La batalla por la supervivencia de la corbata
Faltaba algo. Cuando Barack Obama se reunió con Vladimir Putin en junio durante la cumbre del G8 realizada en Irlanda del Norte, el tono amistoso no fue lo único que brilló por su ausencia: ninguno de los dos se había puesto corbata. El gesto aparentemente fue iniciativa del anfitrión y primer ministro británico David Cameron, quien presionó para que se relajara el protocolo de la conferencia internacional de dos días. La nueva moda no pasó desapercibida ante la prensa británica.
Sin embargo, esta distaba mucho de ser la primera aparición pública de Obama sin corbata. «Obama usa su traje sin corbata. ¿Usted puede?» fue una pregunta planteada por la revista Esquire al comienzo de su mandato. En 2011, el presidente concedió una entrevista con el cuello de la camisa desabotonado. Incluso convenció al presidente chino, Xi Jinping, de dejar de lado la corbata durante su encuentro de mediados de año. Cuando el presidente del país más poderoso del mundo echa la tradición por la borda y establece un nuevo estándar en la moda, cabe preguntarse: ¿ha muerto la corbata?
«La corbata sin dudas no ha muerto. Sólo que no es un negocio que crezca en este momento», indicó Eric Jennings, vicepresidente y director de moda para hombres de la lujosa tienda neoyorquina Saks Fifth Avenue. Las ventas anuales de corbatas en Estados Unidos habían caído a US$677,7 millones en 2008 desde un máximo de US$1.300 millones en 1995, según la firma de investigación de mercado NPD Group. Y desde 2009, la cantidad de hombres que adquieren más de una corbata al año descendió de forma lenta pero constante, reportó el grupo de investigación Packaged Facts. Incluso las marcas muy asociadas con corbatas clásicas, como Ermenegildo Zegna y Canali, han mostrado menos corbatas en la pasarela, indicó Jennings, «porque deben mostrar todas las opciones».
Sin embargo, Patrick Sweeney, de 36 años, se pone una corbata —de Hermès, Etro o Salvatore Ferragamo — todos los días para ir a su trabajo en bienes raíces en Manhattan. «Me despedirían si no la usara», sentencia. «El director de la empresa usa corbata, así que todo el resto también la usa».
En la industria del entretenimiento, el productor Gavin Polone señaló que rara vez ve que los ejecutivos, agentes o abogados con los que trabaja se pongan corbata. Polone no escatimó palabras a la hora de opinar sobre el pedazo de seda: «Es estúpida. No tiene sentido. ¿Para qué sirve? Es sólo una decoración, una afectación. Si veo un colega que usa corbata, le suelo preguntar si va a un funeral o una entrevista de trabajo, o si fue procesado judicialmente».
Gran parte del crédito por neutralizar el poder de la corbata corresponde a la industria tecnológica, tanto la reciente ola de emprendedores como la anterior. Los abogados corporativos y los banqueros de Goldman Sachs que redactan sus contratos y consiguen su financiamiento podrán seguir usando corbatas, pero muchos gigantes del mundo de los negocios 3.0 prefieren las sudaderas con capucha. En la nueva película de ciencia ficción del director Spike Jonze, Her, ambientada en la cultura digital de un futuro no tan distante, el único hombre que usa una corbata es un abogado.
No es de extrañar que la burbuja tecnológica de los años 90 coincidiera con el comienzo de la costumbre de vestirse de manera informal los viernes y un rechazo de las corbatas que usaban magnates como Gordon Gekko en la película Wall Street, en los años 80. Tom Ford, un diseñador predominante en los años 90, casi siempre usaba una camisa sin corbata debajo de sus chaquetas Gucci o Yves Saint Laurent. «Todos pasamos por un período de vestirnos de forma más informal como reacción ante el éxito de las firmas de tecnología», indicó Fraser. Pero algunos hombres de la generación siguiente reaccionaron en contra de la informalidad y se vistieron de manera elaborada.
«La (categoría de la) clásica corbata brillante no crece, pero hay otro movimiento», indicó Jennings, de Saks Fifth Avenue, en alusión a ejecutivos jóvenes que usan corbata como una declaración personal de estilo.
Llámelos el contingente de Justin Timberlake/Jay Z. El reciente éxito de Timberlake, «Traje y corbata», en el cual aparece el rapero Jay Z, exalta el poder seductor del hombre bien vestido y ejemplifica la obsesión de la cultura popular con la moda masculina.
Así que aunque el presidente de EE.UU. y los empresarios puedan estar dejando de lado la formalidad, un nuevo grupo la está adoptando con entusiasmo. «Los hombres están aprendiendo a vestirse de otra forma, no porque tienen que usar corbata sino porque quieren», sostuvo el gerente de mercadería de la cadena de ropa Brooks Brothers, Jeff Blee. «Se trata de un hombre que se quiere expresar».
Nadie conoce eso mejor que Alexander Olch, de 36 años, que en 2002 empezó a vender en Internet sus corbatas y ahora se dispone a instalar su primera tienda, que estará ubicada en Nueva York. Una mayor variedad de opciones, señala, significa que hay corbatas para distintos niveles de formalidad. Si algunos no se sienten bien con la seda, por ejemplo, pueden usar corbatas de algodón, indica.
Aunque las corbatas no estén en pleno auge, el renovado interés de sus partidarios hizo que la mercadería fuera más interesante. «La buena noticia es que hubo mucha innovación», indico el vicepresidente y director de moda para hombres de Bloomingdale’s, Kevin Harter. «El negocio de las corbatas está encendido ahora».
En cuanto a los hábitos de vestir de Obama, Mathew Singer, director de moda masculina de la cadena Neiman Marcus, comentó que «se trata del presidente. Si no quiere usar corbata, no tiene que hacerlo».
Fuente: independent.typepad.com