Mi discurso imaginario ante el Congreso
No le pido un sacrificio a la gente que trabaja. Le pido a los que no trabajan y viven de los que producen que se pongan a trabajar
Estimados compatriotas, es mi obligación como presidente de la república informar a sus habitantes sobre el estado en que se encuentra la nación. El pueblo tiene derecho a saber qué ha dejado el anterior gobierno y como vamos a encarar las soluciones a los múltiples problemas que el kirchnerismo le ha dejado, no a este presidente, sino al pueblo de la nación. A cada uno de Uds. Los problemas que le ha dejado Cristina Fernández a los que me votaron y a los que no me votaron.
Entre la infinidad de problemas que la señora Cristina Fernández le ha dejada a cada uno de mis compatriotas, se encuentra el fiscal. En su desaforado populismo y escándalos de corrupción, ha llevado el gasto público hasta niveles nunca antes alcanzados. Pero también la señora Cristina Fernández ha aumentado la presión tributaria hasta niveles de verdadera confiscación del fruto del trabajo de cada uno de Uds. A pesar de esa presión impositiva salvaje las cuentas fiscales no cierran. El estado gasta más de lo que le ingresa por impuestos y por lo tanto tiene déficit fiscal. Ese déficit fiscal fue financiado con emisión monetaria produciendo la inflación que todos Uds. padecen y que, durante años, el populismo k se encargó es esconder destruyendo el INDEC.
El fenomenal aumento del gasto público no se ha traducido en más seguridad para la gente, educación, salud, mejores rutas o bienes públicos que beneficien a la población. Por el contrario, el estado ha sido destruido para cumplir sus funciones básicas de proteger el derecho a la vida, la propiedad y la libertad de las personas y fue transformado en un botín que tomaron por asalto y en beneficio propio las anteriores autoridades. El estado se ha transformado en el principal saqueador de los habitantes.
Para que mis conciudadanos tengan una idea del uso del estado en beneficio de una facción política le doy el siguiente dato: tomando la nación, las provincias y los municipios, el total de empleados públicos era de 2,4 millones de personas en 2003 dejando, en 2015, 4,2 millones de empleados estatales. Han duplicado la cantidad de empleados públicos pero Ud. no tiene mejor salud, educación o seguridad.
Estimados compatriotas, a Uds. le han quitado el fruto de su trabajo a través de una feroz presión impositiva para mantener a gente que no hacía nada útil para Ud. Por el contrario, el estado abusó de su poder para quitarle su trabajo y dárselo a militantes del kirchnerismo para beneficio de los jerarcas de ese partido.
Ahora bien, frente al enorme déficit fiscal que nos ha dejado Cristina Fernández algunos asesores me dicen que no baje el gasto público, sino que estimule el ingreso de capitales. Ese ingreso de capitales movilizará la economía, habrá más actividad, más recaudación tributaria, menor déficit fiscal y, finalmente, menor necesidad de emitir moneda para financiar el agujero fiscal y menor inflación.
Considero que este camino no es el adecuado. En primer lugar porque nadie va a invertir en Argentina mientras tengamos esta presión impositiva y esta alta tasa de inflación. Es imposible estimar la posible rentabilidad de una inversión cuando hay inflación porque no pueden proyectarse los costos en el largo plazo. En consecuencia, no veo como una salida posible esa opción.
Pero aun suponiendo que esa estrategia tuviera éxito, no estaría cumpliendo con mi deber republicano de cuidar los intereses de los habitantes porque estaría derrochando los recursos de la gente en un gasto improductivo.
Suponiendo que ingresaran esos capitales y el estado recaudara más, cobrar impuestos para mantener ñoquis no es ético ni contribuye a establecer valores de honestidad en nuestra patria.
