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lunes 10 de septiembre de 2012

Argentina, el turismo y nosotros

Habiéndose iniciado el mes de septiembre, comienza la época del año en que se empiezan a tomar decisiones sobre qué hacer en las vacaciones del próximo verano. A diferencia de años anteriores, existe una elevada (y bien fundada) incertidumbre acerca del desempeño del turismo receptivo en la próxima temporada estival.Las causas de la incertidumbre vienen fundamentalmente por el lado argentino, por razones que son de público conocimiento y que intentaré desarrollar en esta columna. Pero no hay que olvidar que por el lado brasileño las cosas ya no son como eran hace un año. En particular, la relación bilateral de precios, que entonces nos favorecía claramente, hoy se encuentra más pareja. El indicador de tipo de cambio real bilateral entre Uruguay y Brasil, que permite cotejar la evolución de los precios medidos en términos de dólares en ambos países, muestra un significativo deterioro, de 12% entre los meses de agosto de 2011 y 2012. Tomando como referencia el promedio histórico del tipo de cambio real entre ambos países, un año atrás estábamos un 18% por encima de dicho promedio, mientras que ahora estamos solo 3% por arriba del nivel histórico.

Pero concentrémonos hoy en Argentina, donde se suceden medidas que apuntan explícitamente a que en la próxima temporada los argentinos veraneen en su país.

En primer lugar, cabe señalar que a diferencia de otras acciones emprendidas por el gobierno argentino, destinadas a perjudicar a nuestro país (como en lo referido al dragado del canal Martín García o a la no difusión de los resultados de los análisis correspondientes a la planta de UPM en Fray Bentos), en el caso de las trabas a los viajes de argentinos al exterior se trata de medidas de tipo general sin que se les pueda atribuir algún tipo de intencionalidad política "anti uruguaya". Lo mismo que sucede desde hace ya muchos meses con las importaciones de bienes, que tienen todo tipo de trabas en nuestro vecino. Es más, si bien en este caso se podría invocar el Mercosur y esas barreras podrían ser impugnables, ello no sería posible con relación a las limitaciones al acceso a moneda extranjera o al uso de otros medios de pago por parte de argentinos en el exterior.

Segundo, no podemos dejar de recordar el porqué de todas estas restricciones a la importación de bienes en Argentina y al gasto de los argentinos fuera de su país. Tanto la importación de mercaderías como el turismo en el exterior consumen dólares. Y de estos, en Argentina hay pocos, porque la desconfianza en la política económica lleva a los argentinos a sacar su dinero del país. La desconfianza genera salida de capitales, la que también consume dólares. ¿Y cómo se generan dólares? Mediante exportaciones de mercaderías o por gastos de turistas extranjeros en Argentina.

Tercero, en lugar de tratar de restablecer la confianza para que los argentinos dejen de llevarse dinero desde su país al exterior e incluso comiencen a repatriarlo, el gobierno argentino decide imponer restricciones a los rubros que implican demanda por dólares: las importaciones y el turismo de los argentinos en el exterior. Y llegan al ridículo de la torpeza al paralizar industrias por falta de insumos importados. Estas medidas atacan las consecuencias del fenómeno y no sus causas (la desconfianza). Y al hacerlo, agravan aún más las causas. En este contexto, el mantenimiento de precios altos por las materias primas que Argentina exporta, le alarga la vida al "modelo". O sea que la vida del modelo depende, por un lado, de la suerte y, por otro, de los errores.

En este contexto, solo cabe esperar más de lo peor de lo mismo de aquí en adelante. Y, en lo que a nuestra próxima temporada turística refiere, solo malas perspectivas. Los clientes argentinos del sector turismo uruguayo enfrentan varios problemas. Uno, se les hace muy difícil hacerse de dólares para venir a consumir acá. Deben realizar declaraciones juradas impositivas y someterse a pruebas que demuestren su capacidad de generación de los dólares que demandan. Son víctimas de un "corralito cambiario". Dos, aquellos que puedan hacerse de los dólares de un modo u otro, terminarán pagándolos mucho más caros que al tipo de cambio oficial. O sea que o bien no consiguen dólares o bien los consiguen carísimos.

Como consecuencia de esto, muchos argentinos de los que habitualmente vienen en verano, esta vez no podrán venir. Y muchos de los que vengan, serán más "gasoleros" de lo habitual. Claramente otros, que no dependen de hacerse de dólares en Argentina porque los tienen afuera, no tendrán impedimento en venir, pero para una parte de ellos también será relevante la comparación del costo de su veraneo de un lado u otro del Plata.

Veamos algunos números. En los 12 meses terminados en marzo, los argentinos fueron el 61% de los turistas en Uruguay (1,79 sobre 2,94 millones de personas), y gastaron el 58% de los dólares que ingresaron por turismo (1,24 sobre 2,12 miles de millones de dólares). Si sumamos estas exportaciones de turismo a las de mercaderías, resulta que Argentina es casi tan relevante como Brasil como "cliente" del Uruguay (1,8 versus 2,1 miles de millones de dólares en 2011). Pero como he expresado aquí varias veces, cualitativamente nos pesa más Argentina que Brasil porque las exportaciones de turismo son intensivas en trabajo e impuestos y no tienen mercados alternativos.

Por otra parte, al igual que hicimos con relación a Brasil, veamos la relación bilateral de precios con Argentina, o en otras palabras, nuestro tipo de cambio real bilateral. Para ello es necesario considerar por un lado la verdadera inflación en Argentina (el IPC oficial, del Indec, subestima deliberadamente la realidad) y también el "verdadero" precio del dólar, es decir el tipo de cambio relevante para los eventuales turistas. Haciendo las cuentas se llega a que entre agosto de 2011 y agosto de 2012, nuestro tipo de cambio real con Argentina cayó un 9%. Pero a diferencia de lo que sucede con Brasil, en que el deterioro del último año se da desde muy arriba, con Argentina se da desde abajo del promedio histórico. Con relación a éste, en agosto estábamos 24% abajo. Este cálculo fue hecho con un dólar en $ 5,98 argentinos, implícito en los cierres del BCU. Al dólar oficial ($ 4,61), el "atraso" era de 2%; con un dólar 15% arriba del oficial, en A 5,30 (que sería el relevante para los gastos con tarjeta) el "atraso" era de 15% y con un dólar a $ 6,50 (el famoso "blue"), el "atraso" era del 30%. Es decir que con cualquier tipo de cambio mayor al oficial actual en Argentina, acá estaríamos más caros que allá, con relación al promedio histórico.

En última instancia, es una cuestión de precios. Para quien puede conseguir dólares, dependerá del precio al cual los consiga. Para quien no pueda, bueno… no hay precio más caro que el de aquello que no se puede conseguir. En última instancia, podrá venir con sus pesos argentinos, pero una vez más será cuestión de precios, a qué cotización se los tomará. Y es cuestión de precios, también, porque de lo poco que desde acá se puede hacer para mitigar el problema, es adecuar los precios de los bienes y los servicios que se desee que los turistas consuman. De un modo u otro, y sea por donde se lo mire, hemos quedado caros para los argentinos. Para que vuelvan a venir, en la mayor cantidad posible, y para que gasten lo más posible, hay que mostrarles desde ya precios más bajos que los de la última temporada. Claramente más bajos.

Esto depende más de comportamientos privados (que tendrán que mostrar una flexibilidad no habitual en el rubro) que de medidas públicas, que solo podrán llegar a ser, en el mejor de los casos, pequeñas cataplasmas.

Fuente: El País.com.uy