Nuestros políticos no saben gobernar
El análisis del Dr. Antonio Margariti
LARGA RISTRA DE FRACASOS
Con motivo de la explosión de vandalismo y anarquía ocurrida el martes 3 de diciembre en Córdoba, el periodista Joaquín Morales Solá escribió un lúcido diagnóstico sobre la situación del país. Dice en su análisis que Córdoba fue “una ciudad devastada por el delito y el oportunismo. Un muerto, aunque podrían haber sido muchos más. Vastos sectores sociales no reconocen la hegemonía de la ley. Ni los límites morales. Córdoba no es sólo Córdoba; fue la descripción precisa de una sociedad nacional abandonada a su suerte durante más de diez años. Un país donde el Estado creció para manejar los negocios -públicos y privados- pero no para cumplir su rol de garante del orden público, de referente de la educación social y responsable último de la salud de los argentinos”.
Está todo dicho y muy bien dicho: hay gobernantes pero falta gobierno, hay corrupción pero falta decencia, hay negocios pero faltan políticas, hay relato pero falta la verdad. Entonces, los ciudadanos de buena voluntad, aquellos que todavía creen en los principios morales se preguntan con desazón y angustia: ¿porqué nuestros políticos no saben gobernar?
La cuestión no empieza en la década ganada, arranca desde más atrás, hace setenta años. Tanto los políticos como los militares que llegaron al poder, han hecho gestiones tan lastimosas que nos hacen pensar en una “larga ristra de fracasos”. Y esos fracasos reiterados, han sido fuente de frustración social.
Algo falla en el sistema de selección y acceso al poder político para que siempre “lleguen los peores” y nunca “los mejores”. Quizás la clave de esta falla anida en que los individuos con vocación política se preparan en una escuela de baja estofa: la militancia partidaria que sólo brinda formación banal y se ejercita mediante la retórica vacía y las prácticas patoteras.
RESULTADOS DE1943 ALA FECHA
Si el lector recurre a su memoria y tiene la paciencia de repasar la lista de medidas de los últimos 70 años de vida argentina, que presentamos en un cuadro al final de este comentario, se dará cuenta que hemos probado de todo: lo sensato y lo insensato, el control y la vista gorda, la prohibición y la tolerancia, la arbitrariedad y la imparcialidad, la regulación y el libertinaje, el privilegio y la represión. Todas las ideologías han puesto su marca: conservadurismo, populismo, socialismo, corporativismo, doctrina social dela Iglesia, stajanovismo, terrorismo, liberalismo e intervencionismo.
Pero los gobiernos han intentado corregir los efectos, nunca remover las causas. Han puesto la visión en las cuestiones inmediatas, no sobre el largo plazo. Se han perdido en multitud de experimentos “sin-ton-ni-son”, tomando medidas efectistas, sin coherencia, fuera de un plan global y de toda proporción.
Salvo Juan D. Perón (1946) y Cristina F. de Kirchner (2007) todos los presidentes recibieron una “pesada herencia”, caracterizada por: el déficit del presupuesto, deudas provinciales impagables, endeudamiento externo, inflación y crisis social. En 70 años, nuestra constante histórica ha sido el fracaso de todos ellos. Somos el único país del mundo que en 40 años (1970/2013) destruyó seis veces su propia moneda y ahora volvemos a hacerlo (Moneda nacional/Argentino/Peso ley 18188/Austral/Austral resellado/Peso convertible/Peso inconvertible).
La mayoría de nuestros gobernantes, no han sido idóneos sino ineficientes, han incurrido en inconductas y cometido graves errores. Ahora mismo, nos están ofreciendo las peores cualidades del ser humano: la desfachatez con que mienten, la ignorancia derivada de su soberbia, la avaricia engendrada por la deshonestidad, la desaprensión fruto de la frivolidad de sus vidas y el resentimiento por el rencor que anida en sus corazones.
En todos aparece siempre la misma circunstancia: la falta de humildad y de espíritu de grandeza. Nadie mejor que Charles De Gaulle expresó esta deficiencia en los gobernantes: Francia no puede ser Francia sin la “grandeur” en sus gobernantes. Pero es esencial que la “grandeur” de su gloria esté acompañada por la humildad de la conducta. (Mèmoires d’Espoir, Plon 1971)
CÓMO SALIMOS DE TODO ESTO
Para salir de todo esto no hay otra forma que abandonar el humillante intervencionismo que nos agobia. Como lo ha demostrado claramente nuestro recordado amigo, el economista Rogelio Pontón, en una economía comola Argentinaactual, se intercambian aproximadamente 25 millones de productos intermedios, insumos y productos terminados que diariamente generan 312,5 billones de combinaciones de precios relativos. En economías avanzadas como EE.UU o Japón -donde se utilizan 100 millones de artículos diferentes- se originan todos los días 4.999,8 trillones de combinaciones de precios relativos.
Por eso serán estériles los esfuerzos informáticos del ministro Kicilloff para calcular costos e intervenir en los márgenes de ganancia de las empresas privadas. No existe ni podrá existir nunca una planilla Excel ni computadora alguna que pueda calcular y concertar tamaño “tsunami de datos” y menos en forma ágil, inmediata y simultánea.
Tanto el gobierno de Cristina, como los políticos que están al acecho, debieran comprender por el bien de ellos mismos, que las políticas basadas en cepos cambiarios, impuestazos, intervencionismo, gritos agresivos de funcionarios, controles de precios y congelamientos, terminan siendo verdaderas salvajadas que sólo sirven para desestructurar el orden económico y rebajar la economía nacional a un nivel propio de la época de las cavernas.
LIBERTINAJE ECONOMICISTA y DIRIGISMO POLÍTICO
La persistencia de políticas basadas en medidas intervencionistas nos está conduciendo al estancamiento y la decadencia. Sin darnos cuenta, están instaurando la anarquía de grupos dominantes que inclinan la economía hacia su propio beneficio provocando la inestabilidad en perjuicio del pueblo.
Debemos reconocer que la política de “frivolidad economicista” ensayada durante la gestión del gobierno peronista de Carlos Menem, fracasó porque había abandonado la forma de ordenación de la economía a manos de astutos amigos del poder, infectados de corrupción.
Pero la idea de reemplazar la iniciativa privada por “la voz de mando” con funcionarios omnipotentes que se creen iluminados, instaurada en los gobiernos peronistas de Néstor y Cristina Kirchner ha sido más desastrosa aún, porque expandió el ámbito de la corrupción.
Ambos ensayos “la frivolidad economicista” de Menem y “el vamos por todo” de Cristina han engendrado el virus letal de la democracia: la corrupción enquistada en el poder. Sólo faltaría la complicidad de la justicia para que nuestro régimen político se convierta en un vasto latrocinio. La solución de esta larga ristra de fracasos se encuentra en un cambio copernicano: la decisión firma y sostenida de organizar el proceso económico en base al orden de la competencia, liberando las energías de la iniciativa privada y superando la anarquía de los grupos corporativos y sindicales. Pero esto será motivo de un próximo comentario. Ahora invitamos a examinar pacientemente la siguiente reseña histórica de nuestros fracasos políticos y económicos.