En veremos
El análisis de Vicente Massot
No deja de resultar curioso que los radicales y peronistas de todo el país, seguramente preocupados por el futuro —cada vez más incierto— de sus respectivos partidos hayan decidido reunirse el mismo día para debatir —aquéllos en San Fernando y éstos en Mendoza— qué hacer el año próximo, de cara a las elecciones de agosto y de octubre.
Casualidades aparte, así como en la zona norte del Gran Buenos Aires montaron sus tiendas los seguidores de Alem, invitados por Ernesto Sanz, y otro tanto hicieron los incondicionales de Perón en Cuyo, hubo dos espectadores de lujo interesados en conocer —uno instalado en la Capital Federal y el otro en la localidad de Tigre— qué pasó en esos cónclaves. Sobre todo en el que animó la plana mayor de la UCR. Es que, después de todo, Mauricio Macri y Sergio Massa —si bien no se hicieron presentes en ninguno de los dos lugares— se hallan en el centro del debate de UNEN, en general, y del radicalismo, en particular.
Como la balcanización de la UCR está a la vuelta de la esquina, básicamente en atención a una verdadera rareza —la fuerte presencia del partido en, al menos, diez provincias, acompañada de la orfandad absoluta de candidatos presidenciales en condiciones de ganar— es lógico que sus correligionarios se hayan congregado con el propósito de resolver, si acaso fuera ello factible, el problema que los amenaza.
No sólo deben lidiar con las limitaciones antes expuestas. Dos de los tres presidenciables lanzados al ruedo han salido a la caza de radicales con notables posibilidades de éxito. El jefe del gobierno autónomo de la ciudad de Buenos Aires y el líder del Frente Renovador necesitan a los radicales provinciales tanto como éstos a ellos. Al respecto, no se requiere demasiada inteligencia para comprender hasta dónde el PRO y el FR giran pura y exclusivamente en derredor de sus jefes, huérfanos de toda estructura fuera de la Capital Federal, en el caso del machismo, y del ámbito bonaerense, en cuanto se refiere al massismo. Así, pues, uno y otro intentan aliarse a los aparatos y votantes de los diversos radicalismos provinciales desplegando una estrategia idéntica, basada en el principio clásico del do ut des (“doy para que me des”).
A esta altura de la carrera —o sea, a diez meses vista de las PASO y a poco menos de un año de la primera vuelta— nadie sabe todavía dónde estará parado a finales de junio, cuando se hayan cerrado las alianzas y deban presentarse a la justicia electoral las listas definitivas de candidatos. ¿Alguien podría explicar seriamente cuál habrá de ser el derrotero del radicalismo en el próximo semestre? ¿Quién sabe hoy cuál será la fórmula del PRO o del Frente Renovador o cuáles, finalmente, de los radicales de las provincias, terminarán formalizando acuerdos con Massa o Macri?
Quizás la única certeza —que puede anticiparse sin necesidad de oficiar de oráculos— es el astillamiento y posterior disolución de la UNEN tal como la conocemos. Que Pino Solanas, Tumini y Donda —para ponerlo con nombres y apellidos— no tienen nada que ver ni qué hacer con el PRO y el Frente Renovador, es algo claro como el agua. Salvo en caso de suicidarse —y lo mismo vale para el socialismo de Hermes Binner y la bandería a cuya cabeza revista Margarita Stolbizer— ninguno de todos ellos podría formar parte de una alianza semejante. Pero esto es lo menos importante por cuanto nadie se halla interesado en subirlos al tren. O son piantavotos o carecen —excepción hecha de los socialistas en la provincia de Santa Fe y de la Stolbizer, en ciertas zonas de la provincia de Buenos Aires— de peso electoral.
Lo que está en discusión es si en la UCR triunfarán las posiciones centrípetas o se impondrán las centrífugas; o —si se prefiere— si habrá acuerdo entre las distintas posiciones que bullen en su seno —empresa harto difícil— o si se terminará quebrando como sucedió en Tucumán, en 1957. Hoy no hay un Balbín o un Frondizi, pero igualmente las distancias entre Ricardo Alfonsín y Oscar Aguad son abismales.
El lunes pasado, en San Fernando, no se decidió nada definitivo y era lógico que así fuese. El cónclave carecía de facultades para adoptar una resolución. Sin embargo, estuvieron presentes todos los que en el curso del verano y principios del otoño de 2015 deberán optar por quedarse con sus actuales socios de UNEN, encolumnarse detrás de Macri, aliarse con Massa o imaginar una oferta electoral en donde haya de todo, como en botica. Lo que ha trascendido —que decidieron reforzar UNEN, apoyar un candidato propio y avalar acuerdos provinciales con otras fuerzas— no cierra la cuestión de fondo. La deja abierta de par en par.
En Mendoza la tenida tuvo otros ribetes como consecuencia de unos factores y unos actores que no se parecen en nada a los de los radicales. El peronismo que viajó a Cuyo se halla en una suerte de cuerda floja en donde debe hacer equilibrio entre la disciplina despiadada que el impone el kirchnerismo, las necesidades imperiosas de Daniel Scioli de afianzarse como candidato y las aspiraciones todavía enhiestas de Randazzo, Rossi y Urribarri.
Por de pronto allí no estuvieron todos los justicialistas de fuste. Con decir que faltaron José Manuel de la Sota, Adolfo Rodríguez Saa, Carlos Reutemann y Sergio Massa, además de los K, está todo dicho. Sí se dieron cita quienes no pueden, de momento, vocear en público sus disidencias con los K y, al mismo tiempo, saben que antes de junio deberán elegir a Daniel Scioli o al candidato del Frente Renovador. Hoy, por supuesto, la mayoría dice hallarse dispuesta a cerrar trato con el gobernador bonaerense. De palabra ninguno cometería la torpeza de inclinarse … por el de Tigre. Las promesas actuales se mantendrán en tanto y en cuanto las encuestas indiquen que el ex–motonauta tiene posibilidades de meterse en una segunda vuelta. Por eso mismo, todo cuanto se escuche hoy será conveniente tomarlo con beneficio de inventario.
Hasta junio seguramente el látigo y la billetera del poder central mantendrán al PJ oficialista formado y calladito la boca a la espera de las instrucciones de la Señora. Pero, ¿qué pasaría si antes de vencer los plazos para la inscripción de alianzas y los cierres de listas, Scioli midiese mal o si sus chances de imponerse en cualquier escenario de segunda vuelta, resultasen remotas? ¿Alguien cree que el peronismo estaría dispuesto a inmolarse por Cristina Fernández y Daniel Scioli?
Lo expuesto hasta aquí apunta a quitarle importancia y dramatismo a las dos reuniones del día lunes. Claro que fueron importantes, a condición de saber que no fueron ni decisivas ni definitivas. Por ahora, seguimos en veremos. Hasta la próxima semana.
Fuente: por gentileza de Massot/Monteverde & Asoc.