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lunes 19 de mayo de 2014

Arancelar la UBA?

Arancelar la UBA?

El argumento por el cual se debe ofrecer educación pública elemental a toda la población no aplica a los estudios superiores

Yamil Santoro y Martín Tetaz tienen dos interesantes columnas de opinión (aquí y aquí) sobre si es o no conveniente arancelar la UBA. Ambas columnas ofrecen interesantes reflexiones sobre los problemas actuales. El problema educativo en Argentina es serio, y ambas columnas hacen bien en tocar de manera racional un tema difícil por su sensibilidad en la opinión pública. En esta columna me sumo a sus esfuerzo intentando aclarar el problema de fondo y poner sobre la mesa una respuesta distinta a la de ambos autores.

Ambas columnas coinciden en la necesidad de mejoras en la UBA (entiendo que lo mismo aplica a otras universidades públicas). Por ejemplo, Santoro llama la atención sobre el hecho de que el 53% de los docentes de la UBA hacen su trabajo ad honorem. Obviamente esto atenta contra la eficiencia del sistema educativo. ¿Se imagina el desempeño de su empresa o negocio si el 53% de sus empleados trabajasen ad honorem? Si bien Santoro sostiene que no sabe si debe o no arancelarse la UBA, concluye que no le parece descabellado “que aquellos que pueden contribuir un poco más de lo que ya lo hacen indirectamente mediante sus impuestos ayuden a garantizar el éxito de la educación pública con sus aportes y demanden el servicio de calidad que todos nos merecemos.” ¿Qué es “contribuir un poco más de lo que ya lo hacen”? ¿Pagar un “poco más de impuestos”? Es bueno recordar que la presión tributaria en Argentina (consolidada más impuesto inflacionario) se encuentra entre el 40% y el 50%. Más que pedirle un esfuerzo extra al ya asfixiado contribuyente, el reclamo debería caer en los funcionarios públicos que parecen ser expertos en malgastar fondos públicos. Ciertamente el problema de la UBA no es falta de recursos. Si los problemas se solucionasen subiendo impuestos Argentina estaría más cerca de Suiza que de Venezuela y la UBA sería Harvard.

Tetaz, por su lado, recuerda que en el índice del Scimago Institute la UBA ocupa el lugar 287, mientras que la Universidad de San Pablo se encuentra en el puesto número 12. Apunta, bien, al problema de la falta de profesores e investigadores full-time. Sostiene que, dado que el tesoro destina unos $20.500 por alumno (por año) y el ingreso de 10 meses de estudio de un alumno de bajos ingresos sería de unos $42.660, el estudiante está de hecho financiando el 67.5% del costo del proceso educativo. El argumento no me convence del todo, esos $42.660 no son recursos que van al presupuesto de la UBA, son recursos que no entran al bolsillo del estudiante. El costo de oportunidad de estudiar no financia a la universidad del mismo modo que si tengo dos ofertas de trabajo, una de la empresa A y otra de la empresa B y tomo la B, la empresa A no está financiando a la empresa B (ni vice-versa.) Tetaz no cree que haya que arancelar la UBA y sostiene su argumento en el alto costo de oportunidad que implica para alumnos de bajos ingresos el dedicarse full-time a la educación. Si siendo gratuita el costo de oportunidad es alto, aún peor si se arancela la UBA. Tetaz en cambio sugiere un “salario estudiantil”, que consistiría (si entiendo correctamente) en un “salario” (¿subsidio?) que cubra la diferencia entre lo que el estudiante recibe y su costo de oportunidad de dejar de trabajar. Una alternativa sería aumentar el presupuesto de investigación y profesores full-time. Tetaz no aclara de dónde surgirán los fondos para este salario estudiantil (¿Creerá también que el contribuyente Argentino no paga suficientes impuestos?)

