De encuestas y encuestadores
Si éste es o no el mejor momento para hacer un sondeo, a nivel país, con el propósito de analizar la intención de voto de los argentinos respecto de los candidatos presidenciales ya definidos, es asunto sujeto a debate
Hay quienes —con buenas razones… argumentan que, faltando aun diecisiete meses para substanciarse los comicios generales del año próximo, las encuestas son demasiado relativas para ser tenidas en cuenta. Sobre todo, en atención al hecho de que, si bien hay nombres inamovibles en la grilla —Massa, Scioli y Macri— todavía nadie sabe qué sucederá en a UNEN, donde existen tres postulantes para cubrir el mismo puesto: Cobos, Binner y Sanz.
Claro que, en la vereda de enfrente, están los que sostienen —asistidos por una lógica elemental— que, en términos de relevamientos electorales, no hay tal cosa como “el mejor momento”. Suponer que, un año y medio antes, no tiene sentido preguntarle a la gente por sus preferencias acerca de los presidenciables conocidos, es confundir la esencia del tema. Para éstos, cualquier momento es bueno porque cuanto se intenta mostrar no es un dogma canónico o una decisión definitiva sino apenas tendencias que pueden cambiar de un día para otro o con el correr de los meses.
Como quiera que sea, las encuestas han vuelto a ocupar un lugar de privilegio en el escenario político y sus conclusiones comienzan a ser discutidas y sometidas a análisis en los programas de televisión, en las columnas de los diarios más importantes, en la calle y —por supuesto— en los estados mayores de los diferentes partidos y en la Casa Rosada. Aun los escépticos respecto del peso y la exactitud de estas muestras no tienen más remedio que mirarlas atentamente.
A la primera conclusión que se llega, sin necesidad de ser un experto en la materia, no es nueva. Se ha repetido desde hace mucho y tiene que ver con la seriedad. Es que si el número de casos de dos o más encuestas es igual o similar, el distrito es el mismo y también las preguntas, carece de explicación que —por ejemplo— Julio Aurelio muestre al gobernador de Buenos Aires un punto arriba del ex–intendente de Tigre, mientras Poliarquía lo tiene a Massa con cinco puntos de ventaja sobre Scioli y Hugo Haime estire esa diferencia a casi ocho.
Dando por sentado que todos son honestos intelectualmente, o se equivoca Aurelio o los equivocados son los otros arriba señalados y, con ellos, el resto de los encuestadores. Porque lo cierto es que los datos de Aurelio no son compartidos por ninguno de sus demás colegas. Es curioso, asimismo, que la muestra sólo haya sido publicada en Página 12, el house organ del kirchnerismo, y hecha a pedido de Scioli. Puede que sean meras coincidencias pero puede existir una falta de responsabilidad profesional alarmante. Conviene, pues, andarse con cuidado en la materia y no dejarse llevar ni por la fama ni por la brillantez de los expositores. Lo verosímil no siempre resulta verdadero.
Hay dos reglas de oro que es menester tener presente: 1) Cuando los encuestadores no dan a conocer números concretos y solo hacen las veces de analistas, suelen confundir las expresiones de realidad con las de deseo. Esto es muy notable en aquellos que trabajan para un gobierno sin demasiados votos. Es el caso típico de Artemio López y de Roberto Bacman, que hacen malabarismos para mostrar que al kirchnerismo las cosas le salen bien y mantiene intactas sus chances de ganar. 2) El pasado realza o condena a los encuestadores. Para conocer su seriedad basta comparar sus muestras publicadas una o dos semanas antes de cualquiera de las elecciones pasadas con el resultado final de las mismas.
Más allá de alguna excepción en extremo sospechosa, hoy Sergio Massa lleva las de ganar frente a Scioli y Macri, claramente. En general, hay coincidencia que ése es el orden; primero el del Frente Renovador, segundo el candidato in pectore del kirchnerismo, y tercero el jefe del PRO. Fuera de éstos, Binner y Cobos, según cuál sea el relevamiento, pelean lejos del pelotón de punta el cuarto y quinto puestos. Por su parte, Elisa Carrió y Ernesto Sanz prácticamente no cuentan.
Uno de los aspectos más interesantes es ver cómo, en punto a UNEN, una cosa son sus candidatos considerados individualmente y otra —harto distinta— es la fuerza política analizada en conjunto. Lo que revelan los sondeos a los cuales venimos haciendo referencia es que, como sucede de ordinario en materia política, 1 + 1 no es 2. De momento, al menos, la suma de Cobos, Binner, Sanz y Carrió es engañosa tomada como un número demostrativo del potencial que tienen si marchasen unidos a las elecciones. En montón, se acercan o inclusive superan a Macri; pero creer que cualquiera de los nombrados recibiría los votos de todos los demás una vez que haya un solo candidato, es una ilusión. Las matemáticas suelen darse de patadas con las intenciones de voto de la gente.
El otro aspecto, del mayor interés, que aporta la última encuesta de Raúl Aragón está relacionado con la manera como los votantes del país visualizan a quienes competirán en octubre de 2015 por sentarse en el sillón de Rivadavia. Valgan estos dos ejemplos: a Sergio Massa son más los que lo ven como un candidato no necesariamente peronista que los que creen que representa al justicialismo, mientras que a Scioli constituyen una gran minoría los que lo asocian al kirchnerismo más que a una posición independiente.
Cuidado, entonces, con las explicaciones lineales y las asociaciones fáciles que se dejan leer o se escuchan con frecuencia en estos días. Son legión los que repiten que Massa y Scioli son peronistas. Aunque lo fuesen —y hay motivos para definirlos de esa manera— poco importaría si en el cuarto oscuro un porcentaje importante de la población no lo creyese y obrase en consecuencia a la hora de votar. En este orden, importan menos las consideraciones académicas —por sesudas que éstas sean— que las preferencias y razonamientos de los hombres y mujeres anónimos dispuestos a sufragar. Hasta la próxima semana.
Fuente: por gentileza de Massot / Monteverde & Asoc.