El presidente “Lula”, de Brasil, visitó China, por espacio de una semana, rodeado de 400 empresarios de primera línea de su país.
El viaje, cuidadosamente planificado entre el sector público y el privado (como debe ser, para tener éxito), actuando sin fisuras y en un clima de absoluta cordialidad, parece haber adquirido gran significación.
El movedizo canciller de Brasil, Celso Amorín, que no da casi nunca puntada sin hilo, había ya viajado a China, hace un mes y medio, para “preparar el terreno”. Se dice que solicitó a China financiamiento por unos 5.000 millones de dólares, para proyectos de infraestructura en Brasil, esto es: ferrocarriles y rutas.
Para Brasil, cuantitativamente, China es ya un socio tan importante, como lo es la Argentina. Con un potencial, como importador de materias primas e inversor, inmensamente más atractivo que el nuestro.
En rigor, sólo dos países –los Estados Unidos y la Argentina–, están en la lista corta de los importantes socios comerciales de Brasil. A la que acaba de acceder recientemente China, con su inmenso poder de compra.
En sólo un año, el intercambio comercial bilateral entre ambos países creció un asombroso 70%. Si sumamos todos los flujos comerciales, hablamos ya de casi 7.000 millones de dólares de exportaciones e importaciones recíprocas.
Las señales que hablan de algún “sobrecalentamiento” de la economía china comienzan a preocupar a todos quienes en Brasil (y la Argentina) están inmersos en esa repentina explosión comercial.
Porque ya han afectado los precios de algunas materias primas y porque puede anticiparse que los volúmenes de ellas que estaban siendo demandados, en sectores como los del mineral de hierro, aluminio y los materiales de construcción, pueden caer significativamente.
Para Brasil (y la Argentina) un aterrizaje (ajuste económico) chino suave, por oposición a uno duro (por abrupto y explosivo), es lo deseable. Para evitar así remezones que, desde China, transmitan inestabilidad a algunos sectores importantes de sus economías.
Esto puede ayudarse –de repente– con una reversión, aunque sea parcial, de los flujos de inversión. Esto es, con China invirtiendo en Brasil, o en la Argentina. Porque el gigantesco nivel de las reservas chinas permite que esto sea factible. Y, para algunos, hasta deseable.
Por eso, desde las columnas del The Wall Street Journal, Geraldo Samor y Joel Millman sugieren que el sector brasileño del acero (que ha invertido fuertemente para aumentar en un tercio su capacidad productiva) podría, quizás, ser uno de los ya elegidos para materializar proyectos bilaterales de inversión. Todd Benson, desde las del The New York Times, coincide con ellos.
Sería el primer paso de una aventura productiva conjunta, que recién estaría empezando.
En rigor, China tiene competencia en Brasil. Empresas de capitales coreanos e italianos están persiguiendo idéntico objetivo en el sector siderúrgico brasileño. Pero China tiene un atractivo especial, por el tamaño de su mercado. El año pasado, Brasil vendió mas de 700 millones de dólares de acero a China.
¿Y, por casa, cómo estamos? ¿Nosotros, qué hacemos? O, ¿hacia dónde vamos? ¿En qué pensamos? ¿Cuál es nuestra estrategia? ¿Tenemos, realmente, una? © www.economiaparatodos.com.ar
Emilio J. Cárdenas es ex Representante Permanente de la República Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU). |