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jueves 15 de marzo de 2007

Presencia con “p” de padres

Una de nuestras funciones como padres es desarrollar la capacidad de acompañar a nuestros hijos con una presencia concreta y responsable.

Muchas veces hemos hablado sobre la importancia de la presencia de los padres en la educación de los hijos. Sin embargo, pareciera que poco hemos comprendido lo que esta palabra significa.

Al hacer referencia a la presencia no estamos hablando sólo del “estar presente“, todos sabemos que hay diferentes formas de estarlo. En la actualidad, nos encontramos con muchos padres que a la hora de “estar” prefieren ponerse en “piloto automático”: físicamente se los ve, pero sus pensamientos se encuentran en otro lugar o en otros temas. Con la idea de educar en la responsabilidad, en el “hacerse cargo” delegan en sus hijos funciones que les corresponden. Consideran que ellos ya son grandes y deben arreglárselas solos. Se olvidan de algo fundamental: que aprender a ser responsables implica tener la capacidad de asumir las consecuencias de nuestras acciones.

Nuestra función como padres es desarrollar la capacidad de acompañar a nuestros hijos, mostrándoles aquello que sabemos que es bueno. Este acompañamiento necesita de la presencia concreta. Probablemente tengamos que dejar de lado ciertas actividades e intereses personales, aunque sin olvidar que hay un bien mayor: ellos. De esta manera, les estaremos mostrando, con el ejemplo, que nos interesan y, fundamentalmente, que los queremos.

Acompañarlos significa mantener cierta distancia prudencial, concepto que todos conocemos cuando manejamos un auto. Si nos acercamos demasiado, corremos el riesgo de chocar. Esta situación es comparable al vínculo con los hijos, con el riesgo de que, si chocamos, no puedan aprender a diferenciar lo propio y se genere, así, el conflicto. Y, si nos alejamos demasiado, el riesgo es perderlos de vista y, como consecuencia, no poder ayudarlos y estar cuando lo precisen.

Para ayudarlos necesitamos enseñar los procesos, paso fundamental para el aprendizaje en cualquier orden. Paso que dejamos de lado y que nuestros hijos necesitan para ir creciendo.

¿Qué quiere decir enseñar los procesos? Simplemente, mostrar los pasos que llevan al aprendizaje para que éste se internalice, con lo cual los procesos necesitan tiempo. Tiempo para acomodarlos y asimilarlos, como ocurre por ejemplo, con los hábitos. Cuando son chiquitos, nos resulta más fácil comprender este concepto. Es enseñar a guardar, guardando con ellos, y de esta manera en todas las cosas. En definitiva, es mostrarle los pasos para realizar una tarea. Es el cómo se hace.

Cuando comienzan a crecer, creemos que ya todo lo aprendieron y lo saben. Es aquí donde debemos recordar que cuando un niño deja de serlo y entra en la adolescencia comienza a recorrer un camino de la inmadurez a la madurez. Esto no significa que esté maduro. Precisa que lo acompañen para ir adquiriendo las herramientas necesarias para ir saliendo al mundo y necesita saber que puede recurrir a “adultos-padres” que estarán presentes. No quiere decir que les solucionemos las cosas ni tampoco que los sobreprotejamos, significa presencia. Que sepan que tienen un punto donde apoyarse. El dicho lo expresa claramente: “dame un punto de apoyo y moveré el mundo”.

Quizá sea tiempo de pensar cómo es nuestra presencia. Será que en pos de que crezcan y se hagan cargo les damos un lugar que no saben cómo manejar.

Nadie dijo que educar es una tarea simple ni fácil, muchas son las dificultades en las que estamos inmersos. A pesar de ello, creo que nuestro desafío como padres es seguir adelante. No dejemos a nuestros hijos solos, ellos nos necesitan y nosotros también. © www.economiaparatodos.com.ar

La licenciada Andrea Saporiti es psicóloga y miembro del equipo de profesionales de la Fundación Proyecto Padres. Realizó un master en Matrimonio y Familia en la Universidad de Navarra, España.

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