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jueves 11 de diciembre de 2008

Apología de la improvisación

La decadencia del pensar es la que lleva a los gobernantes a desconocer la total interrelación que existe entre todos los fenómenos económicos y sociales.

Es evidente que estamos viviendo tiempos de enorme desconcierto en los cuales, como acertadamente decía el Dante Alighieri, “la confusión de las ideas es el peor mal que pueda abatirse sobre las naciones”.

Esa decadencia del pensar es la que lleva a los gobernantes a desconocer la total interrelación que existe entre todos los fenómenos económicos y sociales. La política monetaria y cambiaria, la política impositiva y presupuestaria, la política industrial y comercial, la política agropecuaria, la política laboral y previsional, la política asistencial y educativa, la política judicial y de seguridad pública son consideradas como sectores aislados, que han de ser tratados independientemente con criterios casi siempre antagónicos.

Este enfoque de autonomías es fatal. Tiende a producir una situación caótica en la que predominan la confusión, el desorden y la incertidumbre. Por eso estamos como quien ha perdido la brújula en medio del desierto: es imposible contar con una orientación confiable.

La culpa es de los otros

La causa de tanta incoherencia es la improvisación que se produce cuando el gobernante toma decisiones sin haberlas preparado de antemano y sin saber si dispone de medios apropiados o suficientes para llevarlas a cabo. Generalmente la improvisación es el resultado de una gran dosis de ignorancia, combinada con otra porción de arrogancia y una tercera parte de iracundia.

Sin embargo, no hay mejor manera de asegurarse un estrepitoso fracaso que obrar improvisadamente. Y esta inesperada actitud es la que ha surgido a raíz del último discurso presidencial, antes del extraño viaje de Cristina al Kremlin.

La presidente dijo textualmente que la amenaza de desocupación, recesión y descalabro económico es culpa de todos los demás, menos de ella y su cónyuge. Lo expresó con estas palabras: “Estábamos tratando de continuar con un crecimiento inédito, cuando de repente apareció el mundo y nos complicó la vida; creo que apareció una forma de entender el ejercicio del capitalismo y la acumulación de riqueza con un criterio antagónico al que nosotros vinimos desarrollando”.

Adviértase que la señora Cristina está diciendo que Argentina estuvo desempeñándose exitosamente en el vacío. Como si el país hubiese funcionado a la perfección, aislado de esa perfidia capitalista llamada globalización y como si fuéramos independientes de los aportes científicos, culturales, económicos y comerciales de los demás países del mundo.

Según el discurso de la presidente, fue ese mundo perverso el que se entrometió en nuestro sueño y nos despertó a la cruda realidad. Por eso hay que lapidarlo.

Pero ella no se ha dignado explicarnos cuál es ese antagónico criterio de capitalismo y acumulación de riquezas que el matrimonio presidencial ha venido desarrollando en estos seis años. Salvo que se esté refiriendo al horrendo modelo prebendario usufructuado por los capitalistas amigos y que seguramente algún día terminará ante los tribunales judiciales, sobre todo por el retorno de beneficios a los funcionarios intervinientes.

Si ésa es la visión que la más alta autoridad política tiene sobre la causa de nuestros problemas, más incomprensible aún parece la advertencia que luego hizo sobre qué debemos esperar de sus futuras determinaciones presidenciales.

Visión defectuosa de Cristina

En un acto de público sinceramiento, la presidente siguió diciendo: “Siempre tenemos cierta rigidez en el pensamiento, cierta insensibilidad frente a políticas, porque hemos sido formados en una escuela o en otra”. Y agregó: “Creo que una de las cuestiones principales que vamos a tener que acostumbrarnos -los unos y los otros en los tiempos que corren- son la flexibilización, la armonización y el cambio de políticas (…) Pueden ser buenas hoy, pero dentro de tres meses comprobarse que no alcanzaron el resultado esperado (…) Y si no lo alcanzaron deben ser cambiadas, revisadas y corregidas”.

Es imposible encontrar una mejor confesión sobre el criterio de la improvisación como estilo de gobierno, que anunciar la perpetua alteración de las reglas de juego cada trimestre, según lo requieran las circunstancias.

Sobre estas bases, la presidente ha manifestado una clara y directa adhesión al criterio maniqueísta consistente en engañar y cambiar las reglas para conseguir el triunfo sobre el enemigo.

Según palabras de Norbert Wiener, padre de la cibernética e informática: “La improvisación que provoca el maniqueísmo es el mal, porque es la consecuencia de la ignorancia, de la desorganización y de la mentira en sentido absoluto”.

Antecedentes históricos

A partir de la gran guerra de 1914 a1918, la política económica mundial entró en una nueva era. El cambio había sido preparado por la política de los últimos decenios, pero ocurrió súbitamente de un día para el otro.

