Acerca de la creatividad
El proceso creativo es a mi juicio uno de los temas de mayor interés. Hace unos años escribí en torno a este asunto, pero es pertinente volverlo a hacer con el análisis de otros ángulos. De entrada digamos que hay que tener muy presente que cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles por una sola vez en la historia de la humanidad. Esto nos da una enorme responsabilidad para estar atentos a que hacemos con nuestras vidas. Si estamos al acecho de cual es nuestra razón de ser en el corto lapso en esta tierra o si consideramos que podemos consumir el tiempo que nos es dado para divertirnos, alimentarnos, copular y hacer nuestras necesidades fisiológicas. El llamado interior es nuestra vocación, se trata de actualizar nuestras muy diversas potencialidades, como ha escrito Octavio Paz, “al descubrir nuestra vocación nos descubrimos a nosotros mismos”.
La creatividad supone el poner al descubierto algo que estaba oculto siempre teniendo en cuenta que la originalidad resulta sumamente difícil (“para novedades, los clásicos” reza el conocido adagio), pero por lo menos el poner sobre la mesa algo no recordado, algo no evidente o dificultoso para el momento.
La creatividad opera en muy diferentes planos y campos, en algunos se destaca más algún viso de originalidad (por ejemplo en el arte) y en otra se trata más bien de descubrir nexos causales en lugar de creación propiamente dicha (por ejemplo, en la ciencia).
De todos modos, ¿como ocurre el proceso creativo?. Con la concentración y el interés en el estudio de determinada materia se va archivando información en el subconsciente y en ese contexto de trabajo en cierta instancia el nivel conciente traba relación con el antedicho archivo y se produce el “momento eureka”. Es el resultado de la perseverancia, la constancia y la atención en la materia que interesa. Muchas veces en este proceso, la creatividad o el descubrimiento sorprende puesto que alumbra una idea colateral. Casi como en la ciencia médica en la que muchas de las líneas de investigación en un área dan por resultado un descubrimiento en otra.
Cuanto mayor el valor de la creatividad, mayor es el grado de soledad que requiere el investigador y muchas veces a contracorriente de lo que opinan los demás. Contar con el temple para continuar en el camino es requisito para la creatividad sin dejarse influir por otros. En el extremo está el conocido experimento tan citado del acuerdo con el organizador de un grupo de personas -menos una- que se les solicitó sostener que en una serie de cuadros que se les exhibía decir que un bastón es más grande que otro cuando en realidad no era así. La única persona que no estaba informada del truco, al principio se sorprendió de las respuestas de los colegas pero a medida en que se sucedieron los cuadros y las respuestas erróneas que se daban por verdaderas, el sujeto en cuestión optó por contestar equivocadamente tal como lo hicieron los demás. Es la presión del grupo, es la masificación, es la abdicación de la individualidad, es la renuncia a la honestidad intelectual, es la entrega del yo en pos de los demás, es la desaparición de la condición humana.
Sin duda que la creatividad no es ex nihilo para los mortales puesto que se basa en la incorporación de conocimiento provisto por otros y por sucesos externos a quien crea. Por supuesto que hay muy diferentes grados de creatividad en base a talentos muy distintos. En otra oportunidad he señalado que Stefan Sweig nos recuerda que Mozart componía sin borradores como si alguien le estuviera dictando para escribir con rapidez en el pentagrama. Beethoven en cambio necesitaba muchos borradores antes de la obra final y Balzac para escribir a la velocidad que lo hacía inventó una especie de taquigrafía para estar a la par de sus pensamientos, al contrario de Gothe que tardó sesenta y cuatro años de intenso trabajo para escribir Fausto. Durero requería de varios croquis y mucho ejercicio en el lienzo para pintar, mientras que van Gogh pintaba hasta tres cuadros por día.
Como hemos consignado la creatividad humana no procede de la nada, se sustenta en información previa, procesada, digerida y reformada con el correspondiente valor agregado. Giovanni Papini sostenía metafóricamente que si a uno le abren el cerebro se encontrarán miles y miles de carteles con los nombres de quienes influyeron en la persona para elaborar tal o cual cosa. No solo se trata de la influencia del prójimo sino de situaciones y circunstancias varias.