Es cierto que la infraestructura de la UBA necesita inversiones, que un 54% de personal docente ad honorem atenta contra la calidad educativa, y el bajo ranking de la UBA entre otros serios inconvenientes. Pero estos no son problemas, estos son los síntomas de las fallas en la educación superior pública en Argentina. El problema de fondo es el de un precio (regulado) fuera de equilibrio. En este caso puntual, vía educación gratuita (para el estudiante, no para la sociedad), el precio de adquirir educación en la UBA se encuentra muy por debajo del equilibrio. Es un caso de precio máximo. En los manuales de texto se muestra mediante un gráfico de demanda y oferta como precios máximos producen faltante del bien cuyo precio es regulado (como sucede con los precios “cuidados”), se producen costos extra de “búsqueda” (por ejemplo madrugar para inscribirse antes que se agoten las vacantes de un curso), y otra seria de costos que no figuran en el precio del bien. Es decir, si bien el precio es menor, el costo final es mayor al del precio de equilibrio (no regulado). En el caso educativo, el mayor costo se manifiesta en una educación de menor calidad.

En el caso de educación el faltante de educación de alta calidad se cubre con educación de baja calidad. Dado que no se puede discriminar quien recibe la educación de alta calidad y de baja calidad, todos los estudiantes reciben la educación de baja calidad. El siguiente gráfico muestra demanda y oferta de educación, donde la oferta de alta calidad es lo que se espera del mercado. La línea horizontal representa el bajo costo de estudiar en la UBA. La diferencia entre la demanda y la oferta laboral se puede suplir con una educación de baja calidad, que son los síntomas que Santoro y Tetaz mencionan en sus respectivas notas. Hay dos maneras de pasar del equilibrio de baja calidad (a) al equilibrio de alta calidad (b), o se expande la oferta de alta calidad para que este posicionada como la de alta calidad, o se reduce la demanda. Cualquier otra alternativa que mantenga el desequilibrio (exigirle a la UBA que ofrezca la educación que todos merecemos) son expresiones de deseo que a lo sumo cambian cómo se manifiestan los síntomas, pero no va a hacer desaparecer el problema. De las notas de Santoro y Tetaz, no veo como se pasa del desequilibrio de baja calidad al de alta calidad. Mientras el precio sea virtualmente nulo, la oferta no va a poder satisfacer a la demanda.

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Si bien en Argentina los límites de los políticamente posible impone serias restricciones a las reformas ideales, sí es posible pensar en reformas superadoras. Una alternativa a aumentar los impuestos es adaptar los conocidos “vouchers” de Milton Friedman. En otras palabras, si lo que se quiere es ayudar financieramente la educación superior, en lugar de subsidiar la oferta se puede subsidiar la demanda. Este simple cambio en el destino del subsidio (no hace falta subir impuestos) genera varios cambios importantes. Sólo menciono tres:

 

1.       Al ser el alumno quien recibe el subsidio, el alumno tiene la libertad de utilizar estos fondos para estudiar en la universidad que desee. No hay motivos por el cual estos fondos deban ser asignados a las universidades públicas. Si la UBA es tan buena como sus defensores sugieren, entonces no debe temer una fuga de alumnos. ¿Lo que se quiere es ofrecer educación a todos o educación en la UBA (y adoctrinamiento político..)? Si el verdadero objetivo es que la oferta educativa llegue a la mayor cantidad de jóvenes posibles, no hay ningún motivo por el cual deba beneficiarse a las universidades públicas sobre las privadas (ni a las privadas sobre las públicas).

2.       Se aumenta la competencia entre universidades. Al quitarle el beneficio a la UBA de ofrecer educación superior a un precio por debajo del resto del mercado, la UBA debe competir por atraer alumnos en lugar de tener un mercado cautivo al cual puede ofrecer educación de baja calidad sin temor a perder alumnos. Este es el problema identificado por Santoro y Tetaz (si la educación es de baja calidad, ¿por qué los alumnos no migran a otras universidades? ¿por qué no darles esa oportunidad?)

3.       Dado que ahora la UBA debe capturar alumnos, entonces es necesario que ofrezca educación de alta calidad. Es decir, se alinean los incentivos en lugar de ser la calidad educativa el resultado de una gestión pública cuya financiación no depende de sus propios resultados. El efecto en el gráfico superior es una reducción en la demanda (alumnos que buscan otras universidades) y un aumento en la oferta de alta calidad para atraer alumnos. La baja en la demanda de la UBA se transforma en un aumento en la demanda de otras universidades. Es decir, la demanda total de educación se mantiene constante, lo que cambia es de qué universidades se demanda educación. ¿Cuántos alumnos que hoy asisten a la UBA estarían dispuestos a pagar un diferencial (si es necesario) sobre el “voucher” para asistir a una universidad privada?

