Una de las quejas de Evo Morales, repetida insistentemente todo a lo largo de su exitosa campaña electoral, fue la de denunciar los “males” del “sistema colonial” que, en su entender, imperaba en su país. Entre ellos, uno de sus preferidos ejemplos era el de señalar que los indígenas no tenían una participación adecuada en la integración de los cuadros de la oficialidad de las Fuerzas Armadas bolivianas.
Hasta ahora, a ojos vista, esos oficiales no parecían provenir de algún país escandinavo, pero no había, entre ellos, indígenas. Lo cierto es que las cosas están empezando a cambiar con rapidez.
Después de cinco meses de “preparación intensiva” (llamada eufemísticamente “nivelación”, del mismo modo que al incumplimiento contractual se lo denomina, ahora, insólitamente, “migración”) a la que dedicaron feriados y fines de semana, 13 de los 20 candidatos indígenas que pretendían ingresar a los institutos militares bolivianos se incorporaron al Colegio Militar de Bolivia, “Gualberto Villarroel”, en La Paz. Otros cinco de ellos ingresaron a la Escuela Militar de Sargentos, en Cochabamba. Y uno más entró en la Escuela Militar de Topografía. Solamente uno fracasó, entonces. Excelente promedio.
Todos serán -en más- becarios, bajo un nuevo programa de “igualdad de oportunidades”. Esto les garantiza sus estudios, alimentación y los servicios de salud. Pero no los gastos personales, razón por la cual se ha tenido que recurrir a la búsqueda de “padrinos” que los ayuden, desde el vilipendiado sector privado.
Todos ellos están ya en carrera para llegar algún día, por méritos propios, a ser generales de la República. ¿Ocurrirá?
Lo hasta aquí sucedido dejó al descubierto no solamente la desigualdad de oportunidades, sino también la disparidad de calidad que todavía parece existir entre los programas y medios de estudio en los centros urbanos y los del campo, en donde no hay casi bibliotecas, ni computadoras, ni laboratorios. Ni medios. Sólo ganas. © www.economiaparatodos.com.ar |