¿Sin esmero ni juicio?
En esta nota editorial, el diario porteño analiza la responsabilidad del Poder Ejecutivo en la serie de hechos violentes que se sucedieron en los últimos días, entre ellos el ataque a la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires y los desórdenes en Tucumán el 9 de julio. Para el matutino, no hay duda que el gobierno no puede hacerse el distraído acerca de su obligación constitucional de mantener el orden público.
Imposibilitados de desentenderse del vandalismo del viernes en la Legislatura ante una ultrajada opinión pública, las autoridades hacen gestos: el jefe de Gobierno de la Ciudad, Aníbal Ibarra, lamenta retrospectivamente la falta de control municipal sobre la Policía Federal (por cierto, una falla institucional), en tanto que la jueza Silvia Ramond estuvo ocupada imputando “graves cargos” con condenas de prisión de hasta diez años contra las 17 personas arrestadas. No obstante, esta iniciativa resulta tan alarmante como tranquilizante, por dos razones al menos. En primer lugar, “ya hemos visto esa película”, como suele decirse, y muy recientemente también. El juez federal Norberto Oyarbide le imputó delitos muy graves al dirigente piquetero Luis D’Elía por invadir una comisaría de La Boca el fin de semana del 26 al 27 de junio pasado, pero sólo duró tres días en la causa en tanto que D’Elía sigue disfrutando del favor oficial. En segundo término, las acciones de la jueza no hacen sino confirmar la perversa idea del gobierno de que controlar el malestar social es tarea del Poder Judicial y no del Ejecutivo. En otras palabras, el gobierno insiste dogmáticamente en que quienes lanzan una protesta social no pueden hacer ningún daño, mas si por alguna extraña casualidad sí lo hacen, de todos modos no es responsabilidad del Ejecutivo. |