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jueves 15 de junio de 2006

La interdependencia de los precios

Cuando los políticos populistas insisten en querer controlar los valores de los bienes y servicios, para neutralizar la expansión monetaria que ellos impulsan, terminan destruyendo el sistema de precios relativos y, con él, también el tejido social.

Una de las lamentables actitudes de los políticos vernáculos consiste en la ostentación de ignorancia sobre cuestiones esenciales de la vida económica.

El problema no es actual. Hace ya 60 años que los retóricos populistas insisten con la monserga que nos ha hundido en la decadencia: quieren controlar los precios para neutralizar los efectos de la expansión monetaria que ellos mismos provocan.

El control de precios tiene un efecto demoledor que sus propios inspiradores no alcanzan a percibir y que consiste en hacer estallar en mil pedazos el más sutil y delicado mecanismo de la economía: la “interdependencia de los precios” o el “sistema de precios relativos”.

El primitivismo intelectual se demuestra cuando el presidente pretende anular el efecto de su propia política tratando de que los precios no suban a pesar de que la gente tiene más dinero en el bolsillo y quienes producen bienes no se animan a aumentar la oferta de sus mercancías.

El resultado final es la inflación reprimida, ocultada en índices fraudulentos para salvar las apariencias, pero que sigue campeando en los precios reales.

¿Por qué la inflación reprimida es peor que la inflación abierta?

Porque destruye el tejido social que sirve para que el pueblo pueda cobijarse, contenerse y protegerse. El tejido social es como la piel, sin la cual el cuerpo humano aparecería desollado, tal como lo muestran las maravillosas representaciones de Miguel Ángel en el fresco del Juicio Final. Lo mismo pasa cuando se destruye el tejido social: sucede el despellejamiento de la economía, el desmoronamiento, la pérdida de la unidad nacional, la disolución paulatina y la decadencia irremediable.

Ahora bien, el tejido social puede contener y proteger en la medida en que esté formado por multitud de hilos que se entrecruzan en forma ordenada, unos dispuestos en sentido longitudinal constituyendo la urdimbre y otros en sentido perpendicular formando la trama. En economía, urdimbre y trama son la oferta y la demanda que se entrecruzan en millones de precios y mercados, cada uno dependiente de la relación con los demás.

Si en algún lugar el entrelazamiento se rompe, la tela comienza a rasgarse, se corren los puntos, el tejido se convierte en hilacha y termina siendo una estopa.

Ésta es la obra final de los que presumen de guapos e intentan intimidar a los demás destruyendo el sistema de precios relativos.

Visión sesgada

No es fácil tomar conciencia de la compleja relación existente entre precios y mercados porque en general los que actúan en economía debe estar atentos a sus cosas y se limitan al mercado de su especialidad, con lo cual su enfoque profesional queda sesgado.

La visión excluyente para un ganadero es el precio de la hacienda y el costo de los forrajes y las vacunas; para un agricultor lo es el precio de la soja y el costo de fertilizantes y pesticidas; para un fabricante de autos es el precio de la chapa de acero y las autopartes; para un político lo es el ámbito de su cargo y el periodo de su mandato.

Ninguno de ellos, en su actividad cotidiana, se da cuenta cabal de que el precio de lo que está produciendo o intermediando depende fundamentalmente de la estabilidad de otros miles de productos.

Conexión con mercados globales

El primer nexo que los precios guardan entre sí es el que relaciona la oferta y la demanda especifica con la oferta y la demanda global de todos los mercados. Por ejemplo, el precio de la indumentaria depende de la temporada, invernal o estival, y ella a su vez está vinculada con el mercado de la moda, que se conecta con el mercado de las confecciones, las cuales están condicionadas por costo de la mano de obra y las oscilaciones en los mercados de telas, forros, avíos y accesorios.

Demanda sustitutiva

Al lado de esta interdependencia general existe otra más estrecha de mercados que están conectados competitivamente frente al consumidor. Se da en los casos en que un producto puede ser reemplazado por otro, como la carne de pollo o el pescado cuando sube la carne vacuna, la margarina o el queso untable cuando la manteca se encarece, el mate cocido cuando el café aumenta. En estos casos, los economistas dicen que se trata de productos de oferta rival o demanda sustitutiva que permiten al consumidor desviar su consumo y limitar las desmedidas variaciones del producto principal, al que puede retornar cuando bajen los precios.

Bienes de producción conjunta

También es muy estrecha la relación que se establece entre los bienes de producción simultánea, que se producen al mismo tiempo como subproductos de un único proceso. En tal caso se cuentan los cueros cuando se faenan las vacas, el pellet cuando se exprimen las semillas de soja, el orujo y la grapa cuando se muelen las uvas, el almidón y el salvado cuando se produce gluten.

Entre estos bienes se genera un fenómeno de encadenamiento económico porque no se puede producir uno sin el otro y sus costos de producción son comunes e indivisibles. La manera de saber en qué proporción se reparten los costos entre artículos producidos conjuntamente es una cuestión determinada por la intensidad de la demanda de unos y otros. El más codiciado tendrá un precio elevado y el otro terminará siendo vendido como descarte.

Bienes de demanda combinada

El último caso de interdependencia de precios es el acoplamiento entre bienes de demanda conjunta, es decir de aquellos que se demandan juntos como el pan y la manteca, el café y la leche, el vino y el agua mineralizada, el aceite y el vinagre, las conservas y los envases de hojalata, las bebidas y las botellas, la vajilla de porcelana y los cubiertos. En todos estos mercados, la política económica tiene importancia decisiva para mejorar la posición de ciertos sectores económicos si se actúa con inteligencia vinculando estos mercados. Así, está comprobado que una rebaja en los aranceles para importación de café se traduce en un inmediato aumento del consumo de leche y de compra de pocillos de porcelana. Abaratando costos impositivos de un bien se mejora sensiblemente la situación de las producciones complementarias.

Afán intervencionista

Cuando el gobierno actúa salvajemente tratando de contener los precios que se elevan como consecuencia de que la gente dispone de más dinero en los bolsillos y los productores no se arriesgan a fabricar más bienes, no puede neutralizar los efectos inmediatos que se producen en millones de transacciones sin destruir el delicado tejido de los precios relativos.

Por eso, se dice que cuando un secretario de Estado pretende controlar precios y regular mercados actúa de la misma manera en que lo haría un oso pardo metido en una cristalería.

Sólo el mercado libre, abierto y liberado de los vicios del fraude, la violencia y el poder monopólico de capitalistas prebendarios, puede solucionar el problema de las variaciones de precios salvando la interdependencia con otros precios y distintos mercados.

En realidad, el precio es un doble y sutil llamado dirigido a vendedores y compradores para que restrinjan o aumenten la oferta y para que se abstengan de comprar o se endeuden tomando créditos de consumo.

Sólo con mercados libres los precios pueden regular los factores de la producción porque al mismo tiempo son precios de productos elaborados y costos de producción de los insumos necesarios para producir mercaderías.

Los precios libres son elementos insustituibles que hacen posible, en cada instante, en cada lugar y en cada circunstancia, que los consumidores elijan los bienes que les están ofreciendo o renuncien a ellos, y de este modo los recursos se asignen a destinos más eficientes. Interferir en este proceso es destruir la racionalidad económica. © www.economiaparatodos.com.ar



Antonio Margariti es economista y autor del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad de Rosario.




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