Las anclas latinoamericanas y el estancamiento regional
Un ancla se define como «una pieza de material duro cuya función es aferrase al fondo del mar y sujetar la nave». Concepto que remite de manera directa a parte de la explicación de la situación política, económica y cultural de nuestra región.
La economía latinoamericana se encuentra poderosamente arraigada a un discurso político en particular, que se resigna -a toda costa- a aceptar las decisiones tomadas por el mercado de manera natural. De tal suerte que el estado se transforma en un «estatizador de la vida humana», pasándose por alto que uno de los modos más efectivos para generar riqueza es reducir la interferencia gubernamental en la actividad económica, fomentado espacio para el desarrollo y crecimiento de la libre empresa. Al decir del gran José Piñera, «América Latina no es una región pobre, sino una región empobrecida».
La dirigencia latinoamericana tropieza una y otra vez con las fallas recurrentes del proteccionismo. Los países que han optado por estos programas han caído en una decadencia político-económica, empero, la región no se encuentra condenada al fracaso histórico, conforme numerosos analistas argumentan.
Los países que integran la Alianza del Pacífico, han transitado un proceso de apertura e inversiones activas fundadas en las buenas ideas, tal es así que este gran y novedoso motor económico se exhibe hoy como una verdadera cuna de inversiones. Así sucede con los casos de Chile y Perú: ambos figuran entre las cinco economías con mayores índices de crecimiento a nivel global en estos últimos años, reduciendo la pobreza en forma notoria y siempre de la mano de la estabilidad, reglas de juego claras y apertura comercial.
En tanto la Alianza del Pacífico fue creada hace poco más de un año y ya cosecho los frutos del éxito -considerando que posee índices de crecimiento del 6%-, el populismo registrado en los países del Mercosur -bloque que comporta ya más de una década de antigüedad- apenas logra crecer al 2%.
Esta unión a recibido múltiples críticas en las últimas semanas, mayormente por hombres de empresas y economistas del Brasil, quienes remiten a las innumerables falencias del Mercosur, y al fuerte criterio aislacionista que viene caracterizando a los países de este bloque.
El Mercosur ha terminado por convertirse en una especie de anclaje ideológico con una marcada y perjudicial tendencia proteccionista. Finalmente, no parece ilógico considerar que a este bloque podría quedarle poco tiempo de vida: parte del área empresarial se ha certificado de que sus políticas aplicadas, lejos de brindar espacio para la generación de riqueza, devuelven resultados basados en la desconfianza y mayores índices de pobreza. Ahora, es claro que quienes más alientan la implementación de estas políticas proteccionistas, son los empresarios que temen perder los privilegios obtenidos tras nutrir una íntima relación con el estado. Estos empresario, poco entienden sobre conceptos como libre competencia y mejoras en la calidad de productos y servicios -lo que, en definitiva, exigen los consumidores, es decir el mercado.
La mente colectiva latinoamericana parece aferrarse al «Dogma de Montaigne» al momento de indagar sobre los motivos reales de la pobreza. Bajo este esquema de pensamiento, se postula que la pobreza de los pobres se debe a la riqueza de los ricos, interpretando erróneamente a los intercambios como un juego de suma cero, y olvidando que tanto la riqueza como el crecimiento económico no necesariamente involucran límites o topes.
De tal forma que, en la óptica del «socialismo del siglo XXI», la ingeniería social ha sido la respuesta a los problemas causados por la misma intromisión del estado en la vida del ciudadano. Asimismo, y sumergidos en la «fatal arrogancia», los burócratas gubernamentales deciden, siempre arbitrariamente, cómo repartir el dinero previamente robado a los individuos, y al cierre, decidir qué hacer con sus vidas.
El populismo se ha ocupado de estatizar y desacreditar conceptos cruciales a la hora de asimilar y comprender las ideas de la libertad, siendo los responsables de generar confusión en la mente de los latinoamericanos. Este compendio de errores conceptuales -como ser el uso impropio y falaz del concepto «neoliberalismo»- conducen a un freno en el progreso y forman parte de la gran fábula latinoamericana que hace a los supuestos beneficios de los modelos populistas. Como en su momento lo expresó Mario Vargas Llosa, «una de las grandes victorias de la izquierda consiste en que la palabra liberal se haya convertido en una mala palabra».
Cabe aquí cuestionarnos no las razones de la pobreza, sino desglosar las razones sobre por qué crecen los países. Mientras economías como la chilena, la colombiana o la peruana se adscriben al camino del libre mercado, el resto de la región permanece rehén de un proteccionismo destructivo. El Mercosur ha demostrado sobradamente su ineficiencia, y sus fallas ideológicas han quedado expuestas: el crecimiento no se consigue desde el cierre de las oportunidades; sólo puede lograrse desde la apertura hacia el resto del mundo.
Quizás haya llegado la hora de reinterpretar a América Latina desde nuevos enfoques, comprendiendo que sobran buenos ejemplos a imitar, y que se vuelve necesario dejar de imitar los malos. En esta instancia de la historia, Latinoamérica se ha convertido en una mera espectadora de dos grandes procesos y modelos.
Es momento de prescindir de los falsos mesías y caudillos que se promocionan como portadores de recetas salvadoras para nuestros problemas cotidianos. Es hora de darle una oportunidad a la libertad.
Es bastante probable que, si los latinoamericanos optásemos por ideas distintas, podíamos convertirnos no sólo en una región pionera, sino también en una tierra de inspiración para el mundo. Podríamos demostrar, desde el ejemplo, que es posible salir de la pobreza sin asistencialismo y aplicado las ideas correctas. Las anclas tienen su peso; sin embargo, no es nuestro destino histórico el encontrarnos anclados en el mismo sitio por siempre. No ignoremos a nuestra región, no nos ignoremos.
Fuente: independent.typepad.com