martes 18 de marzo de 2014
¿Qué son las «necesidades básicas»?
«Las necesidades básicas son todas aquellas necesidades vitales que contribuyen directa o indirectamente a la supervivencia de una persona, siendo éstas:
1. comer,
2. beber y
3. dormir.
En la sociedad actual, en la que hay división de trabajo, a las necesidades básicas se suman los siguientes aspectos:
1. El trabajo como un medio para el sustento y, por tanto, para la supervivencia de la propia persona o de la familia.
2. La vivienda como un lugar para vivir y dormir.
3. La protección contra ataques a la vida y a la propiedad que la persona requiere para sobrevivir.
Por tanto, las ideas fuerza políticas referidas a las necesidades básicas rezan:
1. Procurar alimentos a precios y en lugares accesibles para todos.
2. Procurar agua en cantidad y en calidad suficiente a precios y en lugares accesibles para todos.
3. Procurar espacio habitacional en la cantidad y con la calidad necesarias a precios y en lugares accesibles para todos.
4. Combatir la pobreza, si la satisfacción de las necesidades es un problema de la pobreza.
5. Procurar puestos de trabajo para aquellos que buscan trabajo.
6. Combatir la criminalidad para proteger la vida y la propiedad requerida para sobrevivir.
En tanto en una sociedad o en partes importantes de la misma existan problemas para satisfacer las necesidades básicas, éstas deben tratarse prioritariamente, o al menos mencionarse, en la discusión.»[1]
Más allá de lo cuestionable de hablar de «ideas fuerza políticas» en relación a este tema, podemos observar que -según este autor- habría «necesidades básicas» anteriores a la «sociedad actual» (no aclara tampoco dónde daría comienzo, o cual sería el punto de partida que considera para dar inicio a lo que llama «la sociedad actual») y posteriores a dicho «misterioso» comienzo de «la sociedad actual».
Vemos, además, como el concepto de «necesidades básicas» cambia con el tiempo.
No es tan importante entonces tratar de establecer una definición de «necesidades básicas» sino que lo que parece más urgente es dar por sentado que el ser humano tiene necesidades, y a partir de allí estudiar cual es la mejor forma, vía o camino para lograr cubrirlas. En este aspecto, sólo existen dos posibles: el estado-nación o el mercado como únicas dos rutas factibles para dicha satisfacción.
Lo que interesa destacar es que el nebuloso concepto de «necesidades básicas» siempre ha sido manejado políticamente:
«Hagenbuch arguye (págs. 9-12) que “sin darnos cuenta nos deslizamos hacia un sistema en el que todos dependen permanentemente del estado para ciertas necesidades básicas, incrementándose, a la vez, de modo inevitable, tal dependencia. No es ya que los servicios sociales dejan de autofinanciarse, sino que se autopropagan…No cabe la menor duda que existen profundas diferencias entre un sistema que proporciona, ocasional y temporalmente, a unos pocos seres desgraciados una ayuda que les permite sobreponerse a un infortunio y aquel otro sistema que decididamente aspira a canalizar, de modo permanente, una gran porción de los ingresos de cada individuo a través del estado. La ausencia de correlación entre lo que el individuo pone y lo que el individuo toma; la situación política que se crea en cuanto es objeto de discusión cualquier especie de desigualdad en la distribución de las rentas, y el extremado paternalismo que a todo se aplica anuncia la rápida desaparición de esa escasa porción de la renta nacional, que no circula a través del lago común de los servicios sociales, y la aparición, en cambio, de una tendencia hacia el completo control de todas las rentas…Por lo tanto, cabe anunciar el conflicto político que a largo plazo ha de plantearse como sigue: por una parte, podemos apuntar a un sistema de servicios sociales que acabe con la pobreza haciendo pobres a todas las gentes (o rica, según el criterio de cada crítico), otorgando beneficios de tipo universal y socializando la renta nacional. Por otra parte, cabe aspirar a un sistema de previsión social que haga desaparecer a los necesitados mediante elevar a aquellos que se encuentran por debajo del nivel de pobreza, concediendo subsidios tan sólo a grupos de gentes necesitadas, sobre la base de la prueba de recursos en las categorías aseguradas y teniendo presente que llegará un día en que tales servicios ya no serán necesarios porque incluso el nivel de vida de los grupos con rentas más bajas se hallará por encima del nivel de pobreza”.[2]
El problema de este último enfoque es que la noción de pobreza es relativa como lo muestra su misma definición:
«pobreza. Carencia de los bienes y servicios necesarios para satisfacer las necesidades básicas. El concepto, como lo indica su propia definición, es de índole relativa: se es pobre -o rico, en este contexto- con respecto a la situación de otras personas o países, pues la misma idea de necesidades «básicas» es imprecisa y porque los individuos nunca pueden satisfacer por completo sus necesidades.»[3]
Y esta relatividad inherente, es la que a menudo se pasa por alto en todos los estudios de pobreza, especialmente los efectuados por parte de organismos estatales que dicen tener por objeto la eliminación del flagelo.
Por otro lado, lamentablemente, la experiencia ha demostrado en todas partes del mundo que el sistema de subsidios «temporales», se ha convertido -con el tiempo- en permanente por varias razones. Entre ellas destacan:
<![if !supportLists]>1. <![endif]>Los incentivos que reciben los subsidiados a seguir percibiendo el «beneficio social» en lugar de buscar un trabajo por sus propios medios o medios ajenos. Es decir, se estimula perpetuar la condición desubsidiado, al tiempo que se desalienta el menor esfuerzo por generarse recursos propios en aquel.
<![if !supportLists]>2. <![endif]>Los incentivos políticos que se traducen en que los políticos no tardan en descubrir que el ofrecimiento de prebendas y subsidios al electorado en sus compañas aumenta considerablemente su caudal de votos.
Ambos factores se retroalimentan mutua e incesantemente.
[1] Schröder, Peter. Estrategias políticas / ISBN 0-8270-4733-9 p. 147
[2] Friedrich A. von Hayek. Los fundamentos de la libertad.
[3] Carlos Sabino, Diccionario de Economía y Finanzas, Ed. Panapo, Caracas. Venezuela, 1991. Voz respectiva.
Fuente: Accion Humana