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martes 2 de julio de 2013

Aún sin precio debutó el Cedin, la segunda moneda argentina

Aún sin precio debutó el Cedin, la segunda moneda argentina

Comenzó el plan para el blanqueo de capitales; por cada dólar, un título

Como suele ocurrir con los debuts, lo que primó fue la confusión. Desde ayer hay una “segunda moneda” en la economía argentina, pero todavía hay dudas respecto de qué tan amplia pueda ser su uso y aceptación.

Ayer fue el primer día de vigencia para el plan de blanqueo de capitales, de manera que desde ese momento el Banco Central entregará, por cada dólar que voluntariamente se presente en esta nueva amnistía fiscal, un nuevo título que cotizará “uno a uno”.

Pero los empleados de las agencias de cambio no sabían qué responder cuando se les preguntaba si se podía comprar Cedines. Algunos argumentaban que faltaban detalles de la reglamentación del Banco Central, otros que faltaban algunos días para que los dólares que ingresaran por el blanqueo de capitales fueran efectivamente canjeados por los nuevos títulos.

Lo cierto es que todavía nadie pudo comprar Cedines ni, lo que es más importante, saber cuál será el precio al que cotizarán en el mercado secundario. De todas formas, ejecutivos con experiencia en la operatoria cambiaria opinaron que el precio será equivalente a la cotización implícita del Boden, lo cual implicaría $ 7,63.

Dicho en otras palabras, el nuevo título emitido por el gobierno argentino implicará un tipo de cambio 42% más alto que el de la paridad oficial. Y la aspiración oficial es que este título circule ampliamente en la economía, en una especie de sistema bimonetario.
“Al Cedin le quieren dar más usos que la aspirina”, ironizó Miguel Kiguel, ex secretario de Hacienda, y titular de la consultora Econviews.

Esta es la visión que ha ganado fuerza en las últimas semanas, conforme se ha conocido la intención del gobierno de que el Cedin no se limite a cumplir el trámite exprés de servir de moneda en una operación inmobiliaria y volver al Banco Central

Más bien, al contrario: el deseo de los funcionarios es que el nuevo título se transforme en una verdadera segunda moneda con la que se pueda ir al supermercado, comprar electrodomésticos, pagarle a los proveedores, cancelar impuestos y varias operaciones comerciales.

“Quedan más que claras las motivaciones estrictamente financieras detrás del plan de blanqueo de divisas. En ese sentido, la cuestión del impulso al mercado inmobiliario, en particular, y la economía real, en general, se revelan nuevamente como una gran excusa”, señala Gabriel Caamaño Gómez, economista jefe de la Consultora Ledesma.

¿Apostando por el fracaso?

Puede sonar paradójico, pero lo que necesita es que el objetivo “oficial” para el cual nació el Cedin –que sirva como moneda para la transacción inmobiliaria– no se cumpla. Ocurre que, una vez que el Cedin compró una propiedad pasa a tener el sello de “aplicado” y entonces está en condiciones de ser cambiado “uno a uno” por dólares contantes y sonantes. Es raro que alguien que tenga un Cedin en esas condiciones quiera atesorarlo en vez de llevarlo al Banco Central.

Salvo, claro, que haya un intento de evasión tributaria, algo que en Argentina es siempre una alternativa nunca descartable. Podría ser el caso, por ejemplo, de una operación escriturada por un valor menor al real. En ese caso, es posible que quien reciba los Cedines prefiera cambiar solo la cantidad equivalente a la del valor registrado por la venta, de manera de figurar ante las autoridades con un patrimonio inferior al real.

Pero, aun con esta salvedad, resulta claro que si todos los Cedines son inmediatamente canalizados a la actividad inmobiliaria, su ciclo de vida será muy corto y no cumplirán con la función que el gobierno quiere que tengan, que es la de circular por el mercado.

De manera que, según como lo ven los analistas, habrá dos mercados, el de los Cedines “aplicados” –y pasibles de ser canjeados por dólares– y el de los que todavía no fueron usados en una operación inmobiliaria.

Una devaluación indirecta

En este marco, lo que la mayoría de los economistas percibe es que esa coexistencia de dos monedas equivale a un desdoblamiento del tipo de cambio.

Dado que el Cedin tendrá en el mercado secundario un valor similar al del “dólar blue” –y que el gobierno impulsa a los ahorristas a comprar legalmente Cedines en vez de dólares en el mercado paralelo–,  muchos no han dudado en calificar esta situación como una devaluación encubierta.

Por estas horas, Argentina está plagada de versiones y especulaciones respecto de qué nuevos bienes y servicios serán pasibles de ser comprados con los Cedines. Y aquellos rubros que son responsables de la fuga de capitales –como el turismo, la compra de autos importados y, por cierto, la compra de dólares para atesorar– son los primeros candidatos.

Lo que todavía no está claro es qué tan lejos estará dispuesto a llegar el gobierno: se podría establecer que solo se pueda comprar servicios turísticos con Cedines, lo cual equivaldría a establecer un dólar turista en torno de $ 8. Es uno de los temas que están conversándose entre los empresarios de las agencias, pero no está claro si hay posibilidades legales de que se establezca esa obligación.

En definitiva, la principal motivación del gobierno para esta medida fue atenuar la caída de reservas, a un ritmo preocupante de US$ 1.000 millones por mes, que ya llevó el total por debajo de los US$ 38.000 millones. Es por este motivo que han abundado también las referencias al viejo sistema de convertibilidad de los años de 1990. “El Cedin es el anhelo de tener la máquina de Obama para emitir dólares”, define Carlos Melconian, un economista de mucha influencia en la city porteña.

El temor por la falta de respaldo

El éxito o fracaso del Cedin depende de dos factores principales. El primero es la magnitud del monto que vuelva al país en el marco del blanqueo de capitales. El gobierno mantiene la expectativa de que ingresen unos US$ 4.000 millones, pero los economistas son bastante más escépticos, y dudan que se llegue a un tercio de ese monto.                                                                     El segundo interrogante es cuál será la aceptación que tendrá el papel entre los agentes económicos y si sufrirá una depreciación rápida, como ocurrió con las cuasi monedas de 2001, una experiencia recordada con muy poco cariño.

Fuente: www.elobservador.com.uy