La imprevisión frente a hechos que habían sido anunciados condenó a Bush a la crítica de casi toda su Nación. Aquí al sur, la Argentina puede tener su propio Katrina económico. La razón es simple: a causa de las elecciones todas las decisiones de política económica se patean para adelante.
El aluvión de críticas a la administración del presidente Bush en los Estados Unidos por el desmanejo y la imprevisión frente al desastre natural provocado por Katrina en la costa del Golfo de México centra su principal argumento en lo que podría haberse hecho y no se hizo. Se anotaron decenas de medidas que podrían haberse tomado y que se dejaron de lado, aun cuando informes de expertos -tan antiguos como que datan del año 2000- anticipaban un atentado en Nueva York, un huracán de dimensiones inmensas en Nueva Orleáns y un terremoto en San Francisco.
Ahora es tarde. El costo de la reconstrucción probablemente quintuplique el que se hubiera necesitado para evitar gran parte de la catástrofe.
La Argentina puede tener su Katrina económico, por todo lo que se ha pateado para adelante por obra y gracia de las elecciones. El 2006 puede ser un año de hiperrealismo, de ajustes de tarifas, de terminación del festival de paritarias y de mal humor social.
Las inversiones, tan alardeadas por el Gobierno, no alcanzan al 19% del PBI. En Chile son del 28%. El déficit en materia energética ahoga el intento de crecimiento de industrias que dependen del input eléctrico. Las monedas que el ministro de economía se empeña en mostrar como crecimiento de las inversiones no superan los 5 millones de pesos promedio por empresa. Se concentran en lo necesario como para mantener el pari pasu de la demanda. Pero las grandes sumas que el país requiere en la infraestructura del mediano y el largo plazo brillan por su ausencia.
Lavagna maneja la terminología del conformismo. Sólo aspira a mantener a la Argentina en una masa de países grises y sin aspiraciones.
La irresponsable política de no autorizar aumentos en las tarifas públicas ha hundido la inversión del sector y ha motivado la salida de operadores internacionales en energía eléctrica, en telefonía y en aguas.
La imagen del país como atrayente de los dineros internacionales se ha desdibujado detrás de las decisiones de los franceses, los norteamericanos y los españoles. Si esas empresas tienen algún prestigio en el mundo, la señal que le han enviado a sus semejantes sobre la conducta de la Argentina es exactamente la opuesta a la que el país requiere para hacerse confiable.
Estudios recientes demuestran que más del 25% de las empresas no pueden hacer crecer sus ventas sin inversión adicional. Todo lo que hagan hasta allí tendrá el color del mediocre mantenimiento.
Por otro lado, no se recuerdan unos comicios tan influidos por el reparto de dinero. En los suburbios de Buenos Aires y en el interior del país, el despilfarro de recursos -en un torbellino populista sin precedentes- compra voluntades como nunca antes se vio.
Este paso recuerda la formación paulatina de un huracán en el medio de las cálidas aguas del Atlántico. Las costas habitadas están lejos aún y la gente sigue viviendo su vida, ajena todavía a la magnitud de la amenaza. Pero allí están dados ya todos los ingredientes del posible desastre. ¿Qué hacer en apenas una semana, el tiempo de recorrido lógico del ciclón? Nada o casi nada. Apenas tomar algunas cosas y dejar la ciudad. Lo que no se hizo en años de desatención a la infraestructura no podrá hacerse en sólo unas horas.
Del mismo modo, la irresponsable política cortoplacista y de utilitarismo electoral que ha puesto en práctica el gobierno del presidente Kirchner no dejará tiempo para atenuar las características antipáticas de 2006. En un año sin elecciones el gobierno intentará realizar ajustes cuyos eventuales resultados lo vuelvan a reposicionar para la disputa presidencial de 2007.
Mientras tanto, igual que los habitantes de las costas distantes del centro de formación de un huracán, la sociedad argentina sigue adormecida disfrutando del buen tiempo de los subsidios y la plata regalada. ¿Se acordará de su propia indolencia cuando los nubarrones motivados por la irresponsabilidad y la mala administración preanuncien la llegada de un Katrina económico a las costas argentinas? Es muy posible que no. Y es justamente en esa rara habilidad que tenemos para no unir nuestros actos con sus consecuencias donde se hallan las explicaciones más simples de nuestro fracaso. © www.economiaparatodos.com.ar |
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