Argentina y Venezuela, el ‘antimodelo’ de la izquierda
Durante la pasada década, Argentina y Venezuela se situaron en la vanguardia de la nueva izquierda latinoamericana
Los gobiernos de Néstor Kirchner y Hugo Chávez, que llegaron al poder denunciando las políticas neoliberales de los años noventa como una claudicación ante los dictados del FMI, lograron tasas de crecimiento que parecieron confirmar que otra política económica era posible. Entre 2004 y 2008 el PIB argentino creció a una tasa media del 8,5% mientras el venezolano lo hizo al 10,4%.
Pero ahora que el espejismo se ha desvanecido, ha quedado claro que fue un nuevo episodio del conocido ciclo de auge y desplome (boom-and-bust) de las materias primas. En 1999 Chávez encontró el precio del crudo venezolano en torno a los 10 dólares el barril. En 2008 llegó a los 150 dólares. En 2002 el precio de la soja, la principal exportación argentina, estaba en 500 dólares la tonelada métrica. En 2008 había superado los 1.600 dólares.
Según los cálculos de Sebastián Edwards, economista chileno de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), de no haber sido por el boom petrolero, el crecimiento de la renta per capita venezolana habría sido negativo durante todos los años de la ‘revolución bolivariana’. En Argentina, sin la subida de los precios mundiales de sus principales exportaciones agrícolas, gravadas fuertemente por el gobierno, habría sucedido lo mismo.
Después de cambiar sus dólares a pesos usando el tipo de cambio oficial, los productores de soja argentinos deben pagar un tasa del 35% sobre el valor exportado. La escasez de divisas para importar maquinaria con la que aumentar la productividad, ha agravado el problema, como demuestra el hecho de que en 2006 Argentina fuera el cuarto mayor exportador mundial de trigo. Hoy es el décimo.
Años de dispendio han llevado a ambos países a un descrédito similar. Hoy Venezuela tiene que pagar por sus bonos soberanos un 14,44% por encima del tipo de interés que pagan los bonos del Tesoro de EEUU, la mayor tasa de los 50 mercados emergentes que rastrea JP Morgan Chase. Argentina tendría que pagar un 9,66% si el default de 2001 no le hubiese expulsado de los mercados de capitales. La media de los demás países latinoamericanos es del 4,6%.
Las coincidencias no son casuales. Sus respectivos modelos económicos han pasado por la misma secuencia de expansión del gasto público, crecimiento de la masa monetaria y del déficit fiscal, inflación, carestía, devaluación, caída de la recaudación tributaria y fuga de capitales.
Las similitudes vienen de lejos. En 1950 Venezuela tenía la mayor renta per capita de América Latina, pero entre 1980 y 1995 cayó un 18%, mientras que la de Chile aumentó un 45% y la de Colombia un 27%. En 1914 la renta per capita argentina era del 92% de los 16 países más ricos del mundo. Hoy es del 43% y está incluso por debajo de las de Chile y Uruguay.
La abundancia de recursos naturales puede ser un arma de doble filo por la corrupción a gran escala que propicia el monopolio estatal de las industrias extractivas y el excesivo intervencionismo gubernamental en la distribución de sus beneficios. Argentina ocupa hoy el puesto 106 en el índice de corrupción de Transparencia Internacional y Venezuela está incluso más abajo en la lista.
Chivos expiatorios
Nicolás Maduro atribuye la crisis económica –con una inflación del 56% y un déficit fiscal del 11,5%– al imperialismo y a “la burguesía fascista”, a la que acusa de acaparar productos para desestabilizar al gobierno, algo que ya solo los chavistas fanáticos creen.
A pesar de que en los últimos 15 años el país ingresó casi 1,5 billones de dólares por sus exportaciones petroleras, las reservas de divisas cayeron de 30.000 millones de dólares en 2012 a 21.000 millones en 2013. La deuda pública está en el 53,4% del PIB. El año pasado la economía apenas creció un 1,6%, frente al 5,6% de 2012, mientras que la inflación es nueve veces más alta que la media regional.
Hasta lo mejor que sabía hacer Venezuela –extraer petróleo– ha dejado de funcionar. Entre 1997 y 2012 la producción de crudo de la OPEP aumentó un 27%, pero la de Venezuela cayó un 18%, según un reciente informe de British Petroleum. El país importa hoy casi todo lo que consume, menos petróleo, que supone el 95% de las exportaciones. Los subsidios a los combustibles cuestan al Estado 20.000 millones de dólares anuales. El dólar del mercado paralelo está ya a 13 veces la tasa oficial y sigue subiendo. Ante todo ello, Maduro ha pedido a la población que “reduzca su consumo”.
