El costo de los derechos
Desde que la gente aceptó la existencia del estado, aceptó también que el ejercicio de todo derecho tiene un costo y que el cumplimiento de las obligaciones puede ser exigido compulsivamente.
Stephen Holmes y Cass R. Sunstein nos recuerdan que “…donde hay un derecho, hay un remedio, es una máxima legal clásica. Los individuos gozan de sus derechos…en sentido legal, sólo si su propio gobierno repara en forma justa y predecible las ofensas que sufren….”
Ese sería un aspecto que tiene que ver con una de las funciones del estado que es la de prestar el servicio de acceso a la justicia para garantizar el goce de los derechos.
Pero hay otro aspecto que tiene que ver con la economía y la escasez, como escribió Roberto Cachanosky el domingo pasado que son los derechos que va “conquistando la gente” a medida que la ciencia, la investigación y su resultado, la tecnología, generan mayores posibilidades de bienestar y reduce el precio de los bienes y servicios.
Claro está, conviene aclarar, en una economía dónde no existan los Kiciloff o los Moreno o lo “K”, porque en esos supuestos no hay política ni escuela económica que resulte viable, porque parte de la base que la escasez es una artimaña de los empresarios para perjudicarnos a “…todas y todos….”; pero esto es otra cuestión.
Los trabajadores tienen en la ley de contrato de trabajo y en las convenciones colectivas un catálogo de derechos, algunos razonables otros no, que se celebran como “conquistas irrenunciables” y más de una vez se refuerza su costo, paradójicamente para “asegurar” su goce.
No falta quien en épocas de crisis promueve duplicar o potenciar las indemnizaciones por despido para garantizar el pleno empleo sin advertir que en general las causas de la desocupación, la caída de la actividad, las recesiones son generadas por los propios gobiernos con sus políticas
populistas que en definitiva favorecen a los que más tienen y castiga a los que menos tienen.
Nadie puede hoy dudar que toda persona merece gozar de vacaciones pagas y así los tiempos de vacaciones oscilan entre los 14 y 35 días, pero pocos piensan que el otorgamiento de las vacaciones tiene un costo que paradójicamente también paga el propio trabajador.
Cuando un empresario produce un bien al fijar su precio tiene en cuenta el costo que le significa, entre otros rubros, el costo vacacional según los días que le insuman por tal concepto su planta laboral. Esto significa que el empleado de la empresa “A”, cuando compra un producto de la empresa “B” está pagando a sus trabajadores, una parte de su salario vacacional.
Esto me lleva a razonar que la duración del tiempo vacacional no solo se debería fijar por la antigüedad del trabajador, sino también por el tipo de esfuerzo. Dicho en otras palabras debe existir un tiempo mínimo de vacaciones, debe existir un tiempo diferencial vacacional según el esfuerzo que debe realizar cada trabajador.
Por ejemplo en los casos de los pilotos comerciales, la reglamentación que regula su actividad determina que deben descansar 30 días más un lapso de 10 o 15 días en la estación opuesta en el periodo de un año aniversario y no se pueden acumular.
Podría darse el caso que hubiere empresas de alta productividad que pudieran financiar mayores tiempos vacacionales a lo largo de un año.
La gente también piensa que los servicios que presta el estado de acceso gratuito no tienen costo, como es el caso de la educación o la asistencia de salud, sin embargo esa creencia se extiende al servicio de transporte comenzando a instalarse en parte de la sociedad que el precio de las tarifas debe ser mínimo.
Vale decir que hasta el aire que respiramos dejó de ser gratuito ya que mantener el aire limpio tiene un costo muy superior a de lo que somos capaces de pensar.
Si bien el tema da para mucho hoy hemos querido señalar algunos puntos básicos, no hay derecho gratuito y cuando se lucha por uno o más derechos tenemos que pensar como y quien lo financiará.
La marginalidad o el trabajo no registrado precisamente tiene que ver con el “costo” de los derechos” y con el costo que implica la “registración”
Hoy día hay muchas actividades que solo son viables si parcial o totalmente trabajan “en negro” y si tuvieran que ponerse en regla no podrían existir.
Los que están en la marginalidad paradójicamente persiguen fines nobles pero quizás una de las formas o modos de desalentar la marginalidad seria la de crear sistemas diferenciales según la magnitud de cada negocio.
Me pregunto un kiosco, un bar de barrio pueden tener y cumplir el mismo régimen laboral, fiscal y previsional que una gran empresa como Peugeot, IBM o Techint…?