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jueves 30 de noviembre de 2006

¿Aprendimos la lección de Misiones?

No debemos dejarnos confundir por la repentina serie de renuncias de gobernadores y otros políticos a ser reelegidos: en algunos casos, se trata sólo de propuestas que distorsionan el verdadero significado de la democracia.

Luego de las elecciones a convencionales constituyentes celebradas en Misiones hace casi un mes, donde la lista encabezada por monseñor Piña batió al oficialismo del gobernador Carlos Rovira, que buscaba modificar la Constitución provincial e instalar la reelección indefinida, se han sucedido numerosos hechos políticos como consecuencia de este resultado y de la manifestación de la sociedad misionera.

En pocos días, el gobernador de Jujuy, Eduardo Fellner, que buscaba también reformar la Constitución jujeña en esa dirección, desistió de su proyecto por recomendación del propio presidente Kirchner. Pocas horas después, Felipe Solá también frenó su intento por intentar ser reelegido nuevamente a través de una dudosa interpretación de la Constitución bonaerense.

El propio gobierno nacional, al que se le venía reclamando por su posición hegemónica, de acumulación de poder y de debilitamiento institucional, dio un giro inesperado, mediante el proyecto de reducir los miembros de la Corte a cinco, frente a los actuales siete, lo que cierra la posibilidad de que esta administración realice nuevos nombramientos.

Y en estas últimas semanas, hemos visto cómo Alberto Rodríguez Saá ha planteado la necesidad de eliminar la reelección indefinida en San Luis, cuando prácticamente heredó la gobernación perteneciente a su hermano Adolfo, quien gobernó la provincia por 18 años consecutivos.

O cómo José Alperovich, gobernador de Tucumán, ha dicho que se bajará de su candidatura si Kirchner se lo pide, después de haber instalado el año pasado la reelección por un solo período en su provincia, con una cláusula que estipula que el mandato 2007-2011 debe ser considerado como el primero. Ello le da la posibilidad de gobernar hasta 2015, cuando asumió en 2003.

Por último, el presidente Kirchner quien, aunque puede presentarse a la reelección, ha manifestado que la candidata debe ser su esposa Cristina. Instalaría así una sucesión de tipo familiar, pensando en su vuelta a la presidencia en el año 2011.

También hemos presenciado propuestas que tienden a limitar o prohibir la reelección de legisladores y de intendentes, con el ejemplo negativo representado en los jefes municipales del conurbano bonaerense.

El asunto que se plantea es: este abrupto giro institucionalista, ¿es realmente producto de la convicción de que las sucesivas reelecciones tienden a debilitar la democracia y los gobernantes admiten así viejos errores? ¿O representa una movida política tendiente a hacernos creer eso, mientras, en realidad, al mejor estilo gatopardista, cambia algo para que siga todo igual?

¿Podemos creer que personajes como Rodríguez Saá, Fellner, Alperovich, Solá, el propio Kirchner y otros tantos gobernadores representan ahora los paladines del institucionalismo y del anti-reeleccionismo cuando ellos mismos se beneficiaron largamente de este sistema?

Muy pocos se han dado cuenta de que, con el proyecto de reducir la Corte a cinco miembros, los que finalmente conformarán al Supremo Tribunal serán cuatro jueces designados por Kirchner que podrán quedarse en el cargo mucho tiempo más, ya que son relativamente jóvenes y un nuevo gobierno no podrá destituirlos. Ha sido una gran maniobra política, que bajo un aspecto institucionalista redujo significativamente la facultad de futuros gobiernos de designar jueces de la Corte.

Y sobre los proyectos de limitar o prohibir las reelecciones de legisladores, nadie puntualizó que no se puede comparar un cargo legislativo con uno ejecutivo. El legislador tiene funciones de sanción de leyes y de control, mientras que el presidente –sobre todo en la Argentina– goza de amplias facultades y muchas de sus medidas no son controladas como se debe.

Recordemos que las democracias modernas nacieron con el argumento de disminuir el poder de los antiguos reyes, limitando sus funciones y la discrecionalidad y arbitrariedad de su poder.

Además, en las democracias de mejor desempeño –algunas europeas y los Estados Unidos–ni se discute este tema. Los legisladores deben rendir cuentas sobre su trabajo y se elige uno por distrito, existiendo un mayor conocimiento del candidato. La población de cada lugar, si piensa que su representante está cumpliendo un buen trabajo, tiene el derecho de volver a elegirlo, mientras que si estima que no lo está representando correctamente, elige a otra persona. En nuestro caso, como los legisladores se eligen por lista sábana, no existe la representación genuina, que se basa al menos en el conocimiento del candidato y sus propuestas. Allí radica el problema y es donde debería hacerse la reforma. Por ello, cuando Cristina Kirchner manifiesta que, en los Estados Unidos, Edward Kennedy –hermano del ex presidente John F. Kennedy– es legislador desde hace 48 años y nadie cuestiona su derecho de ejercer el cargo, ignora el funcionamiento del sistema democrático y de las funciones de cada poder.

Con esta serie de hechos corremos el riesgo de que lo sucedido en Misiones termine generando actitudes basadas en la conveniencia política, junto con propuestas que distorsionan el verdadero significado de la democracia. Ellas terminarán por beneficiar a las mismas personas y estructuras de gobierno que utilizaron su poder para modificar e interpretar constituciones y leyes a su propia medida, violando principios republicanos. De esta forma pensaremos que el sistema tiende a cambiar, cuando en realidad se reconvierte para seguir funcionando de la misma manera. © www.economiaparatodos.com.ar

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