La doble vida política del matrimonio Clinton ha estado frecuentemente envuelta en toda suerte de escándalos. Esto no debiera llamar demasiado la atención, porque las conductas de quienes practican descaradamente el nepotismo, dejando de lado los valores éticos, son vigiladas por la sociedad y los medios con una dosis mucho mayor de desconfianza, lo que es absolutamente razonable.
El fenómeno del “nepotismo”
Nepotismo es la utilización del poder para favorecer o preferir a parientes o amigos con cargos o posiciones que sus respectivos talentos personales realmente no justifican. O el aprovechamiento del poder político de uno de los cónyuges para hacer crecer, en espejo, la imagen política del otro.
La palabra, como se sabe, viene del latín “nepos”, que quería primitivamente decir “descendiente”, refiriéndose en un comienzo concretamente a los nietos varones. Luego su significado cambió, para describir entonces a los sobrinos, en razón de que algunos Papas, en los primeros tiempos de la Iglesia Católica, comenzaron a conferir favores y puestos en la burocracia vaticana a sus hijos naturales, a los que, por discreción, eufemísticamente se denominaban “sobrinos”.
La experiencia parece sugerir que el riesgo de escándalo crece exponencialmente en los casos de los matrimonios que deciden incursionar conjuntamente en el campo de la política y potenciarse el uno al otro de manera de perpetuarse conjuntamente en el poder, lo que ciertamente no es ni demasiado ético, ni ciertamente democrático. Es obvio que ninguna de estas dos preocupaciones perturba a esos matrimonios, que las pasan por alto, sacrificando todo en aras de sus ambiciones personales y compartidas.
La historia de nuestro país tiene algunos casos notorios de nepotismo, de los que preferimos no hablar. Es obvio que uno de ellos es contemporáneo desde que nuestro presidente comparte el poder con su esposa, que es senadora y no tiene empacho alguno en presidir Comisiones del Senado, como la encargada del juicio político a los miembros de nuestra Suprema Corte, sin que el principio republicano de la división de poderes, ni -mucho menos- el nepotismo, los conmueva en modo alguno. Todo cede ante la ambición desmedida de poder.
Las reacciones adversas
Por esto, la crítica muchas veces se ensaña con estos personajes. De allí que hasta se los tome burlonamente, en lugar de provocar la preocupación que debiera corresponder. Así, el siempre ocurrente Jorge Asís los ha bautizado, respectivamente: “Vulgarcito” (por la asombrosa cuota de vulgaridad que parece flotar sobre el “estilo” de nuestro primer mandatario) y “Frivolita” (por la falta de sustancia de los mensajes de la senadora y por su conocido vértigo frente al “shopping”, al que aludiera públicamente el sensato líder opositor, Ricardo López Murphy).
Esto puede resultar gracioso, quizás. Pero lo cierto es que obra a la manera de una suerte de biombo frívolo, tras el cual se oculta la verdadera dimensión y seriedad de los principios que están en juego en los casos de nepotismo abierto, como el que nos afecta. Pocos parecen advertir el peligro, que es sin embargo absolutamente real. Y ciertamente viene de atrás.
Los Clinton y las cosas “turbias”
Es evidente que el matrimonio Clinton mantiene, a su manera, su vigencia en el escenario político norteamericano. Él, Bill, es un ex presidente que ahora concentra sus incursiones en el escenario internacional. Ella, Hillary, es la senadora junior por el estado de Nueva York y buscará su reelección como tal el año próximo. Pero su objetivo central es otro: la Casa Blanca. Muchos creen que ella será la candidata demócrata en las elecciones de 2008. Y tiene sus razonables chances de alcanzarlo.
Por esto, Hillary ha reemplazado -cuidadosamente- sus conocidos mensajes “progresistas” por otros ahora mucho más conservadores o centristas, siguiendo así la melodía que hoy aparentemente prefieren los norteamericanos.
No obstante, esta estrategia que se desarrolla meticulosamente, de común acuerdo, puede enfrentar algún peligro. Porque un curioso caso judicial que se está investigando en los tribunales de la ciudad de Los Ángeles podría mellar sus aspiraciones.
Como ocurriera desde los años en los que los Clinton se iniciaran en la política en Arkansas (la Santa Cruz de los Clinton), los problemas de la pareja norteamericana suelen tener vectores financieros. Tienen que ver, entonces, con “la plata necesaria para hacer política”, como diríamos nosotros.
Un “evento” tan exitoso como especial
Quien fue el gerente de la campaña política de Hillary cuando, en 2000, ella alcanzó la senaduría de Nueva York, David Rosen, está siendo acusado por los fiscales de haber falseado las cifras de lo recaudado en un gigantesco evento musical, en el que participaron Bill y Hillary, destinado a financiar esa campaña.
Ese evento fue curiosamente organizado por un ex convicto que hasta trató de defraudar -sin éxito- al propio Fidel Castro: Peter Paul. Ocurrió en Hollywood, con la participación de luminarias como Gregory Peck, Paul Anka, Cher, Patti La Belle, Diana Ross y algunas otras. La entrada costaba 1.000 dólares por persona. Más de un millar de personas respondió a la convocatoria, que resultó todo un éxito.
El mencionado Paul invirtió, de su propio bolsillo y peculio, dice, unos 2 millones de dólares en el evento. Porque quería que Bill participara personalmente en una de sus nuevas empresas en el mundo de Internet, que había organizado con Stan Lee, el co-creador de “Spider Man”. Para atraer inversores hacia ella, por supuesto.
Tratando de evitar, presumiblemente, límites reglamentarios, Rosen sólo informó de la cuarta parte de esa cifra.
Aparentemente indignado porque Bill no habría cumplido con “su parte” del “acuerdo” participando en el nuevo emprendimiento, Paul denunció el aparente fraude de Rosen, quien ahora enfrenta una posible condena a quince años de cárcel.
Más “picante” político
Un hermano de la mujer del poderoso senador por Massachussets -también demócrata- Edward M. Kennedy es, curiosamente, uno de los testigos que aportan los fiscales, quien habría grabado -prolija aunque subrepticiamente- la descripción de Rosen de lo efectivamente había sucedido en los resultados financieros del evento en conversaciones que mantuviera con él, lo que le agrega un fuerte condimento político adicional al tema.
Más barro, entonces, para el siempre renovado proyecto político de una pareja política notable, que obviamente ambiciona poder regresar al podio del poder del primer país del mundo. No es poco. Pero tampoco es fácil, aunque la seducción del poder obre, para muchos, a la manera de poderoso afrodisíaco. © www.economiaparatodos.com.ar
Emilio Cárdenas es ex Representante Permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas. |