En líneas generales, a mí me parece que a todos nos cuesta asumir nuestros propios fracasos, particularmente en el campo de la economía. Si nos va mal en el trabajo o hacemos malos negocios, tratamos de buscar alguna explicación que, al menos, nos libere de parte de la responsabilidad de nuestros actos.
Por ejemplo, si un profesional no logra el éxito es porque la gente no valora la calidad de su trabajo. También es típico escuchar a algún empresario que reclama protección ante los productos importados porque ellos fabrican mejores productos, pero la gente no valora su calidad ya que, según ellos, el consumidor prefiere comprar un producto importado mucho más barato pero de mala calidad. O sea, el consumidor es un estúpido que compra mal y por causa de la estupidez del consumidor el empresario no logra sacar su empresa adelante.
Ni qué hablar de lo que pensamos cuando comparamos nuestra situación económica con la que alcanzaron amigos, parientes o conocidos que han sido más exitosos que nosotros. Lo normal es que digamos que ese tipo es un estafador o que hizo plata pero no tiene principios morales. Creo yo que existe un gran resentimiento frente al éxito de los demás, y ese resentimiento nos hace pensar que nuestra mala situación económica individual se debe a la deslealtad de los otros o a la ignorancia de la gente que, insisto, supuestamente no valora nuestro trabajo y talento.
Esta actitud de resentimiento es aprovechada por los políticos demagogos que alimentan esa ausencia de autocrítica diciendo que nuestra mala situación económica se debe a que otros han ganado demasiado a costa nuestra. Nuestra pobreza es consecuencia de la riqueza de los otros.
El resentimiento dentro de las sociedades es mayor aun en la medida en que la gente es más inculta. A menor grado de educación del pueblo es más fácil para los demagogos venderle a la gente que ellos van a hacer “justicia social” dándole a cada uno lo que se merece. El demagogo aprovecha al máximo la desilusión de las mayorías pobres e incultas y les promete una mejor distribución del ingreso. Para el demagogo la riqueza está, lo que hay que hacer es distribuirla con justicia, lo que en castellano básico significa violar los derechos de terceros para poder cumplir con sus promesas.
Una vez que el demagogo ha logrado alcanzar el poder apelando a la frustración y el resentimiento de la gente, comienza a utilizar el monopolio de la fuerza que tiene el Estado para “robarle” el patrimonio y el ingreso a los que más tienen para redistribuirlo entre los más pobres. En definitiva, lo que hace el demagogo es incentivar el enfrentamiento entre los distintos sectores de la sociedad, insistiendo con que si uno es pobre es porque otro es “inmerecidamente” rico. Por lo tanto, se impone que él, el dueño de la benevolencia y la caridad, tome cartas en el asunto y redistribuya los ingresos y patrimonios de acuerdo a principios de solidaridad y justicia, conceptos que él sólo conoce, hasta que, finalmente, el demagogo se transforma en un dictador que usa todos los resortes del Estado, particularmente los dineros públicos, para comprar voluntades, silenciar a los medios de comunicación y perseguir a los opositores.
Mi impresión es que la democracia ha caído en una trampa: la de terminar eligiendo a sus propios déspotas. Es más, tal cual está evolucionando la democracia en varios países, particularmente en Latinoamérica, a lo que estamos asistiendo es a un permanente enfrentamiento de la sociedad fogoneada por los futuros dictadores surgidos del voto popular.
La supuesta ventaja de la democracia frente a los regímenes autoritarios es que en la democracia los cambios se van produciendo sin violencia. En cambio, las dictaduras requieren de la violencia para ser eliminadas. Creo yo que el hecho de no tener gobiernos limitados y sujetos a la ley ha deformado la democracia en dictaduras dominadas por los políticos más corruptos e inescrupulosos que utilizan de una forma mucho más sutil la violencia para alcanzar el poder y luego sostenerse en él.
Por ejemplo, un gobierno elegido por el voto puede confiscar con impuestos los ingresos y patrimonios de determinados sectores de la sociedad para repartirlos entre la población, gracias a que tiene el monopolio del aparato de coerción y compulsión, o pueden utilizar fondos secretos, que no son otra cosa que los impuestos que le cobra a la sociedad, para comprar medios de comunicación, hacer operaciones de prensa, financiar sus actividad políticas, “comprar” el apoyo de determinados gobernadores, esconder la realidad, etcétera, y, de esta forma, mantenerse en el poder.
Tengo que confesar que no encuentro grandes diferencias entre las restricciones a la libertad de prensa que pueden existir bajo un gobierno de fuerza con las de un gobierno demagógico surgido del voto popular. Uno silencia la libertad de prensa con el poder de los fusiles y el otro con el poder del dinero que le sacan a los contribuyentes, cuando no termina recurriendo a la extorsión lisa y llana para controlar a los medios de comunicación.
Mi conclusión es que la democracia se encuentra indefensa frente al ataque de las dictaduras demagógicas por la sencilla razón de que hemos aceptado que los gobiernos elegidos por el voto no se sometan a las limitaciones que impone la república.
Cuando se dice que el gobierno tiene que estar en manos de los mejores, la pregunta que surge es: ¿cómo se define quiénes son los mejores? Es muy sencillo, los mejores son aquellos que una vez elegidos por el voto no usan el monopolio de la fuerza para beneficio propio, violando los derechos individuales. El gobierno de los mejores es aquél que no lleva a cabo actos que si los hicieran los particulares serían delitos.
Cuando uno lee a los clásicos y ve el gran esfuerzo que hicieron por limitar el poder de los monarcas y analiza en lo que se ha transformado hoy la democracia, no puede menos que concluir que hemos retrocedido cientos de años en la lucha por la libertad porque la democracia ha sido traicionada.
El gran desafío que tenemos por delante es lograr la combinación ideal: gobiernos limitados surgidos del voto popular. El gran interrogante es: ¿será posible lograr esta combinación en la medida que los pueblos sigan siendo más pobres e ignorantes? © www.economiaparatodos.com.ar |