Se produjo un alejamiento de la política del “laissez-faire” por el cual el proceso económico y el orden social ya no fueron el resultado de la libre acción de las personas sino que comenzaron a ser determinados autocráticamente por los gobiernos.

Allí comenzaron a experimentarse diversas intervenciones. Pero en todos los sitios los experimentos adquirieron un especial carácter nacionalista y recibieron denominaciones distintas.

En Alemania, fueron los ensayos para la domesticación de los precios, las leyes de socialización y la política de compulsión económica nacionalsocialista. En Rusia, el experimento del comunismo de guerra, la expropiación de los kulaks, el genocidio agrario de Ucrania, la NEP Nóvaia Ekonomícheskaia Polítika (Nueva Política Económica) y finalmente la planificación central del Gosplán. En EE.UU, la política de estabilización del nivel de precios en 1929, el New Deal de Franklin D. Roosevelt, la economía bélica y la política de pleno empleo. En Inglaterra, se sucedieron la nacionalización de los servicios públicos, la estatización de grandes empresas y la seguridad social en manos del Estado laborista. En Francia, la nacionalización de los depósitos bancarios de Pierre Mendès France y la planificación indicativa de Pierre Massè. En Suecia, fueron la política socialdemócrata y la economía del Estado de bienestar. En esos países apareció un nuevo tipo de política económica: la economía intervencionista, que interrumpía y alteraba los mecanismos espontáneos del mercado. Sin excepción alguna, todos estos experimentos terminaron en un rotundo fracaso.

La política de improvisación

En esos casos se trataba de experimentos improvisados sobre la marcha, pero unidos en un denominador común: el monopolio otorgado a los amigos y asociado con la poderosa influencia de funcionarios gubernamentales para repartir, entre todos, la riqueza acumulada.

Cada medida improvisada impulsaba otra improvisación peor.

En la actualidad pareciera que las improvisaciones de los países bolivarianos, tuviera un efecto de contagio y estimulase las improvisaciones argentinas ejecutadas por el matrimonio presidencial.

La característica predominante del gobierno de Cristina es la casi ilimitada variedad de improvisaciones, integradas por medidas que son decididas por la pareja gobernante en la soledad de Olivos. No consultan con ninguna otra persona y llevan esas improvisaciones a la práctica de manera consecuente por personajes que han perdido su capacidad de juicio crítico.

Sólo se dan cuenta de la índole del problema cuando se producen efectos adversos al llevar a cabo medidas desacertadas. Pero pasan los días y se estimulan con más intervenciones absurdas, sin reglamentar, aplicables por una patoteada de funcionarios incultos, que amenazan con represalias a quienes no se someten a las mismas. Todo esto forma parte del arsenal de la improvisación utilizado por el gobierno.

En estos días, la urgencia de los problemas diarios les impulsa esa forma de gobernar, propia de iletrados que no saben qué hacer con la baja de las commodities, la disminución de las exportaciones, la paralización de la actividad interna, la desocupación creciente y la inflación reprimida.

En cualquier momento, en cualquier lugar y por cualquier asunto se inician las improvisaciones. Por ejemplo con la intervención en los precios, la destrucción de los mercados, la devaluación de la moneda, la política de créditos subsidiados, el reparto de electrodomésticos y la incautación de ahorros previsionales. Tales medidas desembocan en un estado de cosas que más se parece al caos que al orden.

Las generaciones posteriores se asombrarán de la rapidez y la falta de reflexión con que este gobierno Improvisó las medidas. Lo que agrava la situación es que la improvisación kirchnerista está saturada de un contenido sectario sumamente agresivo. Sabemos ya que la política económica improvisada permite obtener experiencias que pueden ser utilizables, pero siempre que exista una actitud de humildad y una mente desprejuiciada o sea sin condicionantes ideológicos. Esa actitud es la única forma en que podremos saber porqué los resultados no son eficaces.

A pesar de todo no hay que desesperar. Esperar contra toda desesperanza es el lazo que nos mantendrá asidos a la piedra en medio de la tormenta. No debemos desatarlo, porque seríamos arrastrados hacia la muerte.

Por eso, deseamos que al regreso de su viaje a Moscú, la presidente reflexione sobre sus propias palabras, se arrepienta de sus improvisaciones, encuentre una visión comprensiva de la realidad y se decida a establecer reglas permanentes que no se muevan -como el gallo de la veleta- en medio de la tempestad.

Sólo así conseguirá la señora Cristina crear condiciones de previsibilidad para, luego, poder reconquistar paso a paso una confianza que ha perdido totalmente. © www.economiaparatodos.com.ar

Antonio I. Margariti es economista y autor del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad.

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