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jueves 22 de marzo de 2007

Una mirada desde Venezuela a Uruguay

Mientras Hugo Chávez se entromete en los asuntos internos de sus vecinos, Irán decide racionar los combustibles fronteras adentro y Uruguay aprovecha para ganar mercados externos para sus carnes.

El avasallamiento frontal del principio de la “no intervención”

Al comenzar su comentario habitual del “Inicio de la Semana”, Roberto Cachanosky destacó “la humillación que está sufriendo la Argentina al dejar que un déspota como Hugo Chávez maneje la política interna del país, al punto de organizar un acto en Ferro para atacar a George W. Bush”. Esta reflexión me anima a referirme -brevemente- al llamado “principio de no intervención” que Hugo Chávez y el eje que responde a sus impulsos se han dedicado a pisotear sistemáticamente, cada vez más, en los últimos años.

Este principio, de profunda raigambre en nuestra región, está enunciado explícitamente en el artículo 3, inciso e de la Carta de la Organización de los Estados Americanos (OEA), que recuerda que todo Estado tiene el deber de no intervenir en los asuntos internos de otro. Su importancia es tan grande que la propia Carta de las Naciones Unidas (ONU), en su artículo 2.7, lo hace extensivo a la organización multilateral y dispone que “no se autorizará a las Naciones Unidas a intervenir en los asuntos que son esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados”.

Detrás del principio que comentamos hay, por lo menos, dos objetivos importantes: (i) defender la paz y seguridad internacional, evitando que los líderes de un Estado, con su actuación en el interior de otros, la perturben o amenacen; y (ii) evitar que desde el exterior de cualquier nación, predicando la lucha de clases y los resentimientos, se lastimen los plexos sociales y la paz. El segundo objetivo, en una época en que nos hemos acostumbrado a la siembra del odio, a las demonizaciones, bravuconerías, desafíos e insultos de todo tipo así como las faltas de educación puede no parecer importante, pero ciertamente lo es. Una sociedad que se crispa pierde la moderación y se llena de tensión.

El principio de “no intervención” no es patrimonio exclusivo de los latinoamericanos, sino que ha sido incluido entre los diez principios centrales que gobiernan las relaciones entre los Estados y que fueron aprobados por el “Acta Final de Helsinski”, en 1975. Es también uno de los principios centrales que gobiernan el accionar conjunto de los países asiáticos que, en 1967, se organizaron en torno al ASEAN.

El acto de Ferro Carril Oeste al que se refiere Roberto Cachanosky recibió, seguramente, las autorizaciones que ese tipo de evento requiere. Y toda suerte de asistencias y apoyos. Esto supone que se hizo con el consentimiento de las autoridades argentinas, pese a que éstas, en su clásico “doble discurso” (que ya no engaña a nadie), se abstuvieran de concurrir ellas mismas al pequeño estadio de Caballito.

El episodio de Ferro, sumado al de la Cumbre de las Américas realizada en Mar del Plata (en la que nuestro presidente Néstor Kirchner se dio el lujo, aun siendo anfitrión –lo que agrava las cosas–, de humillar al presidente de los Estados Unidos), acerca notoriamente a la Argentina a un eje indeseable liderado por Hugo Chávez y Fidel Castro, a quienes acompañan Rafael Correa, Daniel Ortega y Evo Morales. Pertenecer a este grupo es querer aislarse del resto del mundo y abrazar una visión patológica de las cosas, compartida por unos pocos en el mundo: los que aman circular de contramano, insultando a los demás. Esto daña –inmensamente– la imagen argentina en el exterior. Probablemente mucho más que ninguna medida económica, cuando de ahuyentar a inversores se trata. Como desaliento a quienes sueñan con una Argentina seria que todavía no ha aparecido, lo acontecido es sumamente efectivo.

