Pocos países del mundo tienen por delante un futuro más incierto que nuestra vecina Bolivia.
Sitiada ideológicamente desde el pasado por dirigentes como Felipe Quispe, el líder aimará que pretende reconstruir la nación de su etnia; Abel Mamani, el dirigente indígena que moviliza a voluntad, casi militarmente, a la población de “El Alto” que mantiene en jaque a la sufrida población de La Paz; y el cocalero Evo Morales, Bolivia transita lo que el lúcido Carlos Alberto Montaner acaba de bautizar como el camino del “polpotismo”. Casi marcha atrás.
En ese escenario, es curioso que haya un exitoso empresario que esté dispuesto a tratar de transformarse en presidente de su convulsionado país: Samuel Doria Medina, un cementero de apenas 46 años.
Su candidatura genera una interesante cuota de adhesiones. Las encuestas electorales sugieren que puede llegar a producir hasta algunas sorpresas. En rigor, las que se hicieron inmediatamente después de la caída del ex presidente Carlos Mesa sugerían que solo éste (17,4%) y el ex presidente Jorge Quiroga (18,3%) lo superaban en las preferencias del público. Con su 13%, Doria Medina ya se ubicaba en el tercer lugar. Hoy, tiene un nada despreciable 35% en el índice de credibilidad pública de su país. Lo que, nuevamente, sugiere que goza de un nada despreciable nivel de apoyo.
¿Quién es Samuel Doria Medina?
Es el “rey del cemento” boliviano. Es un economista egresado de la Universidad Católica de La Paz que preside el directorio de la Sociedad Boliviana de Cemento. Cuando, en 1987, la comenzó a gerenciar, la empresa efectivamente estaba al borde de la quiebra. Hoy, vale una fortuna.
Tiene además alguna experiencia pública. En su momento fue ministro de Planeamiento de Jaime Paz Zamora, en 1991. El resultado de su gestión fue una economía que crecía al 4,5% y un país con una inflación moderada, de un solo dígito. Nada fácil.
En 1995, fue secuestrado por guerrilleros del movimiento terrorista peruano “Tupac Amarú”. Fue liberado después de pagar un rescate de más de un millón de dólares, sus captores fueron luego detenidos y hoy están purgando su crimen.
En 1997, procuró regresar al mundo de la política, como compañero de fórmula de Paz Zamora, en el MIR. Ambos fueron entonces derrotados por Hugo Banzer. Pero obtuvieron un nada despreciable 17% del total del caudal de los votos. Poco después, Paz Zamora lo expulsó del MIR.
Cuando Sánchez de Lozada debió renunciar, Doria Medina fundó un nuevo movimiento político, “Unidad Nacional”, lo que nunca es tarea fácil. Con él obtuvo nada menos que 18 triunfos en elecciones municipales.
El pasado mes de enero el avión en que viajaba rumbo a Sucre se precipitó a tierra. Pero ocurrió un verdadero milagro. Salió virtualmente ileso, con pequeñas lesiones solamente. Este notable episodio aumentó aún más su imagen de luchador invencible.
Doria Medina es, a la vez, moderado y progresista. Se identifica entonces con el centro izquierda chileno. Esto es, con una visión con ribetes generales de izquierda, pero con una cuota de sensatez que no es fácil encontrar.
Ahora pareciera ser uno de los candidatos naturales para imponerse en las próximas elecciones bolivianas en cualquier coalición con la participación del centro-izquierda, en la medida en que los cinco millones de indígenas bolivianos (sobre nueve millones de habitantes) no consoliden sus distintas fuerzas en una suerte de unión táctica provisoria que supere las diferencias que los separan. Lo que no es necesariamente un imposible, pero lo cierto es que hasta ahora no ha sucedido nunca.
Con el apoyo de algunas amistades interesantes en la comunidad empresaria de Chile, Doria Medina es un hombre cuyos próximos movimientos habrá que observar de cerca. Particularmente, a la hora de tratar de constituir “frentes” para, desde ellos, tratar de enfrentar con algún grado de éxito a las fuerzas que tienen connotaciones atávicas y que, en función de ellas, pretenden detener el reloj del tiempo sobre nuestro simpático vecino del norte. © www.economiaparatodos.com.ar
Emilio Cárdenas es ex Representante Permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas. |