A diferencia del reino animal, vegetal y mineral, el ser humano no está determinado por otras causas anteriores sino que opta y decide debido al libre albedrío. Tal como explica el premio Nobel en física Max Planck en su ¿Hacia donde va la ciencia? : “Se trata de una degradación inconcebible que los seres humanos, incluyendo los casos más elevados de mentalidad y ética, fueran considerados como autómatas inanimados en las manos de una férrea ley de causalidad […] El papel que la fuerza desempeña en la naturaleza como causa de movimiento, tiene su contrapartida, en la esfera mental, en el motivo como causa de la conducta […] ¿Qué conclusión podemos deducir respecto del libre albedrío? En medio de un mundo donde el principio de causalidad prevalece universalmente ¿qué espacio queda para la autonomía de la volición humana? Esta es una cuestión muy importante, especialmente en la actualidad, debido a la difundida e injustificada tendencia a extender los dogmas del determinismo científico [determinismo físico en la terminología de Karl Popper] a la conducta humana, y así descargar la responsabilidad de los hombros del individuo”.
Tengamos en cuenta que la creatividad no está reservada “a los del más alto coeficiente intelectual (IQ)”, ya que como han puesto de manifiesto autores como Howard Gardner (Inteligencias múltiples) e Isaac Asimov (Thinking About Thinking), no hay posibilidad alguna de establecer un ranking universal de inteligencias (inter legum) puesto que todos somos inteligentes solo que para asuntos muy distintos. El profesor brillante en su especialidad puede ser incapaz de colocar un foco de luz o de recitar una declinación en latín, el agricultor puede desconocer la matemática, el mozo en un restaurante puede recordar cada uno de los múltiples platos que solicitan muchos comensales y relacionarlos entre sí pero es incapaz de entender el significado de la física cuántica y así sucesivamente. Como bien ha dicho Einstein “todos somos ignorantes, solo que en temas distintos”, lo cual está vinculado con las muy diversas capacidades sea en cuanto a la memoria o la inteligencia.
El producto de la creatividad se traduce en una inmensa satisfacción difícil de trasmitir en palabras que alimenta el intelecto de todos cuando está dirigida a lo ético, estético y, en general, a contribuciones que permiten mejorar la condición de vida de los semejantes. Es una bendición que debe ser cultivada y aprovechada.
Por esto es que resulta en interés de quien contrata gente supuestamente debe pensar en distintos puestos de trabajo el considerar con cuidado el clima laboral al efecto de lograr los mejores resultados. Si quien es contratado se desempeña en ámbitos conflictivos y poco amigables naturalmente su rendimiento será deficiente.
Por otra parte, para desarrollar la mayor energía creativa posible es indispensable un clima de libertad lo cual significa respeto recíproco y no las imposiciones de reglamentaciones asfixiantes que pretenden el tratamiento de personas como si fueran autómatas del poder político de turno. Se pierde una dosis inmensa de energía si las personas deben atender con el fruto de su trabajo los desmanes del Leviatán. Hay lugares en que el contribuyente debe trabajar más de la mitad del año para satisfacer la voracidad fiscal del gobierno y eso sin contar con la enmarañada papelería y trámites engorrosos que exige el aparato estatal, además de tener que responder a preguntas insolentes impresas en formularios absurdos. En este contexto hostil naturalmente decae rápidamente la creatividad.
Entre lo mucho escrito sobre la creatividad, hay una obra de especial interés titulada The Courage to Create de Rollo May, en la que enfatiza la traición a uno mismo si no se expresa lo que se piensa sin subterfugio alguno. Por supuesto que esto no es incompatible con la educación: no significa que a una mujer fea se le haga notar su fealdad, May se refiere a la competencia por valores y principios. Tampoco excluye sino más bien requiere que permanentemente se revisen las propias conclusiones ya que el conocimiento es provisorio sujeto a refutaciones. May destaca el ejemplo de Alexander Solzhenitsyn “que enfrentó solo el poder de la burocracia soviética” (en este sentido es menester recordar la obra de Leonard Read titulada The Courage to Stand Alone). Rollo May no alude al coraje físico ni a la temeridad sino al coraje moral, estrechamente vinculado a la honestidad intelectual. Explica la importancia de dejar testimonio con total independencia de lo que piensa la mayoría. Rechaza lo que hoy se conoce como lo políticamente correcto donde se propone que la gente “se ajuste a la tendencia del momento” y subraya que esto es más necesario que nunca en la actualidad donde “el fascismo, el socialismo, el conformismo y el poder militar hacen que el individuo no solo se siente perdido sino que está perdido”.
Como ha sentenciado Cervantes “cada quien es hijo de sus obras” pero la creatividad se ahoga y queda aplastada por el espíritu autoritario; Mafalda ha dicho bien que “la vida es como un río, lástima que hayan tantos ingenieros hidráulicos”.