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jueves 8 de junio de 2006

¿Hacia dónde va Bolivia?

El nuevo esquema constitucional que impulsa el presidente Evo Morales podría contener algunas reformas radicales que alterarían en forma drástica la realidad boliviana.

En un libro reciente, su autor, el economista Javier Santiso, sostiene que en nuestra región hay algunos países a los que todavía les atrae fuertemente el “canto de la sirena”. Entre ellos menciona expresamente a Bolivia (“Latin America’s Political Economy of the Possible”, M.I.T., 2006, página 7). Esto quiere decir que algunas de las naciones de nuestra región caen fácilmente prisioneras de la oratoria revolucionaria encendida, de la retórica emotiva, y siguen a quienes dicen ser capaces de generar milagros económico-sociales, tal como parece estar sucediendo en Bolivia.

Es cierto que la población indígena de nuestro simpático vecino del norte ha estado postergada por años. Casi abandonada a su suerte. Pero es posible que una de las consecuencias de esa postergación sea precisamente una actitud adolescente que, inclinada a tratar de obtener rápidamente reivindicaciones, termine por desembocar en una situación parecida a aquella en la que hoy se encuentra la Zimbabwe de Mugabe. Con todo lo que esto significa.

Una de las señales más importantes para tratar de interpretar qué puede pasar en Bolivia en el corto plazo tiene que ver con la propuesta de nuevo esquema constitucional que deberá tratar la Asamblea Constituyente, cuyos miembros se elegirán a comienzos del próximo mes de julio, simultáneamente con la adopción de una decisión respecto del grado de autonomía a conferirse a los departamentos, que tiene un alto nivel de consenso en el oriente del país.

Hasta este momento, poco de concreto se sabe respecto de lo que habrá de proponer efectivamente Evo Morales a la Asamblea Constituyente. No obstante, ya han comenzado a difundirse algunos de los elementos que contendría el proyecto presidencial. Ellos no son, para nada, tranquilizadores, porque suponen un giro constitucional radical equivocado que alteraría profundamente la realidad del país.

En efecto, según ha trascendido, el proyecto incluye otorgar derechos “exclusivos” a los indígenas, que el resto de la población -en cambio- no tendría. Esto es simplemente dar vuelta la tortilla, reemplazando a los entenados de ayer por los entenados de mañana. Es también desconocer que existe una nacionalidad boliviana, por encima de las distintas naciones que la componen.

Además, se nacionalizaría la tierra y todos los recursos naturales. Se protegería el cultivo de coca y se establecería una “economía social comunitaria con iniciativa privada”, eufemismo que bien puede querer decir una economía marxista, a la cubana. En este sentido, no se puede olvidar que la administración de Evo Morales, como suele suceder con los regímenes marxistas, utilizan una terminología totalmente distinta a la usual. Por ejemplo, cada vez que esos regímenes deciden incumplir un contrato, en lugar de hablar de “incumplimiento” se ha inventado la expresión eufemística “migración del contrato”, que ya no confunde a nadie.

A juzgar por el contenido del documento “Refundar Bolivia”, aparentemente editado por el Movimiento al Socialismo, esto es por el partido de gobierno, la futura Constitución también contendría la “voluntad indeclinable boliviana” de obtener una salida al Pacífico, con el propósito de recuperar el territorio perdido en la guerra contra Chile en la que Bolivia fuera fácilmente derrotada en el siglo XIX. Como expresión de deseos, vale. Pero para el tango hacen falta dos.

Ese mismo documento sugiere que el proyecto de Constitución antepondría los derechos “colectivos” y los “de los pueblos”,a los derechos “individuales”, lo que, de ser cierto, aniquilaría fácilmente las libertades civiles y políticas de millones de bolivianos.

La propuesta determinaría que, además del castellano, habría otros dos idiomas oficiales, el aimara y el quechua. De esta forma, millones de bolivianos estarían prácticamente incomunicados entre sí.