Esta propuesta no requiere aumento de impuestos ni reasignación de partidas (como entiendo es el caso de Santoro y Tetaz) y no quita nada a los alumnos de la UBA. Aquel que quiere estudiar en la UBA lo puede seguir haciendo. Por el contrario, esta reforma da más oportunidades de elección al permitir utilizar el subsidio en la universidad que los alumnos (y no el estado) consideran es su mejor opción. Una reforma de este tipo es, también, muy fácil de implementar. Sólo se requiere quitarle el beneficio a la universidad para ponerlo en los bolsillos de aquellos que más lo necesitan. ¿Qué mejor, más socialmente sensible, “progre”, y “Nac & Pop”, que poner los recursos en los bolsillos de quien efectivamente los necesita?

No quiero cerrar sin un par de breves comentarios. En primer lugar, el argumento por el cual se debe ofrecer educación pública elemental a toda la población no aplica a los estudios superiores. Es la educación primaria la que nos prepara para vivir en sociedad y nos da “igualdad de oportunidades”, no la educación superior que nos hace especialistas en la profesión que elegimos. Ya que estamos, que el contribuyente nos pague un doctorado en el exterior a todos (en lugar de asegurarnos nuestros propios fondos) dado que así generamos externalidades positivas y sería también una injusticia social si se nos niega tal derecho. En otros países los estudiantes universitarios financian su educación con becas, prestamos educativos o incluso trabajando sin por ello tardar una eternidad en graduarse. No es porque deben trabajar que hay tantos alumnos que tardan una eternidad en recibirse, el problema radica en otro lado (pobre educación en los colegios, un pobre ambiente académico alterado por la alta actividad política en las universidades públicas, etc.). Que todos tengamos derecho a una educación universitaria no quiere decir que terceros estén obligados a pagarnos la educación superior. Son los contratos firmados, no los derechos los que generan obligaciones. Si la educación primaria y secundaria hizo un buen trabajo, entonces está en mí trabajar para pagarme mi propia educación en lugar de utilizar al estado para apropiarme de recursos de terceros. Si yo no tengo el derecho de exigirle a mi vecino que me pague mi educación superior para ser un especialista en la profesión de mi elección, entonces no son derechos que (si vivimos en una genuina república) podemos transferirle al estado. De lo contrario, estamos imponiendo nuestras propias preferencia sobre el resto de la sociedad; justamente lo contrario a una actitud republicana. Dicho de otra manera, que en lo personal tenga el más alto interés y deseo de que todos los Argentinos que así lo desean accedan a estudios universitarios de calidad no siento que esto me autorice moralmente a poner mi mano en el bolsillo ajeno para hacer caridad con plata que no me pertenece. La “sensibilidad social” no debe ser asimétrica (aplicar a unos pero no a otros.) Lo que empieza siendo un argumento aceptado por su sensibilidad termina siendo raíz del populismo. Toma de predios para viviendas que terceros deben proveer, imponerle al comerciante el precio al que debe vender su producto, prohibir de hecho la compra de dólares, y un largo etcétera. Los últimos 10 años muestran que el costo institucional no es despreciable.

En segundo lugar (dejando de lado el problema institucional/republicano) no debe confundirse una universidad, que es una casa de estudio, con un programa de asistencia social. Las necesidades sociales en las que el gobierno se involucra deben realizarse a través de programas sociales (por ejemplo vouchers educativos) no a través de universidades. Al entrar a la UBA uno debe sentir que entra a una alta casa de estudios, no a un museo de corrientes políticas que tanto mal han hecho al desarrollo del país. Al subsidiar la oferta educativa se confunde lo que debería ser una casa de estudio con asistencia social. El resultado es una educación de baja calidad y un deficiente programa de asistencia social.

Nicolás Cachanosky / Assistant Professor / Metropolitan State University of Denver

Blog: http://puntodevistaeconomico.wordpress.com

Twitter: @n_cachanosky