Auge y decadencia del liberalismo en Argentina desde 1970 a la actualidad
Describo esto para mostrar el grado de camaradería que se vivía en esos años en el ambiente liberal. Todos nos apoyábamos mutuamente y, sobre todo, nos respetábamos
En los primeros años de la década del 70 Argentina era un hervidero político. A punto yo de terminar el colegio secundario, los debates políticos eran muy intensos, al tiempo que el terrorismo de Montoneros, ERP y otras yerbas por el estilo empezaba a asomar cada vez con mayor fuerza.
Las décadas pasaron con rapidez: los 70, los 80, los 90, la era k y ahora Cambiemos. Veo pasar los años y me pregunto: ¿por qué hoy el liberalismo tiene menos peso que el que llegó a tener en los 80 cuando la UCEDE fue la tercera fuerza política del país y llegó a tener, si mal no recuerdo, cerca de una docena de diputados nacionales? ¿Qué pasó que ese respeto intelectual que había entre los liberales se fue diluyendo? ¿Por qué perdimos fuerzas y somos todos francos tiradores? ¿Cómo puede ser que Alvaro Alsogaray, elegido diputado nacional en 4 oportunidades seguidas: 1983, 1987, 1991 y 1995)?
Me permito repasar rápidamente cómo actuábamos y nos relacionábamos en esa época.
Un tiempo antes, una gran persona como Alberto Benegas Lynch padre creó El Centro de Estudios Sobre la Libertad que, además de invitar a conferencistas del exterior para que expusieran sobre el pensamiento liberal, también editaba Ideas Sobre la Libertad que contenía artículos de pensadores liberales argentinos y del exterior.
En los primeros años de los 70 se creó la Escuela de Educación Económica que inmediatamente estuvo a cargo de Carlos Alberto Sánchez Sañudo, el Bebe Sánchez Sañudo como lo llamaban en el grupo de quien guardo mis mejores recuerdos. La Escuelita, como luego la llamábamos todos, funcionaba en unos salones que generosamente había prestado Rodolfo Vinelli, en Hipolito Yrigoyen 710. Ahí daban cursos el inolvidable Enrique Loncán, Mario Zylberberg y otros profesores que generosamente prestaban sus tiempo para dar esos cursos a gente joven y no tan joven.
La juventud liberal de Argentina debíamos ser, en ese momento, mi hermano Juan Carlos, Alejandro Chafuen, Eduardo Marty, Ponciano Vivanco, yo y tal vez algunos más que no conocía en ese entonces.
Luego se creó ESEADE en 1978, bajo la conducción de mi querido amigo Alberto Benegas Lynch (h), que fue la primera institución en dar posgrados en Economía y Administración de Empresas en Argentina y además tenía el departamento de Investigaciones donde trabajé un año, en 1980 y luego me dediqué a la actividad de consultoría. En ese momento en el Departamento de Investigaciones Económicas estábamos mi hermano Juan Carlos, Alejandro Chafuen y yo. Luego pasaron muchos amigos por ahí como Ricardo Rojas, Gabriel Zanotti, Alfredo Irigoin, Enrique Aguilar y varios más. Un tiempo después que yo me fui de ESEADE se incorporó Ezequiel Gallo como director del departamento de investigaciones. Otra gran profesional que lo tuve de profesor en historia económica mundial en la UCA en segundo año.
Recuerdo que, a pesar que yo ya no trabajaba en ESEADE seguí ligado a la institución dando clases y participando en seminarios mientras me dedicaba a la actividad de consultoría dando clases. En esos años empezamos con reuniones periódicas donde se debatían todo tipo de temas (economía, educación, religión y economía y tantas otras cosas más) hasta que se creó en forma espontánea el seminario de los lunes. Una vez por mes o cada 15 días nos reuníamos a debatir diferentes temas. El grupo se fue ampliando con otras personas que se acercaban a debatir y siempre reinaba el ambiente de camaradería. Incluso en un momento uno del grupo tenía que preparar un trabajo y se debatía.
Tanto El Centro de Estudios Sobre la Libertad, como la Escuela de Educación Económica, ESEADE y al poco tiempo el CEMA (actualmente UCEMA) fueron semilleros donde los jóvenes podíamos juntarnos para debatir sobre diferentes temas y siempre hubo respeto y bibliografía disponible. No se debatía en el aire o fanáticamente. Había reflexión.
En los 80 comenzó la efervescencia política con las elecciones de 1983 y varios nos volcamos a colaborar con la UCEDE. Personalmente debo haber recorrido cuanto Centro Cívico había en Capital Federal y el Gran Buenos Aires había, dando conferencias sobre economía.
Al mismo tiempo se creaba el Instituto de Economía Social de Mercado, la fundación de la UCEDE, y mientras tanto se mantenía la Escuela de Educación Económica. Las cuatro instituciones se respetaban y desarrollaban sus actividades en armonía. Se respetaban mutuamente y si bien unos se dedicaban más a la actividad académica, otros a la política y la Escuelita a cursos y cortos y seminarios, no recuerdo que hubiese tantas ganas de figuración y boicots como veo hoy en día entre las instituciones liberales. Todos interactuábamos con respeto.