Como si eso fuera poco, a la bandera oficial de Bolivia se le agregaría la bandera indígena multicolor, la llamada “whipala”, que tendría el mismo reconocimiento oficial que la actual bandera nacional. Cabe preguntarse si esta propuesta permitiría también que otros grupos étnicos adopten -en más- sus propias banderas para diferenciarse y obtengan, también ellos, el reconocimiento oficial de sus enseñas. Obviamente la respuesta es negativa. Vivir con dos banderas sugiere que una de ellas será -como hasta ahora- la de todos los bolivianos y que la otra, que pertenece sólo a algunos de ellos, podría ser impuesta, por la fuerza, a los demás. Desde el punto de vista de los conflictos étnicos, nada de esto ayuda a una transformación en paz, entre todos.

Mientras tanto, Evo Morales sigue con su andar “contradictorio”, tal como lo hicieran en el comienzo de sus carreras políticas tanto Fidel Castro como Hugo Chávez. De esta manera, el mandatario boliviano procura generar división entre aquellos que sospechan que es marxista y aquellos que están convencidos de que lo es. En medio de esa confusión, se llevaría adelante un radical cambio de estructuras. La construcción de esta “cortina de humo” permite al mandatario boliviano acusar al gobierno de los Estados Unidos sugiriendo que habría creado equipos para perseguirlo y matarlo, mientras le solicita, al mismo tiempo y simultáneamente, de modo casi esquizofrénico, la renovación de la “Ley de Preferencias Arancelarias Andinas y de Erradicación de Drogas”, que vence a fin de año. Esa norma permite a Bolivia recibir ventajas comerciales de los Estados Unidos, a cambio de su cooperación en la lucha contra el narcotráfico.

Para confundir aún más y tratar de seducir a los norteamericanos, Evo Morales sugiere que su objetivo a mediano plazo es el de negociar un acuerdo comercial con los Estados Unidos, lo que parece ser una absurda fantasía desde que es archiconocido que su “mentor”, Hugo Chávez, ha hecho de la negativa a suscribir ese tipo de acuerdos una de sus banderas más importantes.

En la misma línea, Morales invitó al presidente Bush a concurrir personalmente a la inauguración de la próxima Asamblea Constituyente prevista para el 6 de agosto en la ciudad de Sucre. Es obvio que -perturbado por las contradicciones- el mandatario norteamericano probablemente declinará esa invitación.

Los mensajes duales empiezan a ser una de las características más salientes de la administración de Morales. En este sentido, su gobierno primero impulsó solapadamente las tomas ilegales (por la fuerza) de tierras en el oriente del país –lo que generó una dura respuesta de los productores agropecuarios y puso rápidamente a la región toda en el precipicio de la violencia– mientras manifestaba que esas ocupaciones no contaron con su apoyo.

Por todo esto, los empresarios privados, venciendo el miedo, han cuestionado públicamente al gobierno, acusándolo de iniciar acciones confusas en materia de redistribución agraria y -peor- de encaminar al país hacia “una indigna dependencia extranjera”.

En otro rincón del agitado escenario boliviano, centenares de médicos cubanos, unos 600, están prestando gratuitamente sus servicios profesionales, presuntamente en municipios rurales. La profesión médica, por ello, ha hecho un masivo paro nacional, durante el cual los galenos atendieron gratuitamente a sus pacientes. En Cochabamba ya se ha denunciado la muerte de un paciente por mala praxis de un médico cubano y una supuesta violación a una enfermera local por parte de un profesional caribeño. El Colegio Médico de La Paz -en pie de guerra- exige que los médicos cubanos se retiren de Bolivia y amenaza con nuevas medidas de presión.

Al tiempo que todo esto sucede, Venezuela está desplegando abiertamente su presencia militar en territorio boliviano, presuntamente para “apoyar a las tropas de Bolivia en el servicio social y en las labores de capacitación propiamente militares”, según acaba de sostener el diputado del MAS Javier Zavaleta. Esto ocurre mientras Evo Morales se desplaza en aviones militares venezolanos, con tripulaciones de la Fuerza Aérea de ese país y circula con guardaespaldas también venezolanos, en un claro gesto de abierta desconfianza a los militares de su país. A su propia tropa.

Estas “señales” no presagian una reforma constitucional consensuada, sino una que podría ser impuesta, a tambor batiente, a todos los bolivianos, pasando algunos de sus hijos a ser entenados y viceversa, lo que es preocupante. © www.economiaparatodos.com.ar



Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).




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