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lunes 5 de diciembre de 2005

Ahora vota el mercado

El presidente Kirchner consiguió un caudal considerable de votos en las últimas elecciones. Ahora debe lograr que consumidores e inversores voten nuevamente a su favor en el mercado. Sin embargo, para ganar esta elección no se puede recurrir a punteros, publicidad oficial y el regalo de electrodomésticos.

Bajo esta pseudo democracia que tenemos, el 23 de octubre pasado la gente fue a votar. Los candidatos de Kirchner lograron convertirse en la primera minoría con un 30% de votos propios. El gobierno puede creer, y algunos analistas políticos también lo creen, que ganó las elecciones en forma categórica y eso lo ha llevado a hacer un cambio ministerial que claramente lo vuelca más hacia la izquierda. Pero, además, Kirchner, dentro de este cambio ministerial, pasa a ser el verdadero ministro de Economía.

¿Qué es lo que va a pasar ahora? Que terminado el proceso de poner una boleta en las urnas para votar, ahora viene la votación diaria de la gente sobre si confía o no en el gobierno y, particularmente, en el mayor acento sobre la izquierda que acaba de imprimirle a su gestión. Y cuando hablo de la votación diaria no me estoy refiriendo a las encuestas mensuales que miden la imagen del presidente, la de sus ministros o la labor del gobierno. Me refiero a que diariamente la gente va a votar con el bolsillo. Los mismos ciudadanos que votaron a los candidatos oficialistas van a plebiscitar diariamente al gobierno con sus comportamientos económicos.

La primera elección que tiene que ganar el gobierno es la de convencer a la gente de que los pesos que emite el Banco Central (BCRA) no van a perder su capacidad de compra. En otras palabras, tiene que lograr que la gente no huya de los pesos hacia bienes reales o al dólar por efecto de la inflación. Y esta elección es mucho más difícil de ganar que la de las urnas. En estas últimas uno puede hacer falsas promesas, regalar electrodomésticos y usar la tribuna para descalificar a quienes piensan diferente para lograr el apoyo de una parte de la ciudadanía. Pero en la otra elección la gente puede, al mismo tiempo que aplaude los discursos y medidas demagógicas, huir de la moneda porque el gobierno no le inspira confianza como emisor de un signo monetario serio.

La reunión del presidente con los supermercadistas para ¿exigirles? una rebaja de precios del 15% sobre los alimentos puede llegar a tener un interesante impacto político, pero si el BCRA sigue emitiendo pesos y la gente no los quiere, los aplausos por la actitud de “autoridad” presidencial tendrán como contrapartida una cachetada en términos de inflación y/o desabastecimiento.

Una segunda elección también bastante complicada de ganar es la de las inversiones. ¿Tener un caudal del 30% de los votos implica que, necesariamente, lloverán las inversiones? La respuesta es más que obvia: no. Y el no es más grande en la medida que quien gane las elecciones lo haga con promesas populistas y luego se vuelque definidamente a un populismo de izquierda. El tema es muy sencillo: uno puede ganar votos en las urnas prometiendo que va a redistribuir la riqueza, limitar las ganancias de las empresas o denunciar públicamente a quienes especulan con el bolsillo de la gente. Ese discurso puede atraer a una buena cantidad de votantes, pero quienes tienen que poner la plata de su bolsillo para ser víctimas de las medidas populistas y demagógicas del progresismo no van a ser tan torpes de meter sus cabezas en la boca del león.

Los gritos, las amenazas abiertas o veladas o las acciones de prensa para mostrar a un gobierno firme frente a la supuesta cartelización no atraen los votos de los inversores, esas personas que deciden si arriesgan su capital en un proyecto determinado, que crean puestos de trabajo, que generan riqueza. Yo he conocido a mucha gente que tiene un discurso muy “social” y progre, pero cuando se trata de plata se vuelven muy exigentes al momento de evaluar los riesgos que asumen con su dinero. Sus corazones les hacen decir un discurso, pero sus cabezas les indican actuar muy diferente.

El mensaje que ha enviado Kirchner en los últimos días no ha hecho más que confirmar sus inclinaciones hacia una izquierda que atrasa, como mínimo, 30 años en el calendario y, para colmo de males, en su nuevo rol de ministro de Economía de facto comete dos errores fundamentales a la hora de conseguir el voto favorable de los inversores. El primero es dejar la sensación de que si las empresas no ponen los precios que el gobierno desea pueden llegar a sufrir las consecuencias de los escraches de los piqueteros adictos al gobierno. La amenaza de utilizar fuerzas de choque para controlar los precios quedó latente luego del escrache a Coto.

En la misma línea está la convocatoria a los intendentes para que hagan un seguimiento de los precios, como si la inflación se resolviera con la fuerza policial. Al ver esta noticia, inmediatamente me acordé de un general que, bajo el último gobierno militar, golpeó con su mano sobre la mesa ordenando que las tasas de interés tenían que bajar. El comportamiento de Kirchner en materia de combate contra la inflación me hizo acordar a ese general del Proceso.

El segundo error de Kirchner es volver al sistema de control de costos para analizar si los aumentos de precios están “justificados”, hecho que demuestra que desconoce el ABC de la economía. Lo cual es particularmente grave teniendo en cuenta que la orden emana del ministro de Economía de hecho. ¿Por qué? Porque los costos no determinan los precios de venta, sino que son los precios que la gente está dispuesta a pagar los que determinan los costos en los que pueden incurrir las empresas. Sería suicida para un empresario limitarse a sumar costos de producción, agregarle una determinada utilidad y definir el precio de venta. Sólo un empresario incapaz podría cometer semejante barbaridad.

Pero, por otro lado, ¿cómo se define una ganancia justa? ¿Cuál es el porcentaje de rentabilidad sobre el capital invertido que el gobierno puede definir como “normal”?

Teniendo en cuenta el discurso que viene llevando a cabo el gobierno, la utilización de mecanismos tipo KGB para controlar los precios y la arbitrariedad en las reglas de juego, la rentabilidad que uno debe pedirle a una inversión en la Argentina tiende a infinito dada la inseguridad jurídica en que vivimos.

En definitiva, Kirchner ya consiguió una determinada cantidad de votos en octubre. Ahora tiene que lograr que consumidores, inversores y la población en general le voten a favor todos los días en el mercado. Y esta elección no se gana con punteros, publicidad oficial en abundancia, encuestas truchas, operaciones de prensa o regalando electrodomésticos. Esa elección se gana siendo serio a la hora de gobernar. © www.economiaparatodos.com.ar




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