Después de aferrase al doble discurso por espacio de algunas semanas desde que fue elegido, Evo Morales parece estar ahora virando más bien en dirección hacia la meta a la que -realmente- quiere ir, esto es hacia la opción de la izquierda más radical.
Como los clásicos gobiernos de ese signo, ha comenzado a sembrar el temor entre sus opositores políticos. A intimidar, entonces.
Para esto (como alguno de sus vecinos) parece estar recurriendo tanto al abuso del poder de policía administrativo, como al conocido recurso de “utilizar” una “justicia”, algunos de cuyos magistrados pueden ser ahora complacientes con el poder, por las más diversas razones. Esto es, no necesariamente independiente.
Así lo atestigua la reciente imputación de cuatro ex jefes de Estado en procesos de “responsabilidad” que lucen claramente orientados a tratar de desprestigiarlos y, más aún, a demonizarlos ante la gente.
Me refiero a la aparente manipulación política que aparece detrás de las acciones iniciadas por el fiscal general de Bolivia, el Dr. Ricardo Díaz, contra (I) el ex presidente Eduardo Rodríguez, que está circunstancialmente de visita en China; (II) el líder más importante de la oposición, Jorge “Tuto” Quiroga, el conocido dirigente de Podemos que escoltara a Evo en las recientes elecciones; (III) el periodista Carlos Mesa; y (IV) contra Gonzalo Sánchez de Lozada. Este último es ciertamente el hombre al que la izquierda regional realmente odia. Por lo que representa. El que es tenido como el verdadero “malo” de la película política. El que -hoy exiliado- tuvo la imperdonable osadía de pretender llevar a Bolivia en dirección a una economía de mercado.
El primero de los nombrados (sin cuya generosa gestión presidencial temporaria Bolivia, claro está, seguramente se habría caído al abismo al que se había asomado) es acusado del gravísimo pecado de haber entregado a los norteamericanos, para ser desactivados, 41 vetustos misiles de fabricación china que estaban en estado desastroso de conservación. A los otros tres ex mandatarios se los acusa, en cambio, por haber suscripto contratos petroleros que aparentemente no fueron refrendados por el Congreso Nacional, seguramente porque la ley no lo exigía y porque es bien complicado tratar de gobernar en estado de deliberación.
El MAS de Evo Morales niega toda vinculación con lo sucedido. Es bien difícil creerle, a la luz de experiencias conocidas.
Este no es, naturalmente, el camino que Bolivia debe transitar para construir el mañana con una sociedad unida. Es, en cambio, la vía que la empuja al conflicto y a los enfrentamientos. Es, entonces, una alternativa equivocada. La que se elige mostrando -a diferencia de Michelle Bachelet, a la que algunos prefieren no mirar- que no se tolera la competencia de nadie y que se está tratando de destruir -o anular- a todo aquel que luzca como un posible rival para mañana. Es una clara señal de debilidad. De temor al fracaso. Una mala señal, entonces. © www.economiaparatodos.com.ar
Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU). |