El año del Papa y los tiempos de Cristina Kirchner
Jorge Mario Bergoglio cumplió un año como Papa. La historia del Vaticano, la propia y la de Argentina, cambió en este tiempo. La presidenta de Argentina pasó de negar el saludo a su paisano a sentarse en su mesa, recibir sus llamadas –no son pocas- y atender, a su manera, sus mensajes.
El Papa se convirtió en una figura que toda la clase política argentina quiere tener cerca y ella no es una excepción. El lunes almorzará con él en la Casa de Santa Marta. Compartirán menú y mantel por segunda vez pero será la tercera que se vean las caras en persona desde la última fumata blanca de la Capilla Sixtina (la anterior entrevista fue en Río de Janeiro).
El ex arzobispo de Buenos Aires, jesuita y próximo al peronismo en su juventud, es también un político fino. En el Vaticano ha recibido a candidatos que aspiran a suceder a Cristina Fernández de Kirchner en el 2015 (no a Sergio Massa), a ex presidentes (Eduardo Duhalde) y, entre otros, a líderes con los que mantenía una estrecha amistad antes de ser quien es. El mensaje general fue:Ayuden al Gobierno a terminar en condiciones decorosas.
Un episodio enturbió las gestiones del Jefe del Estado del Vaticano, la publicación en la prensa argentina de una minicumbre o mesa de diálogo en Roma con la participación de sindicalistas, algún que otro ministro y representantes del sector empresarial. La noticia no fue desmentida oficialmente por los hombres de Francisco, que utilizó otros caminos para descalificarla, aunque en privado haya animado al diálogo y a la unidad.
El Ejecutivo argentino se tomó su tiempo en reaccionar pero negó con determinación una convocatoria concreta de esa naturaleza. La sombra de la injerencia del jefe del Vaticano en asuntos de otro Estado sobrevoló peligrosamente a este lado del rio de la Plata.
Estos días las aguas están más tranquilas. Parece que en Argentina no pasa nada aunque en una manifestación arrojen por un puente a un discapacitado, la droga aparezca en túneles y los docentes sigan en huelga. La inflación y otros temas económicos ocupan, de momento, un segundo plano. Apenas la discusión en el Senado del acuerdo de Ypf con Repsol pareció alterar la tensa calma del país. Las lágrimas del secretario legal y técnico,Carlos Zannini, fueron la nota de color en esa sesión pero la lectura del llanto, al recordar a un ex trabajador de la vieja Ypf, se atribuyó a otras razones más oscuras. El juez federal Norberto Oyarbide, vinculado a presuntos casos desoborno y hasta a la muerte de un camarero, reconoció públicamente haber recibido y acatado la orden emitida desde su Secretaría para no ejecutar el registró de una cooperativa financiera en la que el Gobierno –o alguno de sus miembros- tendría intereses. El mismo juez que absolvió al matrimonio Kirchner, en tiempo récord, de enriquecimiento ilícito, habló. Estaba mandando un aviso.
Cristina Fernández puede no estar en todo pero, aseguran, puso el grito en el cielo y el dedo acusador en Zannini cuando el juez amenazó con cantar algo más que ópera. Los pecados de los Kirchner en la justicia se los absolvió este peculiar magistrado, devoto de vírgenes, estampitas, escándalos y eternobenefactor del poder en las causas sucias.
Es posible que el Papa no hable de estos detalles con la viuda de Néstor Kirchner y se interese más por su salud. También es probable que Francisco le indique el sendero menos traumático para llegar al final del camino de su mandato. Todo hace indicar que la Presidenta, ahora, le quiere escuchar. Ya no ve a Bergoglio cuando mira al Papa y su palabra, también ahora, le parece la palabra de Dios. Lo dicho, son otros tiempos.
Fuente: abcblogs.abc.es