Después de los holdouts, los buitres de acá…
Argentina fue durante doce años el país del relato. Construido en base a eufemismos y maniqueos manejos del mensaje se creó una ficción que hoy cae por su propio peso. Parafraseando a Hobbes, el kirchnerismo es así el lobo del kirchnerismo.
Adiós al país de los slogans, del “patria o buitres” que no significaba nada, de la soberanía energética falsa, del progreso porque la ruta 2 colapsaba en Semana Santa. Adiós a los vídeos obscenos que mostraban lo que muchos sabían pero dejaban pasar porque era más cómodo protestar en Facebook o porque temían las represalias.
El temor es también otra faz maléfica de la herencia kirchnerista. Hoy no se puede callar, pero tampoco es justo denunciar como un modo de extorsión para que regresen las dádivas o la pauta abultada. El periodismo debe entender que también para él, el cambio llegó.
No es posible que la administración Macri obtenga más respaldo en las calles que en la prensa. El rol critico es esencial pero solo cuando el argumento acompaña lo que se señala que está mal. El contexto y la sacada de contexto no pueden seguir siendo elementos utilizados al azar para disfrazar lo que conviene o lo que no hay.
Si la dieta se ha empezado el lunes pasado no es lógico pretender el miércoles haber adelgazado. Si el cáncer hizo estragos durante años no se puede erradicarlo sin pasar por los efectos colaterales del tratamiento necesario. Argentina no quedó sana y salva después de Cristina. Argentina quedó y sigue mal herida.
A Macri y compañía le toca la peor parte: lavar la herida, suturar, sacar el pus restante, eso inevitablemente duele pero es requisito sine qua non para cicatrizar a posterior. El problema que queda es que el perro que nos mordió sigue dando vueltas.
El gobierno actual tiene una función dual: cerrar el tema de los holdout y simultáneamente lidiar con los buitres locales que no dejan de merodear. Los apoyos logrados en la votación del pasado miércoles en la Cámara de Diputados son tan circunstanciales como lo es el apoyo del Frente Renovador o del peronismo que intenta diferenciarse del último “ismo” que lo absorbió.
Los intereses sectoriales acechan y Cambiemos deberá negociar con ellos en el día a día sabiendo que no hay garantías. Esa es una dificultad extra a la hora de evaluar como se sigue de aquí en más. Nada está dicho. Los abrazos de hoy pueden ser los puñales de mañana si no se sabe ceder. Pero ceder tampoco implica dejar de hacer lo que hay que hacer.
Habrá que ver hasta que punto Sergio Massa y Juan Manuel Urtubey priorizan el bien común a la ambición de poder. El camino del nuevo gobierno no está libre de obstáculos, también la tentación de la demagogia es una piedra que bloquea, y es menester tener plena conciencia de que las rosas que hoy arrojan tienen espinas que pueden lastimar después.
Lo cierto es que estos tres meses arrojan más aciertos que errores, sin “luna de miel”, sin la justicia todavía a la altura del cambio que se ha votado, sin aliados a perpetuidad todo es paso a paso en un campo minado. El optimismo, sin embargo, cabe en este escenario por la simple razón de que en la calle se respira un aval que quizás no es el mismo que se refleja en los medios masivos de comunicación.
Hay desconcierto en las redacciones de noticias, después de la militancia periodística, no parece serle fácil al cuarto poder recuperar el espacio que jamás debió ceder. El miedo a la obsecuencia choca con la necesidad de decir la verdad tal cual es, y a veces la verdad es decir: “se están haciendo las cosas bien“.
Claro son apenas tres meses, los próximos tres ofrecerán más razones o sin ellas para establecer si el rumbo que parece haber tomado el país es el que se ha deseado al votar el cambio. Que todo cambie sin cambiar nosotros es utopía bañada en hipocresía.
La especulación está impidiendo ver más allá del hoy para mañana. El empresariado aún no se situó a la altura de lo que se le demanda en esta nueva etapa. Guillermo Moreno ya no está aunque se lo quiera reinventar con un rol que no le cabe, pero ese mismo Guillermo Moreno es quien supo poner sobre el tapete la clase dirigente que tenemos.
El cambio es político es cierto, pero debe ser también dirigencial en todos los aspectos. Está por verse si la CGT entiende esto. Hay muchos flancos abiertos. El equipo de gobierno lo sabe. Ese conocimiento de la realidad abona un horizonte favorable. Vivimos doce años negando lo real y sistematizando la mentira, tornando extraordinario lo natural, y viendo como normal la atrocidad.
Hoy ya no se puede naturalizar el espanto, tampoco negar si el rumbo es acertado. Es el delicado equilibrio entre la verdad y los matices que esta pueda otorgar aquello por lo cual debemos velar. Quizás no es todo lo bueno que esperamos pero seguro no es todo lo malo que pasamos.
Y esto recién está comenzando.