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jueves 7 de diciembre de 2006

Injusticia por mano propia

La inacción del Estado frente al delito resulta un acicate para que los ciudadanos se arroguen potestades que son responsabilidad de la policía y los jueces.

Si bien hace bastante tiempo que el tema de la inseguridad nos sacude –ignoro si el número de delitos ha aumentado o decrecido– en estas últimas semanas han saltado a los medios de comunicación algunos episodios que nos hacen plantearnos, no tanto el tema de la inseguridad, como el de la función del Estado en este aspecto.

El joven que falleció al intentar evitar que secuestraran a su novia, o el ciudadano que fue condenado por homicidio por haber ultimado a quienes lo habían asaltado un poco antes son dos de los ejemplos que nos permiten rotar el eje de análisis.

Está claro que, teniendo hoy la Argentina el superávit fiscal que tiene, difícilmente podamos decir que no hay presupuesto para mejora la seguridad: no parece que la inseguridad que se vive sea por razones económicas.

Si la justicia funcionara medianamente bien, es decir, si la mayoría de los delitos se resolvieran, las causas se tramitaran con la agilidad pertinente y los condenados se mantuvieran recluidos el tiempo que la ley establece, no parecería necesario que la gente intentara “hacer justicia por mano propia”.

Sólo para poner un ejemplo: la ley del “2 x 1” se sancionó por la lentitud de la justicia, pero no beneficia a la sociedad –que es el último fin de la justicia– sino a los delincuentes. Si los jueces se retrasan en sus decisiones deberían ser sancionados ellos, no la sociedad. No creo que la sociedad considere “justa” a la ley del “2 X 1”, menos en un país donde las procesos se extienden enormemente.

Asimismo, creo que si el que mató a los delincuentes que lo asaltaron hubiera sido juzgado por un jurado de ciudadanos (juicio por jurados), o bien hubiera sido absuelto o hubiera recibido una condena menor que la que recibió. Nuevamente, no creo que la sociedad considere “justa” la condena que recibió. También creo que, si el muerto hubiera sido él, el delincuente habría recibido una condena menor.

¿Cuál fue el error de este ciudadano? Hizo “injusticia” por propia mano. Pero esto se produce porque el primero que hace “injusticia” es el Estado. Pretender que el delito no exista es utópico, pero que el delito se resuelva y se castigue es lo menos que se le puede pedir a los distintos poderes para que a la gente no se le pase por la cabeza hacerlo supletoriamente.

Si se vive en un “estado de injusticia”, la gente colaborará con esa injusticia asumiendo los roles que indelegablemente le competen al Estado: hará de policía, de juez y de verdugo. Es difícil, por no decir imposible, pedirle a la gente que ante una agresión no actúe en defensa de sus bienes o su vida si sabe que nadie más hará nada.

Nadie puede, ni debe, hacer justicia por propia mano. Pero si el Estado continúa haciendo “injusticia”, la sociedad actuará de la misma manera, “haciendo injusticia por mano propia”. © www.economiaparatodos.com.ar

Federico Johansen es licenciado en Ciencias de la Educación (UBA) y miembro del equipo de profesionales de la Fundación Proyecto Padres.

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