Francamente, no entiendo de qué se sorprende Roberto Lavagna cuando los seguidores de Kirchner le saltan a la yugular por haber formulado algunas críticas al Gobierno, si mientras él fue ministro de Economía de Kirchner hubo infinidad de casos que mostraban la intolerancia hacia quienes no pensaban como él. No sólo los militares o los empresarios fueron victimas de un comportamiento arbitrario, también gente de su propia tropa sufrió el escarnio público cuando osaron expresar sus ideas libremente. En otros términos, lo que le ocurrió a Lavagna no es algo inédito en el comportamiento de Kirchner. Lo sorprendente hubiese sido que nadie hubiera atacado a Lavagna por sus declaraciones.
Tampoco deberían sorprenderse muchos periodistas que hoy muestran su preocupación por el manejo de los fondos públicos para apoyar a determinados medios o, si se prefiere, la discriminación de la pauta oficial de publicidad entre amigos y enemigos. De la misma manera, la falta de transparencia en la información pública que muchos periodistas han denunciado, tampoco es una novedad. ¿Qué esperaban de un hombre que jamás ha dicho una sola palabra en contra de los terroristas de los 70 que pretendían establecer una dictadura marxista en la Argentina? ¿Un comportamiento democrático? ¿Qué actitud podían esperar de un hombre que le encanta mostrarse con Hebe de Bonafini, una mujer que festejó el atentado a las Torres Gemelas y dijo que el Museo de la Memoria no servía para una mierda si no se exponían los fusiles que habían utilizado los terroristas? ¿Que distribuya la plata y la información en forma transparente y republicana?
Pero así como era perfectamente previsible el camino que iba a seguir el gobierno, también es previsible adónde conduce este camino que sigue Kirchner.
¿Cuál es ese camino? Un camino que apuesta permanentemente al corto plazo en materia de política económica y a la acumulación de poder. Es decir, el presidente sacrifica la sustentabilidad del crecimiento de largo plazo para obtener beneficios políticos de corto. Tal vez su razonamiento consista en lo siguiente: si yo arraso con el sistema democrático y republicano, en el futuro voy a tener el suficiente poder político como para dominar cualquier crisis económica. Al menos esto es lo que parece surgir de su comportamiento en la economía y en la política.
Sin embargo, un razonamiento de este tipo implica cometer, al menos, dos gruesos errores. El primero es no advertir que la gente puede ser indiferente ante cualquier atropello institucional siempre que la economía funcione, aunque ese funcionamiento sea artificial, pero no es indiferente ante las crisis económicas. La gente puede mirar para otro lado cuando se evapora la división de poderes, pero no mira para otro lado cuando se le evapora el ingreso por la inflación, no consigue combustible o tiene problemas de abastecimiento.
El segundo error es creer que desde la política y el poder absoluto puede hacerse desaparecer la escasez. Quienes piensan que las inversiones o la producción dependen de los gritos, las amenazas y los desplantes se equivocan fiero. Las inversiones son función de la previsibilidad de los gobiernos y Kirchner es previsible. ¿En qué consiste su previsibilidad? En que en cualquier momento puede embestir contra cualquier sector económico. Esta previsibilidad de Kirchner es lo que hace imprevisible el resultado de una inversión, y sin inversiones la generación de riqueza se estanca y la lucha por la distribución del ingreso se hace tan feroz que ni el mayor poder político puede llegar a dominarla. La previsibilidad de su imprevisibilidad lo condena al fracaso económico.
Aunque hoy parezca imbatible en las urnas (también parecían imbatibles Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Graciela Fernández Meijide), la realidad es que Kirchner está hipotecando su futuro político al despreciar el crecimiento de largo plazo. A sólo tres años de haber asumido el gobierno, el presidente tiene problemas de abastecimiento de gas, de GNC, de gas oil, se le complica la inflación, tiene que prohibir la exportación de carne y trigo. Estos no son problemas coyunturales que se resuelven fácilmente. Los problemas que hoy está enfrentando Kirchner en lo económico son estructurales. Y recién han emergido algunos pocos problemas. En la medida en que siga empeñándose en manejar la economía como si fuera un campo de concentración, torturando a los agentes económicos para que vivan atemorizados, los problemas van a ser mucho más graves, lo que le hará perder poder político. Ningún país puede crecer bajo la certeza de los comportamientos imprevisibles. Los países no crecen porque un gobernante golpee sobre la mesa y emita un decreto de necesidad y urgencia obligando a que la economía crezca. Los países crecen cuando tienen instituciones que impiden que los presidentes puedan ser previsiblemente imprevisibles. Eso que se llama gobiernos sujetos a la ley.
En síntesis, si se me permite la similitud y con el debido respeto, lo que Malvinas fue para Galtieri, la actual política económica y su comportamiento lo serán para Kirchner. © www.economiaparatodos.com.ar |