A todo o nada
Si bien se mira, en el seno del oficialismo no hay novedad. Lo nuevo en todo caso, esta en la sociedad, y vaya si es notable el cambio. Es verdad que tardó demasiado, se ha desperdiciado hasta el hartazgo. Oportunidades perdidas que no se recuperan fueron desmanteladas sin conciencia del costo que se deberá pagar algún día. La falsa fiesta en cuotas va terminando y la cuenta habrá que saldarla con Mauricio Macri, con Daniel Scioli o con quién sea que tome el mando.
El ajuste que vistieron de ogro es un “mérito” creado por ellos, el regreso a los 90′ es más una humorada que algo cierto pero si acaso tuviese algún viso de realidad, siempre será mejor ese “regreso” que este estar varados en los 70′ sin poder avanzar. No hay fantasmas en el cambio, hay un riesgo que es vital y aunque el candidato oficial pida no enfrentarlo, ya está llevándose a cabo.
No se trata del cepo ni de la inflación aunque esta socave las posibilidades de crecer de cualquier familia. Se trata de recuperar la dignidad perdida, la decencia usurpada, las tradiciones violadas, la historia vilipendiada, los héroes desterrados, los próceres vejados, los valores ultrajados. Se trata de volver a ser civilizados, de vencer la barbarie a la que se nos ha obligado, se trata de dejar de ser por tener y empezar a tener porque se es. No es un juego de palabras ni es metáfora de nada.
Los días que faltan hasta el ballottage serán cruciales: harán todo lo que han hecho hasta hoy con mayor torpeza quizás porque la desesperación los aqueja. Están dando manotazos en el agua porque el barco se les hunde inevitablemente, el tema a considerar es que en una de esas brazadas nos puedan llegar a ahogar.
Cantar victoria antes de tiempo es un error garrafal máxime cuando el adversario mostró a las claras, interminables veces, que es capaz de resucitar. La diferencia estriba en que ahora la sociedad ya se dio cuenta, y aunque es cierto que se tropieza más de dos veces con la misma piedra, hoy hay una suerte de “estar expectante” a la trampa, al fraude. Hay conciencia del mal. Antes la ingenuidad nos sumía en una esclavitud desesperante, apática. Dejamos de vivir por muchos años y nos conformamos solo con respirar.
El oxígeno del 25 de octubre fue decisivo. No fue magia, es verdad. Fue la gente harta, fue el miedo perdido, ese miedo que se mudó de cuadra e inútilmente pretenden que retorne a donde ya no está. La gente es cómoda pero no masca vidrio. Las heridas buscan cicatrizar. No interesa siquiera si las propuestas son laxas porque se ha advertido ya la contaminación verbal. Lo que se dijo ayer cambia porque no sumó votos en la primera vuelta electoral, no cambia por convicción ni porque se vaya a cambiar. Basta como ejemplo la predica de un dirigente oficial hoy y doce días atrás…
La Surgirán conspiracione, amenazas de bombas y violencia organizada, mentirán y descalificaran con carpetas inventadas. El “yo o el caos” es la metodología que usaron y usarán. El “orden” que promueven espanta por la perversidad. Y lo que no han advertido es que esta vez, para la gente, el caos que ellos proponen resulta más digno, más benévolo, menos irreal.
Gabriela Pousa