Yo empecé a escribir en 1985 una columna semanal sobre la actualidad económica en el diario La Prensa, cuando lo dirigía esa gran persona y amigo que fue Máximo Gainza Paz. Luego escribí en El Cronista, La Nación, La Nueva Provincia y tuve un programa de radio en América que había trepado a uno de los primeros lugares del rating radial y un programa de televisión semanal en CVN en 1997, el primer canal de noticias, incluso antes que naciera TN. Luego hice durante muchos años un programa semanal en P&E hasta que los k lo hicieron cerrar en acuerdo con Clarín que había comprado Cablevisión. Tanto en la radio como en la televisión participaba liberales que por invitación o como columnistas permanentes, como fue el caso de Carlota Jackisch una de las personas más lúcidas que dio la ciencia política en Argentina.
Describo esto para mostrar el grado de camaradería que se vivía en esos años en el ambiente liberal. Todos nos apoyábamos mutuamente y, sobre todo, nos respetábamos. Los que hacíamos menos actividad académica y difundíamos ideas en los medios, invitábamos a los que hacían actividad académica. Había una especie de división del trabajo en la difusión de las ideas liberales.
En P&E teníamos programas gente como Armando Ribas, José Benegas, Malú Kikuchi, Carlos Mira y otros amigos de pensamiento liberal. Ninguno se había subido al caballo de la soberbia. Cada uno hacía su programa y no había ninguna competencia despiadada. Al contrario, cada uno apreciaba el trabajo del otro.
Por razones personales, durante varios años me alejé de las reuniones de fundaciones liberales, que no eran tantas en esa época. Con mi hermano Charly ayudamos a alguna fundación del interior a desarrollarse y luego termino transformándose en una especie de lugar de lobby donde lo importante es pertenecer y las ideas quedaron de lado. El negocio es acercarse a los funcionarios de turno para que los empresarios vayan a las comidas, y con eso los enganchan para que aporten a la fundación. Bajo el formato de fundaciones hacen el negocio de lobby y la difusión de ideas pasa a un segundo plano.
Aquí es donde a mi entender empieza a dispersarse el liberalismo y deja de imperar el espíritu de camaradería. Si a eso le sumamos el despiadado ataque del kirchnerismo a los medios de comunicación que nos dejó sin programas y el miedo a hablar que tenían muchos, queda claro que el liberalismo fue perdiendo voces. En la era k no éramos más de dos o tres los que nos animábamos a aparecer en televisión, en las radios y a escribir en los medios para señalar las barbaridades económicas que hacía el kirchnerismo. Hoy cualquiera es guapo.
Un par de años atrás, cuando falleció mi hermano, me ofrecieron ser presidente de la fundación que él presidía. Yo estaba algo alejado de ese mundo pero acepté. A poco de andar e intentar hacer algunas actividades me tropecé con que otras fundaciones “liberales” boicoteaban, frenaban o entorpecían las iniciativas. Por celos, por miedo a quedar mal con el gobierno y perder contactos con funcionarios públicos (algunos son ex alumnos de ESEADE) lo cierto es que observé que ya no existía ese espíritu de camaradería que había años atrás.
Así como la política se transformó en un negocio, con el tema de las fundaciones parece ocurrir algo parecido. No con todas, pero veo que varias son pantallas de lobby empresarial.
Además apareció el vedetismo de algunos que leyeron un par de libros de autores liberales ya creen ser la reencarnación de Mises. La descalificación de economistas y pensadores superó niveles extremos por causa del vedetismo. El grado de grosería y soberbia llegó a tal nivel que en 2015 estábamos reunidos en la casa de mi hermano Juan Carlos delineando un plan económico. Éramos 8 economistas de prestigio. Por esas cosas de la vida trajeron a un joven figurón y empezó a hablar de sus genialidades y a descalificar groseramente la forma de trabajar de otros que estábamos presentes. Tuve que frenarlo y decirle que estaba hablando con gente con trayectoria y que fuera más respetuoso en la forma de expresarse. Mi hermano Charly era una persona de mucha paciencia, pero la cara de disgusto que puso ese día y lo que me comentó luego me dejó en claro qué lejos estábamos de esos grupos de amigos que compartíamos ideas y debatíamos con entusiasmo pero con respete y nos ponía contento cuando se acercaban jóvenes a aprender e intercambiar ideas, como ocurría en los años de ESEADE.
Lo anterior es solo un ejemplo de esa falta de respeto y camaradería que se fue perdiendo con el correr de los años. Unos por soberbia, otros por ordinariez y otros porque hacen fundaciones para hacer negocios más que para difundir ideas, han destrozado y siguen destrozando la corriente liberal que logró grandes avances en los 70, los 80 y los 90, todo esto para deleite de los progres que hoy dominan la escena política y ven divididos a los liberales.
A esta altura de mi vida podría largar todo al diablo y dedicarme a lo mío, no obstante, esta vuelta al ruedo de las fundaciones “liberales” me permitió advertir que están faltando instituciones que en serio se dediquen a difundir las ideas liberales y a formar gente. No a fanáticos que creen que el insulto y la descalificación del otro es la forma de convencer. Sino en formar gente que defienda ideas por convicción y no por figuración. Tal vez fracase en el intento, pero creo en eso de que no hay peor gestión que la que no se hace.
Veremos si logramos empezar a poner nuevamente los ladrillos del liberalismo uno sobre otro en este 2018 sobre la base del respeto y, sobre todo, del desarrollo de las ideas. Como lo hicimos en los 70, 80 y 90, me propongo intentar que nuevamente la vedette sean las ideas liberales y no las personas o el lobby disfrazado de fundación.
Al menos lo intentaré en memoria de mi hermano Charly, que tantos alumnos formó y lo siguen recordando con aprecio y, por sobre todas las cosas, por su calidad humana y respeto a la hora de debatir ideas.