La estructura de la revolución kirchnerista
Siguiendo a Althuser y Foucault (sin tener conciencia de ello quizá por su ignorancia conceptual), el kirchnerismo niega toda diferencia entre conocimiento e ideología, afirmando -con la misma arrogancia-, la validez absoluta de esta última.
Esa ha sido en esencia la revolución de las ideas que han querido imponernos solapadamente.
Esta postura conduce inevitablemente al escepticismo popular, porque convierte el conocimiento en una simple sucesión de “interpretaciones” lanzadas desde el poder para afirmarse en su camino y apoyarse en la validez de algunos apotegmas que, en algún momento y para su propia desgracia, los terminan expulsando de la realidad.
Las manipulaciones kirchneristas, alejadas siempre de cualquier “hipótesis de alternativa”, les han hecho vivir así en un estado de permanente exaltación negando de plano la “naturaleza de las cosas”.
La inflación –por dar un solo ejemplo-, no es para ellos en ese contexto más que la consecuencia de la avidez de algunos empresarios inmorales. Con ese simplismo reduccionista creen haber resuelto el dilema, como así también todos los otros, lo que ha terminado sumiéndolos finalmente en una aguda crisis de “legitimidad intelectual”.
La ridiculez de una épica adolescente les hizo proferir innumerables burradas para justificar la vigencia de argumentos insustanciales que les permitieran sostener un nuevo paradigma, cual si fuera un tratado posmoderno de los principios de la relatividad de Newton o de la química de Lavoisier.
Su discurso se pobló de tal manera de falsificaciones descaradas, que fueron cayendo una a una al chocar con el mundo “real”. Ese que obliga a vivir de acuerdo con las “evidencias de la naturaleza”.
Mientras tanto, fueron comprando la conciencia de los más necesitados y utilizaron una larga serie de pretextos para sustraerse a la moral, tratando de aplazar indefinidamente los criterios de éxito o fracaso, porque lo importante era proveer nueva vida a un pensamiento “purificador” que olvidase el análisis de las
CONSECUENCIAS DE SUS ACCIONES.
Cuando se estudie en el futuro la historia K con mejor perspectiva, podrá verse “negro sobre blanco” que solo se limitaron a reproducir ciertos comportamientos que ya habían fracasado antes, como ocurrió con las revoluciones militares: la detención del poder por parte de un minúsculo grupo autoritario, hoy sin uniforme.
Los extremos se tocan, e izquierdas y derechas terminan agotando su discurso en un abrazo fraterno que simboliza el fracaso de su arbitrariedad conceptual.
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