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jueves 13 de octubre de 2005

Adiós a un mito: la izquierda no tiene nada de “limpia”

A pesar de haber realizado una excelente campaña de marketing para posicionarse como los únicos incorruptibles, los hechos indican que los políticos de izquierda no son distintos de los demás y que, una vez en el poder, son tan corruptos como cualquier otro funcionario público.

Desde hacía años, los políticos de izquierda habían hecho crecer -para beneficio propio- un auténtico “mito”. El de que ellos no eran, como muchos de los demás, corruptos. Envueltos en él, acusaron sin cesar a los demás, durante años. Y, peor, también envueltos en él, llegaron masivamente al poder en nuestra región.

Las circunstancias, sin embargo, han desmentido -rotundamente- esa pretensión.

Con solo pensar en (i) la experiencia del gobierno de “Lula”, en Brasil, y (ii) el desastre que acaba de impulsar al valiente pueblo polaco a “limpiar” electoralmente a su país de los izquierdistas, uno advierte que ese “mito” ha muerto, definitivamente.

Los políticos izquierdistas no son distintos de los demás. Roban y delinquen como cualquier hijo de vecino, a lo que, además, agregan una tendencia “constitutiva” -casi hormonal- al autoritarismo y la discrecionalidad -como lo está probando la experiencia argentina- que hace que su presencia en el poder sea más lamentable aún.

En efecto, el Partido de los Trabajadores del Brasil (PT) en sólo dos años de gestión ha generado una montaña ininterrumpida de escándalos de corrupción. Uno tras otro.

Para el agudo politicólogo oriental, Juan Martín Posadas, ésta ha sido una de las mayores y más visibles dilapidaciones de capital político de nuestra historia regional reciente. Y tiene razón.

El PT gastaba unos 12.000 dólares mensuales en la compra de votos de legisladores. Parecido a algunas de nuestras experiencias, ¿no es cierto?

A nadie le sorprende ahora que el pivote de la verdadera ducha de pagos ilegales a los legisladores brasileños, el publicista “Duda” Mendoza -que recibía del PT chorros de dinero en su cuenta bancaria en las Bahamas-, sea hoy el asesor electoral de imagen del “cocacolero” Evo Morales, el campeón indiscutido de la izquierda boliviana (casi bolivariana), con hábil disfraz étnico. Dime con quién andas…

Con idéntica actitud, el presidente de la Cámara Baja de la Legislatura brasileña, Severino Cavalcanti, que llegara a esa posición de la mano del propio PT, recibía también pagos ilegales (bajo la mesa) nada menos que del cantinero del Parlamento. Ni limpio, ni elegante siquiera, el hombre, que -finalmente descubierto- tuvo que salir precipitadamente (corriendo) de su cargo.

Cavalcanti, cabe señalar, fue reemplazado en su cargo por Aldo Rebelo, un líder del Partido Comunista Brasileño que es admirador de la vertiente marxista albana y, desde luego, del ínclito Fidel Castro, el patrón de Cuba. Pero lo que nadie dice es que Rebelo resultó electo por una diferencia de escasos 16 votos. Lo notable es que 15 de esos 16 fueron precisamente los votos de los diputados que están siendo investigados por sus pares por corrupción, o sea por haber recibido los mentados “suelditos” ilegales adicionales. Se trata, entonces, de aquellos diputados que están ahora al borde mismo de ser desaforados por sus pares. Increíble, pero cierto.

Como si esto fuera poco, el Tribunal de Cuentas del país hermano (pese a las enormes diferencias idiomáticas y culturales que nos separan) acaba de examinar -a modo de auditoría- los más importantes contratos de Petrobrás. El resultado fue que se encontraron irregularidades graves en todos los que fueran presentados a su examen por la gigantesca empresa pública.

Hay más, el propio encargado de proteger la biodiversidad en la selva amazónica, evitando la sobretala, ha sido destituido por recibir las populares coimas de los empresarios madereros. Algo similar, a nivel estatal, acaba de suceder en Pará, donde el funcionario envuelto en el escándalo alegó que “robaba para la corona”. Como “aquicito nomás”, entonces.

El PT, nos recuerda Posadas, tenía como eslogan de campaña “o PT nao rouba, nem deixa roubar”. En rigor debió decir “o PT nao deixa de roubar”, porque esta parece ser la desgraciada realidad.

La izquierda política -queda visto- es tan corrupta, o más, que las demás alas de ese perverso universo. A lo que ella agrega siempre su cuota -irrefrenable- de autoritarismo, petulancia, prepotencia y populismo, con la que corrompe profundamente a las sociedades a las que dice “servir”. Una tras otra. © www.economiaparatodos.com.ar




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