¿Cómo saldremos de esta trampa?
El análisis que hacemos cada día de la evolución futura de la Argentina depende de la idea que tengamos respecto de la sostenibilidad de lo que hemos estado viendo en estos años y en particular en estos últimos días.
El populismo es un conjunto de políticas que bajo la conveniente adaptación de satisfacer necesidades de corto plazo lleva a desvíos que se transforman en desastres, tarde o temprano. Si el populismo es por definición insostenible, por fracaso propio o por meter al país en algo peor en materia de calidad de vida básica de la gente, se plantea la cuestión de cómo sigue la película que estamos viendo.
La visión económica convencional privilegia la insostenibilidad macroeconómica y el fracaso del modelo, y nos brinda un campo visual limitado respecto de cómo resolver los problemas.
La pregunta del millón ¿y ahora qué?, que nos hemos estado haciendo después de lo que empezó en Córdoba, no cabe para las visiones negativas basadas en las experiencias pasadas del caso argentino, que apuntan a un colapso macroeconómico y no ofrecen nada para después. Tampoco es una pregunta motivadora para las visiones optimistas que vislumbran a la Argentina como presa circunstancial de un shock negativo de desconfianza, porque ocurre en un país con muy buenos fundamentales a largo plazo o porque el modelo económico tiene cosas buenas que hay que preservar.
Las cosas van a ser mucho más difíciles. Porque aún desechando el sendero chavista que dice «adiós populismo, hola democracia popular», se nos plantean dos problemas a dilucidar: cuál va a ser el desenlace y cuál el legado de esta experiencia. La transición no va a ser fácil porque, aún en medio de desastres colectivos como los que estamos viendo, todavía va a existir una parte importante de la población que apoya el modelo y su profundización y eso va a condicionar el equilibrio político-económico futuro. Es posible que muchos de los que saquearon sean los mayores beneficiarios de las transferencias o subsidios insostenibles generados por el modelo. Y los más damnificados si el péndulo se moviera al otro extremo de lo único que históricamente sabemos hacer, que es ajustar a lo bestia.
Si este es un populismo que no encaja en el molde de las experiencias anteriores de la Argentina, su salida tampoco va a encajar. Mucha gente cree que cuanto peores cosas veamos en los próximos dos años menor va a ser el problema para la sociedad de hacer borrón y cuenta nueva en materia de actitudes sociales y preferencias institucionales. Eso es un error colosal. Teniendo enfrente un problema de transición y las secuelas que va a dejar esta experiencia, más bien el problema que se nos abre es el riesgo de una trampa de «equilibrio bajo» en materia de calidad institucional. Esto no es una especulación teórica. Más bien la evidencia histórica muestra muchos ejemplos en que el deterioro institucional vino para quedarse en la Argentina y no se pudo salir de la trampa. ¿Qué diremos de los saqueos dentro de varios años cuando descubramos que a fines de 2013 empezaron a ser un mal endémico en la Argentina? Romper el molde y evitar un equilibrio bajo va a requerir mucha inteligencia y visión de toda la clase política y empresarial para generar acción colectiva, crear verdaderamente instituciones inclusivas y reinsertarse en el mundo.
Mientras tanto ¿en qué tenemos que trabajar los economistas? En solamente proponer soluciones para el manejo macroeconómico, no alcanza. Es cierto que la inflación está detrás de muchos de estos problemas que vemos ahora, pero las cosas son mucho más complejas, porque el mundo y nuestra sociedad han mutado más allá de lo que nuestra visión acotada de los problemas nos permite ver. Y es cierto también que después de esta experiencia se va a requerir arribar a un nuevo consenso respecto del tamaño, financiamiento y eficiencia del Estado, porque está a la vista que nos pasamos de rosca. Sin embargo, en la agenda pendiente existen cuatro ámbitos en donde es imperativo avanzar rápidamente y que tienen suficiente complementariedad como para ayudar a obtener sinergias para la acción. Esos son el tema de la seguridad, los planes sociales, la industrialización con apertura y la infraestructura económica y social. No va a haber nada más progresista que encontrar, a través de numerosos estudios y propuestas, el núcleo duro común de estos cuatro temas. Si encontramos cómo la energía, el transporte y el saneamiento urbanos se van a cruzar con la industrialización y la empleabilidad en nuestros conurbanos y a su vez con políticas de seguridad ciudadana y un gasto público social eficiente e inclusivo, seguramente no vamos a pretender resolver la difícil tarea que nos queda por delante. Pero vamos a dar un paso muy importante.
Fuente: www.ebour.com.ar