Estimado lector, no se sorprenda si la semana que viene, al circular por la calle, se topa con algún piquete de los alumnos de salita de 4 años del Jardín Tribilín, reclamando un alfajor Jorgito para el recreo, porque en la Argentina de hoy en día la “protesta social” ha evolucionado tanto que ahora los piqueteros son muy precoces. Rápidamente los más chicos aprenden de los más grandes y descubren que cortar calles y tomar edificios es la forma de conseguir cosas.
La verdad es que el piquete que hicieron los alumnos de la Escuela Normal 9 me genera una serie de reacciones. Una de las primeras respecto al comportamiento de la directora del colegio. Cuando la vi por televisión, caminando por la calle y sin saber qué decir ante las preguntas de los movileros, inmediatamente advertí que esa mujer no puede estar al frente de un colegio. Lo máximo que pudo balbucear ante la pregunta sobre qué opinaba del comportamiento de los alumnos fue un: “los alumnos hacen los que pueden”. Es decir, de alguna manera aceptaba que los chicos impidieran la libre circulación de los ciudadanos. Pero, acto seguido, queriendo sacarse de encima a los movileros dijo, con un tono de voz un poco más firme: “déjenme pasar, porque yo soy una ciudadana y tengo derecho a transitar libremente”. ¡Fantástico! Primero disculpaba a sus alumnitos que estaban impidiendo que la gente transitara libremente y, a continuación, protestaba porque los movileros no la dejaban caminar. Pregunta: ¿cómo puede esta señora, con tan poca claridad de pensamiento y fuertes contradicciones, transmitir autoridad frente a sus alumnos?
La otra cuestión que me surge es: ¿dónde están los padres de los alumnos que salen a cortar la calle? ¿No les enseñaron a sus hijos que tienen que respetar a los demás? ¿Tanto miedo le tienen los padres a sus hijos que no se animan a agarrarlos del cogote y llevarlos a su casa para aplicarles un castigo por el comportamiento que tuvieron? Sí, agarrarlos del cogote y enseñarles a respetar a los demás. Que un padre no pueda hacer nada frente a las hordas piqueteras armadas con palos y cadenas es comprensible. Ahora, que dejen que sus hijos se comporten como salvajes es inaceptable. Salvo, claro está, que esos padres crean que sus hijos son unos fenómenos porque agreden a la gente que transita por la calle. Y que no me venga ningún idiota a decir que eso es fascismo. Quisiera ver si esos mismos chicos se animan a cortar una calle en la Cuba de Fidel, donde las cárceles están repletas de gente que piensa distinto al gobierno.
El argumento que se esgrime es que como los piqueteros cortan todo el tiempo la calle por qué otros no van a hacer lo mismo. Si los grandes cortan las calles, ¿por qué los chicos no pueden hacer lo mismo? Si todos lo hacen, yo también lo hago. Pero argumentar de esa manera implica ir cayendo lentamente en la ley de la selva, destruyendo el Estado de Derecho y destrozando toda posibilidad de convivencia pacífica. A tal punto esto se está transformando en la ley de la selva que un médico que transitaba por Callao pedía a los gritos que lo dejaran pasar porque tenía que ir a operar. Uno de los alumnos le dijo que le mostrara su carnet de médico para dejarlo pasar. ¡Genial! Un mocoso exigiéndole a un ciudadano que se identificara.
Mientras tanto, la policía, al igual que con todos los piquetes, se encargaba de cuidar que los ciudadanos honestos que estaban trabajando no molestaran a los grupos de desaforados que se adueñan de la calle y violan los derechos de la gente decente. Claro, ¿qué otra cosa puede hacer la policía si el poder político se encarga de proteger a los que violan las leyes?
Pero el viernes pasado iba a ser mucho más complicado, porque mientras los medios informaban sobre el colegio tomado, apareció la noticia de que Chabán era excarcelado.
Nuevo lío en la calle, con la gente rompiendo vidrios y peleándose con la policía, exigiendo que Chabán vuelva a la cárcel mientras es procesado. Me pregunto: ¿por qué se exalta la gente ante esta decisión de la Cámara que liberó a Chaban mientras dure el juicio? Obviamente, porque no les gusta el fallo de la justicia. Pero el problema es que esta justicia progre, que se anima a decir que constituye un atenuante y no un agravante que un violador amenace a una mujer con un arma mientras la viola, es fruto de los tiempos políticos que estamos viviendo. ¿Acaso la justicia argentina no acaba de decir que los actos terroristas prescriben?