Si no hacemos nada para bajar el gasto público y reducir el déficit fiscal, las opciones que tenemos por delante son las siguientes:
1) Aumentar la presión impositiva. Cobrarle más impuestos a Ud. que ya está agobiado por la carga tributaria que tiene que soportar. Espantaríamos a quienes quieren invertir y no habría nuevos puestos de trabajo para la gente
2) Emitir más moneda acelerando la inflación y deteriorando más rápidamente el poder de compra de los salarios
3) Tomar deuda interna. Actualmente el Banco Central está tomando deuda en el mercado interno para financiar el déficit fiscal. Esto quiere decir que al crecer la deuda crece el gasto público por los intereses que hay que pagar por ese creciente stock de deuda agravando la situación fiscal y generando una situación explosiva hacia el futuro. Por otro lado, al quedarse el estado con escaso crédito interno, el sector privado se queda sin financiamiento para invertir o la gente para adquirir con financiación bienes de consumo
4) Tomar deuda externa. En ese caso podremos tener una reactivación en el corto plazo porque el estado podrá gastar más sin cobrar más impuestos, pero, como en otros momentos de nuestra historia, esa deuda habrá que pagarla junto a los intereses produciendo otra grave crisis futura.
Compatriotas, como Uds. pueden ver aquí no hay magia posible. No hay artilugios financieros, monetarios o cambiarios que pueda resolver el problema estructural que hemos heredado: un gasto público exorbitante que no le brinda servicios a la población y ahoga a la economía.
Por las razones expuestas, considero que el camino más justo para la gente decente que vive de su trabajo y el más eficiente y beneficioso para el país, es bajar el gasto público.
Esto significa que todos aquellos que hoy viven del trabajo ajeno como son los ñoquis y legiones de gente que se consideran con derecho a no trabajar y a ser mantenidos con planes llamados sociales tendrán que salir a buscar un trabajo como lo hace cualquier de Uds. Luego explicaré cómo será esa transición para los que hoy viven del trabajo ajeno.
La función del gobierno es crear las condiciones institucionales y económicas para generar una gran corriente inversora que cree esos puestos de trabajo para que esa gente que hoy vive de sus impuestos empiece a vivir de su propio trabajo.
La herencia recibida nos deja, entonces, ante el dilema de no bajar el gasto público y continuar con el déficit fiscal, la inflación y el endeudamiento, o bien bajar el gasto público, devolverle poder de compra a la gente reduciendo impuestos y crear nuevos puestos de trabajo.
Por cada peso de impuestos que bajemos, gracias a la reducción del gasto público, el contribuyente tendrá un peso más para gastar, habrá más trabajo en el sector privado y quienes hoy cobran un sueldo por no hacer nada productivo en el sector público podrán conseguir un puesto en el sector privado pero trabajando y haciendo algo útil para el resto de la sociedad.
La economía cambiará porque ahora, en vez de producir uno (el contribuyente) y consumir dos: el contribuyente y el ñoqui de lo que produce el contribuyente, los dos producirán. Habrá más bienes y servicios en el mercado y mejorará el nivel de vida de la población.
En definitiva, frente a la herencia recibida que castiga a la gente con la inflación y la expoliación fiscal, la baja del gasto público es necesaria para terminar con esta penuria de la población que día a día trabaja decentemente para sostener un aparato estatal gigantesco que no le provee de los servicios públicos más esenciales.
Por otro lado, la baja del gasto público es comenzar a cambiar esta cultura perversa que se ha instalado en nuestro país por el cual todos se sienten con derecho a ser mantenidos por el trabajo ajeno. Consideran que tienen derecho a recibir bienes y a no trabajar. Y los políticos corruptos han estimulado ese comportamiento. Por eso nosotros quisimos llegar el gobierno. Porque decíamos Cambiemos estos valores de la cultura de la dádiva por la cultura del trabajo.
A la Argentina la construyeron nuestros abuelos que cruzaron el océano para venir a trabajar. No vinieron a buscar un plan social.
En definitiva, compatriotas, la baja del gasto público que proponemos es para terminar con el clientelismo político, la corrupción y restablecer la cultura del trabajo. Ser simplemente un país de gente decente y laboriosa.
No le pido un sacrificio a la gente que trabaja. Le pido a los que no trabajan y viven de los que producen que se pongan a trabajar. Eso no es un sacrificio, ni un ajuste. Es un acto de justicia.
En síntesis, propongo que Cambiemos la cultura de la dádiva por la cultura del trabajo para recuperar el camino de grandeza que hace tiempo construyeron nuestros abuelos y en una parte de la historia lo perdimos para caer en esta decadencia de la que les ofrezco salir.