio increíblemente bajo. ¿El rival? El sol. ¿El remedio solicitado? El cierre obligatorio de ventanas y demás. ¿El resultado prometido? El estímulo no solo a la industria de velas sino a todas las industrias relacionadas y a la economía en general.
Para mi sorpresa, Hayek señala que un conocido libro de texto francés de historia de la economía tiene la siguiente observación: “Debe notarse que según Keynes, sí existe desempleo y según la teoría del multiplicador, el argumento de los fabricantes es totalmente válido”.
Tercero: La Ley. Es un breve y condensado opúsculo de 35 páginas. Para Bastiat, la ley debe ser simplemente una organización pública eficiente para proteger los derechos de las personas. Si va más allá, no cumple su función.
Cuando se legisla a favor de unos y en contra de otros, unos tratarán de protegerse contra la usurpación y otros de aprovecharse de la misma.
Según Bastiat, ya en su tiempo la ley no era el refugio del oprimido sino el arma del opresor. La ley se pervierte por el egoísmo no ilustrado y la falsa filantropía. Sí los hombres pueden, vivirán a costa de los demás. La fraternidad debe ser voluntaria, y si es forzada por la ley, entonces la ley avasalla tanto a la libertad como a la justicia.
Bastiat critica la idea madre del socialismo, es decir, que la humanidad es una materia inerte que puede ser moldeada por el poder. No tiene ninguna simpatía por los “grandes hombres” que pretenden conducir a los pueblos como rebaños. Discute la idea de que las cosas que hace el Estado no se harían si el Estado no estuviera. Finalmente concluye que la ley que va más allá de la justicia desemboca en la utopía impuesta por la fuerza.
Fuente: www.independent.typepad.com