Image Image Image Image Image Image Image Image Image Image
Scroll to top

Top

lunes 30 de octubre de 2006

¿Alcanza el superávit fiscal?

El superávit fiscal no garantiza el crecimiento: para que la economía crezca se necesitan inversiones y, además, es necesario no sólo que las cuentas públicas estén equilibradas, sino también que el monto y la calidad del gasto público sean adecuados.

En 1988, cuando el gobierno de Alfonsín había lanzado el “Plan Primavera” para tratar de llegar a las elecciones de 1989, escuché decir a un economista que no había ninguna posibilidad de corrida cambiaria porque, supuestamente, el Banco Central (BCRA) tenía los dólares suficientes para cubrir la base monetaria (circulante más encajes bancarios) y, de esa manera, poder sostener el tipo de cambio de ese momento. Al terminar su exposición, le dije que estaba cometiendo un error de razonamiento, ya que las corridas cambiarias no se producen base contra reservas, sino que la gente sale a comprar dólares con los depósitos a plazo fijo que tiene. En otras palabras, las grandes corridas cambiarias se inician con el cambio de moneda de los ahorros: los que están en pesos pasan a dólares. Por lo tanto, el dato relevante era la cantidad de pesos (en ese momento australes) depositados a siete días a plazo fijo. Y ese número permitía financiar una corrida cambiaria incontenible. Luego, el dinero transaccional también se sumaría a la corrida cambiaria y desataría la hiperinflación, pero el puntapié inicial lo iba a dar el cambio de moneda de los ahorros.

Ese economista –que por piedad no voy a nombrar– no se equivocó en la cuenta que hizo, se equivocó en el razonamiento. Tenía un problema conceptual de análisis económico.

Hacia fines de 2000 y 2001, el blindaje y el megacanje, respectivamente, hacían suponer que, con semejantes apoyos financieros, se despejaba cualquier posibilidad de corrida financiera y cambiaria. Muchos creían que el blindaje y el megacanje, que no eran otra cosa que políticas financieras, podían sustituir las reformas estructurales y, sobre todo, la falta de confianza de los agentes económicos en un gobierno que claramente se mostraba débil y paralizado. Recuerdo que el día que De la Rúa anunció el blindaje, el CEO de una empresa multinacional me dijo que los anuncios del presidente cambiaban las expectativas favorablemente. Para no entrar en discusiones banales, inmediatamente le cambié el tema de la conversación.

También recuerdo que, en 1985, cuando se anunció el “Plan Austral”, un directivo de un banco me dijo que había que darle tiempo al plan porque podía funcionar. Para el pobre hombre, el simple cambio de moneda podía sustituir las reformas estructurales.

Todo esto viene a cuento porque ahora el nuevo caballito de batalla que escucho es que mientras haya superávit fiscal la economía va a seguir funcionando. ¡Todo se soluciona con el superávit fiscal! ¿Es así?

En primer lugar, para el crecimiento económico no sólo es relevante el equilibrio de las cuentas públicas, sino también el monto y la calidad del gasto público. La asignación eficiente de los recursos productivos hace al crecimiento económico. Y el gasto público se ha disparado durante la gestión Kirchner. Este hecho produce un fenomenal despilfarro de recursos que obliga al presidente a dos cosas: a) mantener un sistema tributario distorsivo y b) aplicar dosis crecientes de inflación para sostener elevado el tipo de cambio y poder aplicar el impuesto a las exportaciones. A su vez, el punto b) lo lleva a recurrir a controles de precios, aprietes a las empresas, amenazas y demás mecanismos de presión para evitar que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) refleje la realidad inflacionaria argentina. Podría decir que los controles de precios actuales para tapar la realidad inflacionaria son lo que fue el blindaje para tapar la ausencia de reformas estructurales.

Si el gobierno estuviera sosteniendo el tipo de cambio gracias a un superávit fiscal gigantesco, podría aceptar que no hay riesgos explosivos en el mediano plazo. Pero ese escenario no es el que tenemos. Por lo tanto, el superávit fiscal no es suficiente para evitar un brusco cambio de precios relativos en el futuro.

El problema es que muchos están razonando como razonaba el economista que citaba al comienzo de la nota: creen que la acumulación de reservas del BCRA junto con el superávit fiscal son suficientes para evitar cualquier estallido de precios. En primer lugar, miran un solo lado del balance del Banco Central, es decir, el activo, porque el aumento del pasivo lo ignoran. En segundo lugar, creen que toda emisión que se haga contra reservas no genera impacto inflacionario, como si la demanda por moneda fuera infinita.

El dato a tener en cuenta es que, si la economía fuera abierta, toda emisión monetaria para comprar dólares generaría un aumento de los precios internos que incrementaría las importaciones, la demanda de dólares aumentaría y la cantidad de pesos en circulación bajaría. Pero como la economía está cerrada, el modelo no ajusta por cantidad de moneda en el mercado, sino que ajusta por precio. Pero como el gobierno no quiere que ajuste por precio, se van acumulando presiones cada vez mayores.

Si a esto se le agrega la ausencia de un ambiente de negocios que incentive las inversiones, un gasto público que crece permanentemente agregando distorsiones en los precios relativos y un sistema tributario salvaje, formular un pronóstico sobre el final de esta película no es tan complicado.

Lo único que falta es que las expectativas que tienen los agentes económicos de que esta ficción no va a durar demasiado se traduzcan en acción en el mercado. © www.economiaparatodos.com.ar

\"\"
Se autoriza la reproducción y difusión de todos los artículos siempre y cuando se cite la fuente de los mismos: Economía Para Todos (www.economiaparatodos.com.ar)