Una rápida mirada sobre nuestra región nos deja hoy con un sabor amargo. Los problemas aparecen en todos los rincones.
Hasta en Chile, país que -con una visión moderna de sus propias capacidades- lidera la marcha de la región hacia el futuro. Con las elecciones a la vuelta de la esquina, la corrupción parece haber ahora aparecido también en Chile, aunque con disfraz de problema “menor”, el de los “conflictos de intereses”.
Ocurre que -de pronto- se ha descubierto que Codelco, la enorme empresa pública de cobre, tendría un conjunto de contratos suscriptos (sin licitación o concurso alguno) con familiares, amigos y personas vinculadas y relacionadas con las más altas autoridades de Chile y con los más diversos rincones de la “coalición” de gobierno. Una manera de “aumentar ingresos”, cabe presumir. Fruto de la enorme “fertilidad” de la imaginación de los políticos y de la audacia de sus conductas.
Brasil es otro incendio. Más grave, por cierto. Porque ha quedado en evidencia que se pagaba a los legisladores por sus votos. Además de sus sueldos, obvio. A la manera de los conocidos “sobrecitos” que aquí revolotean en torno a legisladores y periodistas. Los legisladores vendían sus votos al Ejecutivo, contra una contraprestación monetaria. El “negocio” político en su más fea expresión, entonces. Y el propio segundo de “Lula” y sus principales líderes del PT están sumidos en sospechas de corrupción. Las renuncias han bailado al compás de las denuncias, al ritmo de agitada marcha, esta vez. Mientras Brasil sueña con ser Miembro Permanente del Consejo de Seguridad, como si nada pasara, los reales -cual diluvio- flotan sobre algunos de sus dirigentes políticos. Increíble, como cuadro. O, más bien, patético.
Colombia sigue a los tiros contra las FARC. Chávez está cada vez más paranoico, arrogante e intervensionista. Ecuador sigue flotando aún al borde mismo del caos, aunque recomponiéndose luego del lamentable show conjunto de Gutiérrez y Bucarán, que terminó en el más estrepitoso fracaso.
Paraguay, en lo suyo. Lo de siempre. Bolivia, en el capítulo mismo del desorden, por ahora. Uruguay, algo mejor, pero entrando lamentablemente en profundas contradicciones.
Nosotros, bueno, no le cuento. Ustedlo sabe bien. Los políticos peronistas se reparten abiertamente los puestos en las listas que la gente votará. Esto es repartirse el país, cual botín, en actitud que ha transformado a la política en un negocio. La República, ausente y seguramente por un buen rato. Es la “nueva forma de hacer política”, nos dicen. El “quiebre” con el pasado, nos agregan. La verdad es que están diseñando un “modelo” de concentración total del poder. Sin pesos ni contrapesos. Antidemocrático, por ello.
Mientras tanto, los africanos, a los que “miramos de arriba”, pero en nuestra tremenda decadencia deberíamos mirar más de cerca, han puesto en marcha un mecanismo que deberíamos imitar. Mal no nos haría.
Me refiero al llamado “African Peer Review Mechanism”. Se trata de un acuerdo suscripto por 23 de sus estados, al que otros tres estados están por acceder, en función del cual los países firmantes han decidido ser auditados prolijamente por sus propios pares, para determinar como está su gobernabilidad y el respeto a la ley en el interior de cada uno de ellos.
Este mecanismo está en marcha. Produce informes y revisiones periódicas, transparentes e imparciales acerca del estado de la democracia en cada uno de los países que lo conforman.
¿Cómo no se le ocurrió esto al padre de nuestra decadencia para organizarlo a partir de nuestro MERCOSUR?
¿Se imaginan lo que saldría de esas auditorias democráticas si ellas se llevaran también a cabo en América Latina?
Y, cuidado, no son “cosas de negros”. Son cosas de gente inteligente, que quiere desterrar la corrupción de sus sociedades, empezando por el rincón más invadido, el de la política.
¿Para imitar? Imposible con nuestros “muchachos” y “muchachas” de la política. Aquellos que debían -nos dijeron- “irse todos”. Para ellos sería algo así como “escupir el propio asado”.
Hacer lo de los africanos no es nada fácil. ¿Será por aquello de la querida “no intervención”? Los africanos dicen, con razón, que esta noción nada tiene que ver con la honestidad, ni con la responsabilidad de gobernar.
Mientras tanto, en nuestro querido país, nuestro Presidente juró “cumplir y hacer cumplir la ley”, para después decirnos que cumplir, quizás; pero “hacer cumplir la ley”, “depende a quién”. Porque esto último tiene consecuencias peligrosas para su “imagen”. El Presidente le llama a esto “la gobernabilidad amenazada”. © www.economiaparatodos.com.ar
Emilio Cárdenas es ex Representante Permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas.
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