La presunta “ola imparable” de triunfos electorales resonantes, todos favorables a la izquierda o al marxismo, en nuestra América Latina -que acaba de tener una importantísima excepción en Costa Rica, con el triunfo del centrista Oscar Arias- puede bien haber comenzado a cambiar dramáticamente de sentido, a pesar de Hugo Chávez, o, más bien, como consecuencia de Hugo Chávez.
Se habla ahora de un negativo “efecto Chávez”, desde que el desorbitado presidente de Venezuela empieza a aparecer como lo que debiera normalmente haber sido siempre: un verdadero “espanta-votantes”.
En efecto, las elecciones mexicanas, previstas para el próximo 2 de julio, han cambiado ahora de favorito en las encuestas.
Hasta no hace mucho, el candidato populista de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, parecía imparable, atento a que llevaba una importante ventaja en las preferencias del electorado de 10 puntos en su favor.
Sin embargo, en unas pocas semanas todo cambió.
El candidato de la izquierda hoy está nada menos que diez puntos detrás del excelente candidato del PAN, del centro entonces. Me refiero a Felipe Calderón, que lo ha pasado “como poste” o “chicotazo”.
El viejo PRI, que por tantos años dominara el escenario político mexicano, con el candidato reputado como “dinosaurio”, Roberto Madrazo, sigue -mientras tanto- clavado”en un frustrante 25% de las preferencias, lo que lo dejaría fuera de carrera.
¿Qué pasó?
Muy simple, Calderón empezó a preguntarle a los mexicanos si querían -o no-que su país fuera como la Venezuela de Chávez. Y la respuesta mayoritaria, con absoluta razón, ha sido negativa y fulminante. Especialmente entre los indecisos, que parecerían estarse inclinando a favor de Calderón, espantados con Hugo Chávez y sus adeptos. Una suerte de “beso de la mujer araña” para López Obrador, entonces, que está quedándose cada vez más atrás en las preferencias de los electores, a medida que se acerca el momento de la verdad, el de las urnas. Un 42% de los indecisos se inclinaría ahora por Calderón. Mientras tan sólo un 36% lo haría por López Obrador. Esto puede -quizás- cambiar si parte de los votos del PRI, ante la evidencia de sus escasas posibilidades reales, comenzara de pronto a migrar.
¿Qué propone Calderón? Un paquete que luce bastante atractivo e incluye: una reforma impositiva drástica, adoptando un esquema tributario con la misma tasa para todos (esto es el conocido “flat tax”, que hasta ahora no ha sido un buen anzuelo electoral en otros países); una profunda flexibilización de las normas laborales, que promueva la generación de empleo; la apertura del sector energético, flexibilizando el actual monopolio del Estado, ejercido a través de PEMEX, que en la última década desde que no ha podido aumentar su producción, no ha estado -como suele suceder con las empresas públicas latinas, según muestra el propio caso venezolano- a la altura de las circunstancias, permitiéndole en más asociarse con empresas privadas.
¿Qué busca López Obrador, en cambio? La conocida receta de Hugo Chávez. Esto es, sacar a México del NAFTA, y cerrarla arancelariamente, “protegiendo” a la industria local; y simplemente debilitar al sector privado en todos los frentes, a expensas del sector público. Pero su discurso, aunque fogoso, es inseguro y sugiere un peligroso “salto al vacío”, a la manera de Chávez. Para peor, contemplando a Hugo Chávez es claro y notorio que -en su universo- las libertades civiles y políticas de los ciudadanos peligran. El panorama electoral de López Obrador es ahora oscuro. A punto tal que se niega -como es costumbre democrática- a debatir públicamente con Calderón, lo que sugiere que se sabe débil.
Algo muy similar está curiosamente sucediendo en Perú, donde Alan García, con una estrategia similar, basada en preguntarle a la gente si quiere, o no, tener un país como la Venezuela de Chávez, hoy ha sacado una ventaja de 14 puntos sobre el chavista Ollanta Humala, que -por amplia- luce inalcanzable, al menos si nada inusual ocurre antes del próximo 4 de junio, fecha prevista para la segunda vuelta electoral peruana. Cada vez que Chávez -fuera de control- insulta a Toledo, avanza inexorablemente Alan García. A la manera de “espanta-votos”, entonces. O de un evidente “Jettatore”.
Es difícil que el populismo y el autoritarismo caprichoso de los “providenciales” o “iluminados” de siempre (que son sólo personajes de la llamada “izquierda caviar”), o de los que hacen de la intimidación y la falta de respeto su feo evangelio, atraigan durante mucho tiempo a los pueblos, que, tarde o temprano, si no media un esquema de terror y represión (“a la cubana”), los rechazan.
Así es, casi siempre, la democracia. Se puede abusar de ella durante un rato para tratar de subyugarla o eliminarla abierta o subrepticiamente, pero, si no se la ahoga con violencia, ella suele generar sanas reacciones, en dirección a garantizar la libertad de todos los ciudadanos. © www.economiaparatodos.com.ar
Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU). |