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jueves 6 de octubre de 2005

Acumular poder

La acumulación de poder es un pasaporte directo a la corrupción. Pero el poder no sólo corrompe, sino que hace que esa corrupción quede instalada en el poder mismo y haga imposible llevar adelante un buen gobierno.

Entre las ideas que circulan en nuestro actual escenario político, hay unas que parecen llevarse las palmas. Se trata de las que explican y justifican a ciegas la actitud presidencial por “acumular poder”.

Son sus divulgadores los infatuados consultores estadounidenses que se proclaman especialistas en merchandising político, audaces periodistas avezados en la tarea de manipular la opinión pública, noveles comentaristas televisivos que pasan acrobáticamente de un extremo a otro sin ruborizarse, inefables encuestadores del mercadeo político muy bien pagos con fondos del Estado y veteranos analistas con aquilatada experiencia al servicio del gobernante de turno.

Todos ellos dan por sentado que el objetivo principal del presidente no puede ser otro más que “acumular poder y más poder”. A ninguno de ellos se les ocurre reflexionar sobre la terrible advertencia de Lord Acton: “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Tampoco se ponen a pensar que cuando la corrupción queda instalada en el poder, es imposible llevar adelante un “buen gobierno” y todo termina en una catástrofe.

El poder es “dinero e impunidad”, decía el finado Alfredo Yabrán antes de su misteriosa desaparición. El poder es tener la “caja para hacer política”, piensan nuestros aprendices de brujos. El poder es la fruición por disponer de inmensas sumas de dinero para hacer lo que nos dé la real gana. Y aquí está precisamente el peligro y su enorme fragilidad. Veamos cuáles son los mecanismos de acción psicológica y moral de ese poder.

UNA PERSONA GASTA EN BENEFICIO…
… DE SÍ MISMO
… DE SUS AMIGOS Y FAVORECEDORES
CON DINERO…
… PROPIO
Trata de exprimir cada peso para conseguir el mayor valor posible.
Trata de causar la mejor impresión sin perder mucho tiempo ni gastar mucho dinero.
… DE PERSONAS DESCONOCIDAS
No trata de reducir el gasto sino de comprar lo máximo y lo mejor.
Trata de sacar la mayor tajada pasa su bolsillo.
Milton Friedman, premio Nobel de Economía.


El primer caso se refiere a un individuo que debe hacer sus compras en el supermercado con sus ingresos mensuales, honradamente ganados, y entonces ECONOMIZA. Es evidente que él tiene un fuerte incentivo para hacerlo, esto es para ahorrar o reservar una parte del gasto ordinario tratando de conseguir el máximo valor posible por cada peso que gasta. Por eso lleva un listado de lo que necesita y recorre las góndolas buscando el mejor precio para la mejor calidad.

En el segundo caso, cuando una persona debe hacer un gasto con su propio dinero en beneficio de otros, AMARRETEA. Puede tratarse de un regalo de Navidad o de un obsequio para un cumpleaños. Como se trata de su dinero, tiene el mismo incentivo para economizar, pero no para conseguir el máximo valor posible. Por supuesto intentará comprar algo que le guste a quien desea agasajar, pero a condición de que le cause buena impresión y no le haga perder mucho tiempo ni le demande mucho esfuerzo o dinero. En las listas de casamientos, la persona tiende a regalar dinero efectivo para que los novios hagan con él lo que quieran, con lo cual los convierte en receptores de la categoría anterior.

En el tercer caso, se trata del gasto que una persona realiza con el dinero de otros, por ejemplo el pago de una cena con invitados y con fondos de la empresa donde trabaja. Entonces, DESPILFARRA. Paga la comida de todos cargándola a la cuenta de gastos corporativos. Aquí ya no tiene incentivos para economizar ni para conseguir que sus invitados disfruten de la comida a la que concedan más valor. Si comen juntos, el individuo tiene un fuerte incentivo para satisfacer sus propios gustos pidiendo la comida más exótica posible o tomando el vino de alta gama que nunca tuvo ocasión de beber en su casa. Esto lo hace, si fuera el caso, a costa de sus invitados.

En el cuarto caso, comete un DESFALCO, que es la sustracción o el uso indebido de dinero por quien tiene la obligación de custodiarlo o servirse de él para el bien común. Ello sucede porque el origen del dinero es anónimo, es decir aportado por una masa de contribuyentes ignotos y su destino es entregar subsidios a otros individuos que pueden ser amigos o favorecedores. En ambos casos, la persona considera que es injusto que otros se beneficien a costa de él sin que le reconozcan un porcentaje, puesto que los beneficiarios no han hecho ningún esfuerzo y tampoco comprende el sacrificio de los que proveyeron forzosamente el dinero. Por lo cual se considera una especie de divina providencia o gestor de fondos gratuitos para regalar a quienes no tienen mérito alguno para recibirlo. Así, justifica su propia conducta y se queda con una tajada, que al principio es mínima y luego crece hasta formar una masa imponente.

Cuando el presidente y sus hombres de confianza pretenden acumular poder, comienzan por atribuirse facultades extraordinarias. Luego se permiten administrar a discreción sin cargo de rendir cuentas, disponen de partidas presupuestarias a su antojo, reparten sin ton ni son dinero para obras públicas y otorgan subsidios arbitrarios movidos por afán político. En todos esos casos incurren en el cuarto caso del cuadro antes mencionado e insensiblemente van cayendo en las redes de la corrupción, que los envuelve hasta quitarles toda capacidad de maniobra. Esto sucede porque en la condición humana la codicia es más fuerte que el sentido del deber y entre los secuaces del poder la envidia juega un papel enorme. Ciertos personajes de talla muy pequeña se celan entre sí e inspirados por el mal ejemplo o instigados por algún miembro de su propia familia no quieren quedarse fuera del juego del reparto y de los abusos del poder, porque se sienten torpes y estúpidos.

Irremediablemente comienzan a ocultar su autoridad para no asumir responsabilidades y utilizan la enorme influencia que otorga el poder para ordenar lo que no se atreverían hacer por sí mismos. Terminan por utilizar el poder para amparar y ocultar los actos de corrupción realizados en su entorno y allí pierden totalmente su autoridad moral. Este proceso de degradación es independiente de toda ideología de centroderecha, de centroizquierda o de transversalismo patagónico. El poder siempre corrompe y el poder absoluto siempre corrompe absolutamente. Es hora de que alguien se lo advierta a nuestras autoridades antes de que sea demasiado tarde. Quien pretenda acumular poder debe saber que irremediablemente terminará despedazado, es decir destruido, anonadado, deshecho y completamente arruinado. © www.economiaparatodos.com.ar



Antonio Margariti es economista y autor del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad de Rosario.




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