El razonamiento es muy lineal y no tiene vueltas para explicar los que estamos viviendo. Los progres tienen el poder y están haciendo cambios en la justicia tendientes a imponer el criterio de que los violadores, los asesinos, los que violan las leyes, etcétera, son pobres tipos víctimas de la injusticia social. Es decir, de ser criminales pasan a ser víctimas y el resto de la sociedad, en esta nueva corriente progre, tiene que bancarse las violaciones, los asesinatos, los robos y el atropello de los movimientos que cortan calles, puentes y rutas. En la Argentina progre, los que violan la ley tienen todos los derechos y los ciudadanos decentes pasan a ser ciudadanos de segunda.
Ahora bien, los ciudadanos de segunda, que se quejan de los atropellos que sufren y la indefensión en que viven, tienen que pensar que lo que están sufriendo es el resultado del gobierno que tenemos. Dicho en otras palabras, si efectivamente son serias las encuestas que le otorgan un alto porcentaje de imagen positiva al Ejecutivo, quiere decir que la gente está contenta con su gestión. Y si está contenta, ¿por qué se queja cuando le cortan la calle o liberan a violadores y asesinos? ¿O sólo está contenta cuando tiene, transitoriamente, uno pesos más en el bolsillo?
El fin de semana Kirchner protestó contra el fallo de la Cámara que liberó a Chabán. La pregunta es muy obvia: ¿quién impulsó el nombramiento de estos jueces que liberaron a Chabán? ¿Son jueces que venían de los nefastos 90? Los nuevos miembros de la Corte que sostienen que los delincuentes no tienen que ir presos, ¿no son fruto de los nuevos aires políticos que tenemos en el país?
Unos días atrás estaba viendo por The History Channel un excelente documental sobre la Revolución Francesa. Me permito sugerirle al señor presidente que lo vea junto al entorno que lo acompaña, porque ese documental muestra cómo las cosas suelen darse vuelta y los ídolos de un momento pasan a ser despreciados y perseguidos al poco tiempo. Robespierre, supuesto defensor de la libertad de expresión y de la democracia, se cansó de censurar a los opositores y de mandar a la guillotina a quienes no pensaban como él. Robespierre se tomó el trabajo de crear un grupo de delatores que avisaban cuando alguien decía algo en contra del gobierno. Así, la población, sumergida en el terror y el constante funcionar de la guillotina, se fue cansando de tanta arbitrariedad. Hasta que un día la tortilla se dio vuelta y Robespierre fue víctima de la misma intolerancia con que había estado actuando. Terminó en la misma guillotina que él había usado contra los que pensaban distinto.
Si uno observa atentamente cómo vienen evolucionando las cosas hoy en la Argentina, lo que surge claramente es que la democracia representativa está muriendo y los conflictos se resuelven en la calle. El Congreso, la Justicia y el poder de policía han quedado superados. Ante los conflictos que se resuelven en la calle, el poder político tiene miedo. No se anima a reestablecer el orden público. A los únicos que se anima a perseguir es a quienes sabe que no le van a hacer frente.
Pero ojo, que cuando las instituciones son desbordadas por los movimientos que copan las calles, los juicios populares pasan a controlar el país y cualquiera –y cuando digo cualquiera puedo ser yo, mi vecino, el que lee esta nota e inclusive los que hoy detentan el poder– pueden ser víctimas de esos juicios populares. Y si no, vean lo que le pasó a Robespierre.
Pero como un país no vive eternamente en el desorden público y las presiones populares, llega un momento donde la gente, cansada de tanta arbitrariedad e inseguridad, pide a gritos que alguien ponga orden. Sí, guste o no, y aclaro que a mí no me gusta, la gente se cansa de vivir en la selva bajo la ley del más fuerte y reclama que alguien reestablezca el orden público. Y el que viene a reestablecer el orden público no se anda con mayores miramientos al momento de imponer el orden. ¿Hace falta dar ejemplos históricos al respecto?
En la calle se siente el aroma a hartazgo de tanta prepotencia piquetera, de adolescentes insolentes que cortan las calles con total impunidad, de la inseguridad que se vive y de una justicia que defiende a los delincuentes.
Mi impresión es que si en octubre la gente convalida con su voto este rumbo de seguir destruyendo la democracia representativa, en la cual el poder político deja que se sigan violando las más mínimas normas de convivencia, sin reestablecer el orden público y la seguridad, la situación va a seguir agravándose y ni el precio de la soja va a salvar a los responsables de semejante destrucción de la democracia republicana. © www.economiaparatodos.com.ar |