¡Abandonad toda esperanza, vosotros que pagais impuestos!
Cuando el impuesto a las ganancias se abalanza sobre los escasos ingresos de los monotributistas o arrebata tajadas a los trabajadores registrados en las listas de Anses, Obras Sociales, Pami, ART y otros engendros obligatorios, surge la clara evidencia de que, paso a paso como decía “mostaza” Merlo, estamos entrando en un Estado Servil.
EL PACTO POLÍTICO: AUMENTAR IMPUESTOS.
El acuerdo político para corregir las escalas de los mínimos no imponibles, tratando de rapiñar fondos en otras partes, está poniendo en cuestión la propia concepción moral de la política tanto por parte del gobierno como de la oposición.
Porque lo que realmente sucede es que están todos de acuerdo en una alianza cuasi ilícita para seguir succionando recursos privados con el fin de garantizar un buen pasar rentístico a quienes viven del Estado y que hoy superan los 22 millones de individuos.
Con el llamativo eslogan de “opción preferencial por los pobres”, lo que en realidad hacen es un saqueo inmisericorde de la renta ganada honestamente por gente que trabaja, que no recibe dádivas, que respeta aún las leyes inicuas, que cumple con sus deberes, pero que no se anima a rebelarse contra un sistema impositivo perverso y expoliador.
Lo extraño del caso es que esto ocurre bajo la gestión de un partido que llegó al gobierno con la promesa de un cambio de cultura y de bajar impuestos. Pareciera que una vez instalados, se apoltronaron y mimetizaron con los anteriores ocupantes.
Ya sea por temor a las jugarretas opositoras o por comodidad institucional, estamos viendo la reedición del relato evangélico (Lucas 9: 28-36) cuando Jesús antes de la Pasión, distinguió a tres de sus discípulos, Pedro, Santiago y Juan y los condujo al monte Tabor. Allí se produjo la transfiguración de Cristo y los apóstoles participaron de una dicha inefable porque conocieron la grandeza sublime de la gloria y el don del Padre. Entonces no se les ocurrió otra cosa que decir: ¡Señor, qué bien se está aquí! instalemos tres carpas y quedémonos para prolongar este tiempo de felicidad. Pero Cristo les hizo volver a la realidad anunciándoles su próxima pasión y muerte.
Hoy también pareciera que la clase política quiere instalar sus carpas dentro del Estado para seguir disfrutando de la felicidad que otros les brindan a un costo abrumador.
En recientes estimaciones de CARLOS RODRIGUEZ, rector de la prestigiosa Universidad del Cema sobre la incidencia de las leyes fiscales, supuso que una persona física pagase todos los impuestos y pudo determinar que la tributación que el Estado le arrebata es del 76 % del valor del trabajo que esa persona produce.
En el mismo sentido y para la misma fecha, otro cuidadoso cálculo hecho por quien esto escribe, considerando la recaudación impositiva declarada por AFIP al 1° noviembre‘2016, más los impuestos provinciales y municipales y la emisión de dinero para el Gobierno, dividido por la totalidad de las familias existentes a octubre de 2016, arroja una presión fiscal media del 73 % del valor económico creado por cada familia. Así no se puede seguir.
¿Se dan cuenta que nos están enterrando en un infierno fiscal?
¿Cómo pueden acusar a quienes procuran defenderse de este estrago?
¿Cuál es el límite del saqueo, si una política prestigiosa como la Dra. Margarita Stolbizer acaba de proponer que se agregue un nuevo impuesto a la herencia que los padres dejan a sus hijos?
¿Por qué ocurre esto en las propias entrañas de un gobierno que había prometido lo contrario?
Hay una sólo respuesta. Porque al carecer de las convicciones que brinda una buena doctrina o una correcta teoría para guiar sus pasos, los políticos buscan el atajo de la comodidad personal que prescribe: mantener las cosas como están, perdurar mientras los súbditos aguanten y tratar de que no provoquen una rebelión fiscal. Cuando ocurra, éste será el punto de inflexión para evitar la decadencia.
