Brasil y los desafíos de 2015
Sea quien sea el próximo presidente de la República, 2015 no será un año de fácil digestión. Desde un punto de vista macroeconómico hay una serie de problemas que requieren soluciones que conflictivas entre sí.
Hay dos problemas apremiantes: el deterioro de las cuentas externas y la inflación. Y un tercero: las restricciones fiscales después del festival de exenciones no planificadas en los últimos años.
El primero requerirá un reajuste de las tarifas en un momento cualquiera del futuro. Este ajuste afectará a la cadena de precios, no sólo al producto final sino también a la extensa gama de productos intermedios de la cadena de producción integrados en los distintos sectores industriales.
A este impacto se sumará el ajuste represado de las tarifas de servicios públicos. El gobierno cuenta con una sola bala para combatir la inflación: el aumento de la tasa Selic.
La economía va ya a marcha lenta y hay un reflujo en la oferta de crédito de los bancos. El aumento de la tasa Selic tendrá un impacto directo sobre el tamaño de la deuda interna neta como porcentaje del PIB. Y el ralentí de la economía afectará a los ingresos fiscales.
Hay dos problemas apremiantes: el deterioro de las cuentas externas y la inflación.
Habrá alguna ganancia fiscal con la devaluación cambiaria debido al volumen de las reservas en poder del Banco Central. Pero no habrá manera de obviar un apretón fiscal si se desea detener el aumento de la deuda pública como porcentaje del PIB.
Todo ello en un contexto en el que el empleo, los salarios y las rentas comenzarán a disminuir debido a la pérdida de la vitalidad de la economía y, específicamente, de la industria de transformación.
En otros tiempos el fantasma de la hiperinflación y el caos fiscal era suficiente para imponer medidas macroeconómicas drásticas más allá de la discusión pública. Hoy en día, no.
Atrás han quedado los días en que la única medida para calibrar la acción del gobierno era el PIB.Ahora hay un activo nacional valiosísimo – la tasa de desempleo – que ha entrado definitivamente en la evaluación de las políticas públicas y la calidad de los servicios públicos.
Todos estos retos habrán de ser enfrentados por el próximo presidente. La candidata Dilma tiene una desventaja, una ventaja y una incógnita.
La desventaja es el grado sin precedentes de desgaste con la comunidad empresarial. La ventaja de Dilma es la continuidad, el hecho de no comenzar con gobierno desde cero.
La incógnita está en el comportamiento de la presidenta, si es reelegida. ¿Entenderá las debilidades del primer gobierno y tratará de corregir el rumbo, o se sentirá fortalecida para mantener y aumentar su estilo voluntarioso?
En cuanto a Aecio Neves y Eduardo Campos, hay un conjunto más amplio de vulnerabilidades. Quien sea elegido se enfrentará a una herencia difícil, teniendo que gestionar todos los problemas de la transición, del montaje del nuevo gobierno, las alianzas políticas y la falta de ascendencia sobre los movimientos sociales. Y con la crisis a la vista, con el riesgo de frustrar las expectativas en el primer año.
Con todos estos riesgos en juego, probablemente la política económica no va a variar mucho, gane quien gane: será cautelosa, aguantando hasta que la recuperación de la economía mundial traiga una solución externa.
En fin: un juego para adultos. Pero hasta ahora lo que se ve es sólo un intercambio de acusaciones y críticas entre los precandidatos sin siquiera un discurso que indique un plan de acción estratégico.
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