El presidente inicia su viaje a España con el objetivo obsesivo de convocar las inversiones de ese país. Ya había insinuado ese mismo reclamo en Villa Bosch, cuando Peugeot presentó la fabricación nacional del modelo 307. Al día siguiente de ese acto, el ministro Julio De Vido hizo lo mismo con los compradores del 50% de Transener, que acababa de ser transferido de las manos de Petrobras. Las palabras, como aquella setentista canción de la italiana Mina –“Parole, parole, parole…”- vienen a llenar bochincheramente lo que no se muestra con los hechos.
La administración del presidente Kirchner, desde que se instaló en la Casa Rosada, no ha hecho otra cosa que enviar señales de hostilidad a la comunidad de negocios. Desde acusaciones genéricas e infundadas lanzadas al aire con total impudicia, hasta desplantes rayanos en la mala educación, el presidente no ha dejado nada por hacer en el terreno de demostrar su distancia de los empresarios y de las empresas.
El terreno internacional, ése en donde desde esta semana se moverá la comitiva presidencial, ha sido, quizás, una especie de posgrado a la hora de protagonizar disparates, reacciones incomprensibles y comentarios destemplados. España tuvo, en este sentido, una especie de privilegio. A poco de comenzado su mandato, el presidente protagonizó allí una suerte de avanzada de lo que sería el sello de toda su gestión. Enojos, insultos, planteos extemporáneos, desplantes, en fin, un despliegue inusitado de baterías anti diplomáticas que dejaron boquiabiertas no sólo a las autoridades españolas, sino también –y principalmente- a la comunidad empresaria.
Las decisiones sorpresivas respecto de la ley aplicable a las empresas ha sido otro capítulo estelar de la relación de Kirchner con los dueños del dinero. Ha aumentado retenciones de la noche a la mañana, amenazó con el cambio de régimen jurídico para varias actividades de no amoldarse los empresarios a sus deseos, suspendió las exportaciones de carne y advirtió que las continuaría si los precios de los cortes no alcanzaban el nivel que a él se le ocurría, reestatizó total o parcialmente empresas y cobijó bajo su protección cualquier atropello gremial que se le ocurriera a su aliado Hugo Moyano. Se negó persistentemente a renegociar los contratos rotos con el fin de la Convertibilidad entre el Estado argentino y las empresas de servicios públicos y permanentemente rechaza el diálogo respecto de las tarifas públicas.
Aseguró lugares en todos los ministerios a personajes cuyo discurso se ha caracterizado por un odio visceral a la iniciativa privada y que proyectan modelos de regulación socialista que parten de la idea de la expropiación, la autogestión y la toma de fábricas.
En términos de seguridad general, encarna un modelo permisivo que respalda la liberación de delincuentes, el acortamiento de las penas, la inaplicabilidad de los antecedentes por reincidencia y el descuido y la desvaloración de las víctimas.
En materia de relaciones internacionales, ha creado conflictos en frentes verdaderamente múltiples. Decidió en forma unilateral el corte de suministro de gas a Chile, creó una situación sin precedentes con el Uruguay y fabricó antipatías mundiales con el manejo de la deuda en default en donde personas que confiaron en el país fueron estafadas en Italia, Alemania, Japón, Francia. Con este último país, tensó la relación oficial a partir del retiro de la compañía Suez, a tal punto que el presidente Chirac no incluyó a la Argentina en su reciente gira latinoamericana.
Que la Argentina no sea vista como una tierra confiable donde arriesgar dinero propio con todos estos antecedentes no es una consecuencia extraña. Al contrario, es el efecto lógico de tanta extravagancia. Lo descrito aquí son tan sólo algunos hechos sueltos que han caracterizado este mandato del presidente Kirchner. Por supuesto que en esa línea de conductas podrían anotarse muchas otras.
¿Qué valor tendrán las endulzadas palabras que seguramente escuchará ahora el auditorio español? ¿Podrán esas palabras borrar la fuerza de los hechos? ¿Vendrá la comunidad empresaria española a depositar su riesgo aquí? ¿Cuánto de ese riesgo debe anotársele a la propia conducta del presidente que viene a pedirles confianza?
Es difícil que Kirchner pueda borrar con el codo de su lengua lo que escribió con la fuerza de su verborragia y, muchas veces, con la fuerza de sus decretos de necesidad y urgencia. Es el país y la sociedad argentina, que festejaron el grito y la bravuconada, los que verán las diferencias entre darse un gusto que nace del estómago y las estratégicas acciones que, más que en las vísceras, deben originarse en el pensamiento sosegado y en la inteligencia, condiciones ambas que parecen lejos de los actuales escritorios oficiales. © www.economiaparatodos.com.ar |