LOS POLITICOS OPINAN PERO NO ENTIENDEN
En el mundo actual son contados con los dedos de una mano, las doctrinas y teorías que sirven para desarrollar políticas coherentes y eficaces. Sin esas doctrinas o teorías, toda decisión del gobierno se convierte en una improvisación o experimento, comúnmente llamado «pragmatismo».
Los antiguos griegos denominaban “doxa” a las meras opiniones que no tienen más fundamento que la percepción empírica de la realidad. Algo así como las charlas de café, las tertulias televisivas y las sesiones de comisiones legislativas. Allí se enfrentan distintas posiciones, todos hablan al mismo tiempo, tratan de atropellar al adversario, nadie cede en sus argumentos, ninguno entiende lo que el otro dice y el espectador se queda con la sensación de caos intelectual. Para escarnio de todos, a este grotesco lo califican de “estar trabajando duramente” o “dar el debate institucional”.
Pero resulta que el pragmatismo o empirismo, no es una virtud para gobernar, sino un recurso para sobrevivir a salto de mata. Carece de la certeza que brinda el conocimiento intelectual, resultante de una teoría coherente, sometida al contraste de la argumentación lógica y la falsación científica. A este tipo de conocimiento superior, los griegos llamaban “episteme” por oposición a la “doxa”. De allí derivan las palabras epistemología y cibernética que significan el arte de gobernar, dirigir un navío o conducir a los hombres.
Lo que le pasa actualmente al gobierno es precisamente una enorme cantidad de ministros, secretarios, secretarios coordinadores y consultores oficiosos, todos dejados de la mano de Dios. Ellos provocan la incoherencia de muchas visiones y distintos enfoques. Son demasiadas personas que toman decisiones por su cuenta, sin que haya un pensamiento que las haga coherentes. No tienen coordinación ni control. Carecen de una cosmovisión que las unifique. Adoptan decisiones contradictorias y sin sentido racional. Por eso el gobierno está perdiendo tiempo, ensaya experimentos, da la imagen de improvisación y anda un poco a los tumbos.
ABANICO DE ORIENTACIONES TEÓRICAS.
No es lo mismo el management de una empresa privada que el arte de gobernar. Sin embargo, aquél es el antecedente dominante en el currículo de los integrantes del gabinete nacional. En la empresa privada, grande o pequeña, se debe ser pragmático porque hay que decidir buscando los efectos-impactos que permitan lograr resultados inmediatos. Pero en la gestión pública hay que ser coherentes y prever los efectos-inducidos de mediano y largo plazo.
El gobierno pareció emerger con un pensamiento liberal, luego devino en conservador y ahora se muestra más populista que los anteriores mandatarios. Es claro que no son iguales. La diferencia entre ellos es abismal, por su cultura, por los signos de respeto, por la buena educación académica y por la honestidad de su conducta, que contrasta con la grosería arrabalera, guaranga y corruptora de los anteriores mandatarios.
Pero no están unidos por una buena doctrina ni por una teoría acertada. La ciencia económica ha sabido presentar esquemas sobre distintas teorías o escuelas de pensamiento sobre las cuales se basan las medidas de los gobiernos exitosos del mundo. Este capítulo de la ciencia económica se llama “Sistemas económicos comparados”. Allí puede verse que la gestión pública se diferencia sustancialmente de la gestión privada y se canaliza por alguno de estos caminos: 1) La escuela del neo socialismo de mercado, 2) La Escuela keynesiana del gasto público, 3) La Escuela monetarista de Chicago, 4) La Escuela del Public Choice, 5) La Escuela Austríaca del sistema de precios y mercados libres, 6) La Escuela de Friburgo del orden social de la competencia (ORDO) y no hay más.
Han desaparecido los toscos sistemas de economías de subsistencia, de planificación estatal centralizada, de planificación indicativa al estilo francés, de economía corporativa y de economía feudal. Al gobierno de Mauricio Macri sólo le quedan las anteriores opciones para elegir y dar coherencia a su gestión de gobierno. Quiera Dios que sepan acertar en el próximo retiro espiritual que el presidente y sus ministros tendrán en Chapadmalal. Si no lo consiguen, es más que probable que nos alcance la seria y profunda maldición del gran Dante Alighieri en la Divina Comedia: ¡Lasciate ogni speranza, voi che pagano le tasse!