Por su parte, la presidenta argentina, Cristina Fernández, culpa a los banqueros, a los dueños de supermercados y a la prensa opositora por el rebrote inflacionario (23% en 2013) y la fuga de capitales. En pocos países la desconfianza parece más justificada que en Argentina, donde las reservas de divisas han caído hasta los 28.300 millones de dólares, un 25% menos que en 2012. En 2011 eran 52.000 millones.
El tipo de cambio oficial es hoy de 8,01 pesos por dólar (eran tres en 2006), mientras que el llamado dólar ‘blue’, el del mercado paralelo, se cotiza a 13,10 pesos por dólar. Argentina ha vuelto al círculo vicioso de las devaluaciones y las crisis cambiarias. Las previsiones apuntan a una cosecha récord de soja este año, lo que aleja la perspectiva de una crisis financiera inminente.
Pero la manipulación sistemática de las estadísticas macroeconómicas y la monetización del déficit han pulverizado la credibilidad de las autoridades económicas y financieras. Las restricciones al acceso de divisas han agravado la tradicional obsesión de los argentinos con el dólar para resguardar su poder adquisitivo.
Las políticas de Néstor Kirchner y Cristina Fernández han seguido fielmente el manual peronista: utilizar el boom de las exportaciones tradicionales argentinas –agrícolas en su mayor parte– para financiar el gasto público, que ha pasado en la última década, del 15 al 29% del PIB, y subsidiar el consumo. Con los resultados de siempre. Jorge Luis Borges dijo una vez que los peronistas no eran ni buenos ni malos, solo que “no tenían remedio”.
El impacto continental
Todo ello va a tener profundas consecuencias en la izquierda latinoamericana. En Venezuela ya hay poco que repartir: en 2013 los créditos al comercio exterior cayeron hasta los 1.700 millones de dólares, frente a los casi 6.000 millones de 2012. Y este año la caída será aun mayor. Cuba no podrá evitar las consecuencias de haber exportado malas ideas políticas y económicas a Venezuela.
Entre 1991 y 1993, debido a la brusca interrupción de los subsidios soviéticos, el PIB de la isla cayó casi un 50%, lo que obligó al régimen castrista a declarar un “periodo especial” en el que empeoraron drásticamente los niveles de vida de la población. Andrés Oppenheimer, columnista del Miami Herald, publicó en 1992 La hora final de Castro, convencido de que el régimen no podría sobrevivir a esa tormenta perfecta de circunstancias adversas y de las que solo pudo salir gracias a que Venezuela tomó en el relevo de la URSS desde 1999.
Hoy parece repetirse la historia. Venezuela difícilmente va poder seguir sosteniendo el programa Petrocaribe, que suministra crudo a bajos costes y financiados con créditos blandos a 18 países caribeños y centroamericanos. Cuba recibe 100.000 barriles de crudo diarios y Nicaragua el equivalente a unos 600 millones de dólares anuales.
Petrocaribe, que ha movido 100.000 millones de dólares desde 1999, ya ha aumentado al 60%, frente al anterior 50%, los pagos en efectivo que exige a los países beneficiarios. En noviembre, Guatemala, que se integró en 2008, anunció que abandonaba el programa porque ya no le convenían sus condiciones.
En Ecuador, la pérdida por Alianza País, el partido del presidente Rafael Correa, de las alcaldías de Quito y Guayaquil revela que la crisis del modelo chavista está arrastrando también a sus imitadores.El gasto público de su gobierno aumentó a tal punto que ni siquiera el petróleo caro lo podía sostener.
Correa recurrió entonces a China. Pekín entregó 8.000 millones de dólares a Quito a cuenta de entregas de petróleo. Pero la producción del país se ha estancado. Correa ya ha dicho que “revisará” el precio de los combustibles, una medida que hizo caer a varios gobiernos en un pasado no muy lejano.
Quienes sí parecen haber aprendido la lección han sido el boliviano Evo Morales, el nicaragüense Daniel Ortega y el uruguayo José Mujica, que han recibido elogios del FMI y el Banco Mundial por sus “prudentes” políticas macroeconómicas, manejo fiscal y su trato favorable a la inversión privada.
El caso más sorprendente es el de la economía boliviana, que creció el año pasado un 6,5%, una de las tasas más altas de la región y la más alta en 30 años. A pesar de su discurso radical, el gobierno boliviano ha contenido la inflación y mantenido los equilibrios presupuestarios. Los frutos están a la vista: la pobreza extrema ha caído al 24%, frente al 38% de 2005, mientras que las reservas de divisas rondan los 14.000 millones de dólares, más del 50% del PIB, un ratio superior al de China.
Fuente: www.infolatam.com