Las tres últimas más importantes designaciones del presidente George W. Bush muestran una inclinación hacia la línea más “dura” de su entorno. Esto significa que las líneas generales de su política no habrán de alterarse, al menos en el corto plazo, pese a que el acercamiento con la Unión Europea es evidente, según lo demuestra la reciente adopción de una política conjunta respecto nada menos que del peligroso programa nuclear iraní. Esto último es una buena noticia porque el distanciamiento entre Washington y Bruselas estaba siendo hábilmente explotado por la teocracia iraní.
La primera designación importante es la de John Bolton como representante permanente de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas. Bolton es un conocedor profundo de los organismos multilaterales. Su presencia seguramente pondrá en evidencia las múltiples falencias de las Naciones Unidas, incluyendo las que tienen que ver con un exceso de corrupción y la necesidad de que cualquier reforma asegure en el futuro la eficiencia requerida.
En momentos en que las Naciones Unidas dedicarán el resto del año a discutir las reformas propuestas, ahora impulsadas por el propio Kofi Annan, no debe perderse de vista que para la administración norteamericana el secretario general es parte del problema de las Naciones Unidas, no solamente por su situación en la investigación del programa “petróleo por alimentos” de Irak, sino por su visión del multilateralismo. Bolton seguramente atacará de lleno cuanta propuesta de tendencia izquierdista se le presente. Es un hombre no sólo sumamente conservador sino un excelente operador político. Entre sus padrinos están James Baker y el ex senador Jesse Helms. Como si eso fuera poco, también el vicepresidente Dick Cheney. Por último, cabe señalar que Bolton no es de los que procuran ser admirados o queridos. Ni de aquellos que tratan siempre de quedar bien, a cualquier costo. Es, en cambio, un hacedor, un luchador, un hombre que no rehuye el debate, lo que augura que en el diálogo multilateral habrá componentes de gran interés.
La segunda designación es la de Paul Wolfowitz, candidateado para presidir el Banco Mundial, con el apoyo de Europa, recientemente exteriorizado por el propio canciller alemán. A este funcionario, hasta ahora subsecretario de defensa, se lo cuestiona por los errores que pueden haberse cometido respecto de Irak. No obstante, es un idealista que cree en lo que dice cuando afirma que la lucha contra la pobreza es “el desafío más grande de nuestro tiempo”. Desde las columnas de The New York Times, el pasado 22 de marzo, el ex funcionario de la administración Clinton, James P. Rubin, le dedicó un abierto endoso, que seguramente ha sorprendido a más de uno, pero que no es sino reconocimiento a la calidad de un hombre, también sumamente conservador, pero activo y dedicado como pocos. Como Bolton, no solamente tiene opinión sino que no tiene ningún empacho en hacerla conocer. Alejado de la retórica es un enamorado de los resultados. Su experiencia en Indonesia y en el Este asiático en general robustecen la experiencia acumulada desde el Pentágono. Wolfowitz es un ardiente defensor de la democracia y de la economía de mercado. Cuando Bush lo propuso para el Banco Mundial seguramente tuvo en cuenta la pasión que el designado tiene por obtener resultados. También como Bolton perseguirá sin descanso a la corrupción.
La tercera designación es una muy particular. La de Karen Hughes, que se desempeña como subsecretaria de Estado para la Diplomacia Pública. Esta funcionaria tiene, al igual que las otras dos personas, toda la confianza del Presidente. Tuvo a su cargo las comunicaciones de George W. Bush con el resto de la administración norteamericana y su pueblo durante los dos primeros años de su mandato inicial. A pedido del ministro israelí Natan Sharansky, un hombre que ha impactado profundamente en la visión política del presidente, la nueva funcionaria deberá recomponer la imagen de los Estados Unidos en el mundo árabe en general y en el mundo en desarrollo en particular.
Todas las designaciones, consideradas en su conjunto, sugieren que el presidente Bush quedó disconforme por la labor realizada por Colin Powell desde el Departamento de Estado. No solo por la falta de efectividad sino, peor aún, por sus falencias en materia de comunicación y relaciones. La responsabilidad de Karen Hughes tiene que ver con la difusión de ideas y valores, especialmente relacionadas con la democracia y la plena vigencia de las libertades civiles y Derechos Humanos.
Pese a que las dos primeras designaciones produjeran alguna sorpresa fuera de los Estados Unidos, la última no. Porque la necesidad de mejorar la imagen externa de los Estados Unidos no admite discusión y es reconocida en todas partes.
Las tres designaciones tienen un denominador común que es que los tres nuevos funcionarios tendrán en sus manos agendas que representan, sin desviación alguna, la visión que George W. Bush tiene del mundo, incluyendo la que tiene que ver con las reformas y cambios que, a su criterio, son necesarios. © www.economiaparatodos.com.ar
Emilio Cárdenas es ex Representante Permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas. |