La semana pasada, por haber aparecido la noticia publicada en la primera plana del diario Clarín, se hizo pública la situación de un chico de 15 años (Marcos) cuyos padres pedían a un juez que se lo comenzara a preparar (supongo que administrándole hormonas) para efectuarle una operación de cambio de sexo cuando culminara su desarrollo físico, ya que presenta identidades física y psicológica diversas.
Indudablemente, una persona que presenta una identidad psicológica distinta de la física presenta un tipo de problemática a la que hay que atender y buscar por todos los medios que ambas identidades confluyan.
Me parece que esto no está en discusión, y negar la problemática, tanto del chico como de su familia, es meter la cabeza en un agujero.
Lo que me pregunto, ya en orden a solucionar el problema que, insisto, es grave y no puede ser negado, es: ¿por qué la opción que se plantea es tener que adecuar lo físico a lo psicológico y no lo psicológico a lo físico?
¿Por qué se van a poner todos los medios quirúrgicos para “transformarlo físicamente en mujer” y no se ponen los mismos medios para “transformarlo psicológicamente en varón? Negar esta posibilidad es, entre otras cosas, negar los avances que la psicología ha tenido en estas últimas décadas.
De “ser una mujer encerrada en un cuerpo de varón” (como suele decirse actualmente), por lo visto sólo se sale cambiando el cuerpo. ¿Por qué no puede cambiarse la percepción de sí mismo? ¿Por qué no podemos hacer mediante la ciencia que Marcos, que genética y físicamente nació varón, se sienta varón? ¿Por qué se niega que pueda ser feliz asumiendo, desde luego con ayuda científica, una personalidad psicológica de varón? ¿O es que sólo puede ser feliz cambiando físicamente de sexo? No creo tener la respuesta, pero al menos abriría las posibilidades.
Hace pocos días, escuchaba por la radio al diseñador de moda Roberto Piazza -que públicamente en varias oportunidades se ha declarado homosexual- dialogar con el periodista “Chiche” Gelblum. Decía que su psiquiatra la había ofrecido algunas veces un tratamiento psicológico para convertirlo en heterosexual, que a él no le había interesado porque era muy feliz siendo homosexual, pero que tenía amigos que sí habían optado por “heterosexualizarse”. Si bien el caso no es exactamente similar (no es lo mismo ser homosexual que sentirse del otro sexo) es otra prueba de que la ciencia psicológica también puede contribuir a solucionar la complicada problemática en la que se encuentra Marcos.
Me parece que ni debemos cerrar nuestra mente ni enseñar a las generaciones venideras “que hay que adecuar siempre lo físico a lo psicológico”, sino que la inversa también es una opción, tan válida como la anterior. Si no en el futuro podremos enfrentarnos con casos a los que debamos injertarle lana en todo el cuerpo porque se sientan “una oveja encerrada en un cuerpo de hombre”. Y no digo esto peyorativamente. Hay personas que presentan problemáticas psicológicas de niveles de complejidad muy elevados.
¿Qué tiene que ver este tema con una columna de educación? Que cuando tocamos el tema con algunos de mis alumnos, entendían, antes de hacerlos reflexionar sobre el tema, que la opción quirúrgica era la única posibilidad para que Marcos pudiera ser feliz. E indudablemente debieron llegar a este pensamiento sobre la base de lo que los adultos les comunicamos, fundamentalmente a través de los medios de comunicación masiva. Así que opté por publicar lo mismo que reflexioné con mis alumnos.
A la hora de plantear soluciones, busquemos todas las opciones y no nos quedemos con una sola. © www.economiaparatodos.com.ar
Federico Johansen es docente, director general del Colegio Los Robles (Pilar) y profesor de Política Educativa en la Escuela de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la UCA (Universidad Católica Argentina). |