No contento con el daño causado a nuestra Patria, Hugo Chávez siguió su periplo en dirección a Bolivia. Allí no sólo atacó a la oposición, lo que es una violación palmaria al principio de la “no intervención”, sino que denostó a la prensa, en general.

La oposición boliviana, bastante más valiente que la nuestra, protestó por la intervención de Hugo Chávez en los asuntos internos de su país, a la que tuvo por “intolerable”.

En su tremenda egolatría, Hugo Chávez calificó a la prensa libre de “oligárquica” y a la oposición de “apátrida”. Pensando en el último de estos adjetivos, llama la atención que el avión presidencial del bolivariano no contiene, en su fuselaje, la palabra “Venezuela”. Quizás porque en su creciente egolatría Chávez siente que él es más importante que su propia patria, lo que desde luego no es así.

No sorprende que el presidente de la Asociación de Periodistas de La Paz, Renán Estenssoro, puntualizara que la visita de Chávez constituyó una “ingerencia en los asuntos internos” de Bolivia. Tampoco que el senador Yáñez, que representa al departamento de Beni, sostuviera que Chávez “está atacando a los bolivianos”. Menos, todavía, que José Aruquipa, constituyente que representa a Podemos, refiriéndose a la desaparición del líder de la bancada de constituyentes del MAS, que se pegó a Hugo Chávez durante la gira, dijera: “Esperemos que no esté recibiendo directrices del presidente venezolano”. Seguramente lo estaba, embobado. Son muchos los que lucen ya como lamentables “Chirolitas”. Tanto en Bolivia, como en Ecuador, como en Nicaragua, como en Cuba y, desgraciadamente, cada vez más, también en nuestra Argentina. 

Irán raciona combustibles y aumenta sus precios al consumidor

Vayamos (por higiene mental) a otro rincón del globo. Uno que es aliado estratégico de Chávez: Irán.

Irán, como la República Argentina, es un país dirigista, en el que muchos de sus precios internos no los fija el mercado, sino que son establecidos “a dedo” por el gobierno. Por esto, comparados con otros países, los precios de los combustibles han sido tradicionalmente bajos en Irán. En rigor, ridículamente bajos.

Los iraníes creen que tienen una suerte de “derecho divino” a comprar nafta a precios que nada tienen que ver con los internacionales. Presumiblemente, porque saben que están sentados sobre algunas de las reservas de hidrocarburos más importantes del mundo. Las segundas en importancia, en términos de volumen.

No obstante, desde que las autoridades iraníes advierten que hay en el horizonte señales ciertas de un posible grave conflicto con la comunidad internacional (que no se esfumarán si no se encuentra una solución satisfactoria al desafío que supone el programa nuclear iraní en curso de ejecución, particularmente en lo que al enriquecimiento de uranio se refiere), las cosas han comenzado a cambiar.

Por una parte, la venta de nafta será racionada y los precios, que han estado congelados por espacio de tres años, subirán un 25%.

Esto es consecuencia de algo obvio: cuando la nafta se vende a precios increíblemente bajos, el consumo aumenta exponencialmente y no hay capacidad de refinamiento alguna que alcance. Los 15 millones de automovilistas que hoy tiene Irán se enfrentan con un futuro totalmente distinto, que habrá de tratar de corregir una situación difícil de mantener en el tiempo y que hoy obliga al gobierno iraní a importar nada menos que el 40% de la nafta que su gente utiliza.

El Parlamento de Irán acaba de decidir no sólo aumentar un 25% los precios de las naftas, sino generar una estructura de precios que distinga entre los que corresponden a los combustibles que sean consumidos “dentro” de los límites del racionamiento y aquellos que, en cambio, se consumen “por encima” de esos límites. Los segundos serían –como cabe suponer– sustancialmente superiores.

En Irán (como en la Argentina) muchos de los precios están fuertemente subsidiados, entre ellos los del pan, la electricidad y el gas natural. También los de las naftas. Ahora, el gobierno ha decidido limitar los subsidios a las naftas a un máximo de 2.500 millones de dólares por año, lo que obligará seguramente a disponer futuros ajustes adicionales.

