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lunes 31 de julio de 2006

¿Un nuevo paradigma de modelo económico?

Los signos positivos de la macroeconomía parecen ser fruto de un modelo económico que se basa en superávit fiscal, precios regulados y una economía cerrada. Sin embargo, estos hechos esconden una realidad muy distinta que finalmente saldrá a la luz.

Días atrás, hablando de la situación económica argentina, un amigo me preguntaba si no estaríamos frente a un nuevo paradigma de modelo económico, dado que con superávit fiscal, precios regulados y economía cerrada los números macroeconómicos mostraban signos positivos.

Claro, el primer dato que, a primera vista, sorprende es el crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI), que creció el 29,6% comparado con el piso de 2002. Dicho en otras palabras, el “nuevo” modelo logró recuperar todo lo perdido con la caída del 15% del PBI entre 2001 y 2002 y agregar valor sobre ese 15%.

Sin embargo, si bien los datos del PBI pueden lucir impactantes, tampoco son un récord. Por ejemplo, entre 1991 y 1994 (antes de entrar en la crisis del tequila) la economía argentina había crecido el 38,4% y veníamos de una caída menor –del 10%– del período 1998-90. Es decir que la recuperación de principios de los 90 partió de una caída importante pero menor a la que se produjo en 2001/2002. Las tasas promedios de crecimiento anual entre 1991 y 1994 fueron del 8,5% y las del supuesto actual paradigma son del 9% anual. Por contraposición, entre 1991-1994 la tasa de inflación fue descendente y sin controles de precios, mientras que el actual modelo tiene tasas de inflación ascendentes a pesar de los controles de precios.

Así como hoy algunos se preguntan si no estaremos frente a un nuevo paradigma de modelo de crecimiento, hacia 1994 alguien podría haberse formulado la misma pregunta. Claro que hasta 1994 la convertibilidad no convivió con déficit fiscal. Fue justamente a partir de ese año que, en busca de la reelección, se paralizaron las reformas estructurales y el gasto público se disparó, lo que generó déficit fiscal con el consiguiente endeudamiento del sector público.

Pero lo que me interesa destacar es que quienes hoy se encandilan con los números del PBI, pueden revisar la historia reciente y descubrir que también pueden encandilarse con los datos de principios de los 90. Ambos números encandilan y ambos números podrían dar lugar a la misma pregunta: ¿estamos frente a un nuevo paradigma de modelo económico?

En el caso actual, se hace difícil hablar de “nuevo paradigma”, porque nada tienen de nuevo los controles de precios, la sustitución de importaciones, las estatizaciones y los impuestazos. Lo único diferente respecto al pasado de nuestros fracasados modelos intervencionistas es que el Estado no tiene déficit fiscal. Aunque, en realidad, el déficit existe por la sencilla razón de que el Gobierno emite pesos para comprar dólares y sostener el tipo de cambio artificialmente alto. Es más, en los últimos meses, advirtiendo el desborde inflacionario en que se ha metido, el Gobierno cambió el mix de instrumentos que utiliza para sostener el tipo de cambio por encima del valor de mercado y ahora recurre más intensamente a la colocación de deuda interna. Si no se quisiera mostrar déficit fiscal y el Gobierno quisiera comprar dólares, debería generar el superávit fiscal correspondiente. Pero el que tiene no le alcanza y, por lo tanto, primero emite pesos para comprar dólares y luego retira parte de esos pesos colocando letras y notas del Banco Central (BCRA). Llegamos así a una curiosa coincidencia: en la segunda mitad de la década del 90, el Gobierno se endeudó para sostener el tipo de cambio en la paridad de uno a uno, ahora se endeuda para sostener la paridad en tres pesos por dólar. Dejando de lado la paridad cambiaria, el mecanismo utilizado es el mismo (endeudamiento creciente) para lograr el mismo objetivo (regular el tipo de cambio).

También resulta difícil hablar de “nuevo paradigma” cuando tenemos una política económica que parte del supuesto de que los precios internos pueden desligarse de los precios internacionales. Tampoco es un “nuevo paradigma” que un funcionario público defina qué utilidades tienen que tener las empresas.

El supuesto “nuevo modelo” no es otra cosa que sostener un nivel de consumo interno más elevado consumiendo el stock de capital acumulado en años anterior. Así como en los 90 el consumo se incrementó en base al endeudamiento, hoy tenemos un incremento del consumo en base al consumo del stock de capital (carne, servicios públicos, combustibles, entre otros). Lo que hace el Gobierno puede asimilarse a una familia que vende la casa para irse de vacaciones, salir a cenar todas a las noches a restaurantes caros y comprarse ropa. Mientras dure la plata de la venta de la casa aparentarán prosperidad y todos estarán felices. Cuando se acabe el dinero, la realidad saldrá a la luz y se acabarán las apariencias. Esto no tiene nada de “nuevo paradigma”.

Si la gente tuviera que pagar el verdadero precio del combustible, el gas, la luz, el teléfono o el boleto de colectivo, dudo que hoy estuviésemos hablando un supuesto “nuevo paradigma”. Probablemente el helicóptero le resultaría demasiado lento a Kirchner para salir corriendo de la Casa Rosada, porque la onda expansiva generada por la explosión de tantas distorsiones en los precios relativos alcanzaría al helicóptero.

Pero volvamos un momento sobre los números fiscales y dejemos de lado la salvaje presión impositiva existente, la deplorable calidad del gasto público y el total abandono al que han sido sometidos los jubilados. Supongamos que la gente percibe como positivo el supuesto superávit fiscal. Aun así, la pregunta es: ¿quién invierte en un país en el que los derechos de propiedad están permanentemente amenazados por los gritos de los funcionarios públicos, los piqueteros y los caprichos del mandamás? ¿Quién invierte en un país en el que la Justicia está “controlada” por el Ejecutivo? ¿Quién invierte en un país en el que el proyecto político del presidente subordina toda la economía, inclusive los derechos de propiedad, a sus necesidades políticas?

Para poder afirmar que estamos frente a un nuevo paradigma de modelo económico tendríamos que concluir que el mejor marco institucional para el desarrollo de los países se basa en un sistema autocrático, sin derechos de propiedad afianzados y con alta volatilidad en las reglas de juego, es decir, una vuelta al sistema institucional del medioevo.

Si la Argentina logra crecer en forma sostenida sin instituciones sólidas y sin inversiones, no habremos descubierto un nuevo paradigma de modelo económico, habremos descubierto que la riqueza se genera sola y la escasez no existe. © www.economiaparatodos.com.ar




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