La suba de precios ya decidida, del 25%, debiera ser soportable desde que no excede demasiado al índice de inflación de los últimos tres años. Los que se adicionen a la suba reciente serán previsiblemente mucho más difíciles.

Firmeza en las exportaciones de carne uruguaya

Entre los pocos uruguayos que sienten alguna simpatía por Néstor Kirchner seguramente hay algunos ganaderos orientales que no olvidarán –jamás– el sorpresivo (aunque “no querido”) “regalo” que les hizo nuestro presidente al cederles, por largos meses, los principales mercados argentinos de exportación de carnes rojas.

Lo cierto es que la carne uruguaya crece en prestigio –y presencia–en los mercados del mundo. El espaldarazo que le dieron los comentarios positivos del presidente George W. Bush en su última gira latinoamericana es un instrumento importante de marketing.

Los precios acompañaron la bonanza de los exportadores uruguayos. En septiembre pasado llegaron a los 2.176 dólares la tonelada. Hoy están, nuevamente, en torno en los 2.100 dólares la tonelada, para satisfacción de los orientales.

Con el relativo regreso de los argentinos a los mercados, los volúmenes exportados por Uruguay cayeron. Y algunos de los clientes que alimentaron la bonanza del año pasado –como Rusia, Chile, Sudáfrica y Argelia– se han debilitado como compradores de carnes rojas orientales. Pero aparecieron los mercados de los Estados Unidos y de la Unión Europea, en reemplazo de los anteriores, con mejores precios en algunos casos. Los norteamericanos compran ahora más del 65% de las carnes que Uruguay exporta, en toneladas. La Unión Europea (que paga los precios más altos) está comprando más del 17% que el año pasado. Entre ambos compran el 80% de las carnes uruguayas. Todo un cambio, bien positivo ciertamente.

En paralelo, los uruguayos aumentaron significativamente su comercio en todos los frentes, salvo el nuestro (lleno de “ladridos sonoros”), claro está.

Con China, por ejemplo, el comercio oriental está también creciendo vertiginosamente. En los primeros dos meses del año solamente, trepó un 36% más que el año pasado. Pero, cuidado, no es fácil abrirle la puerta a los chinos, que tienen mucho que vender. Por esto, el intercambio bilateral arroja un saldo a favor de China de casi 50 millones de dólares, que habrá que seguir de cerca. Uruguay les vende lana, cuero y carne. Y les compra electrodomésticos, automóviles, fertilizantes y productos electrónicos en general.

Mientras tanto, algo importante puede suceder en el mercado exportador de carnes vacunas. Rusia (un gran importador) está estudiando el cierre de su mercado a los exportadores brasileños, por la falta de avances en el control de la aftosa y, peor, por el ocultamiento del brote de aftosa hace poco aparecido en el estado de Mato Grosso del Sur.

Esto –de concretarse– abriría posibilidades enormes para los exportadores argentinos y uruguayos, si es que ellos pudieran ocupar el espacio que aparentemente perdería Brasil. A los uruguayos, por alguna razón, el mercado ruso no parece generarles fascinación. Por esto, la oportunidad podría ser nuestra. Néstor Kirchner –que hizo perder mercados esenciales a nuestros exportadores– debería cooperar ahora para que se pueda aprovechar la oportunidad, si se concreta.

Recordemos que hoy Brasil provee el 40% de la carne vacuna que importa Rusia, o sea unas 245.000 toneladas. Y el 40% de las importaciones de carne porcina que llegan a Rusia, esto es unas 229.000 toneladas. Cabe apuntar que Rusia ya cerró sus puertas a las importaciones brasileñas de pollo, por haber detectado, en algunas de ellas, la presencia de salmonela. © www.economiaparatodos.com.ar

Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

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